Wittgenstein concibe el lenguaje como la totalidad de las proposiciones. Esto equivale a afirmar que el lenguaje es la totalidad de figuras de todas las situaciones, existentes o inexistentes. Ahora bien, ¿Cuál es la naturaleza de los misteriosos elementos de la figura y la de los elementos de la situación extralingüística?
Los elementos de la proposición son nombres; las proposiciones más elementales son meras combinaciones de nombres. Ahora bien, en virtud de la teoría figurativa del significado de las proposiciones, a una configuración de nombres en una proposición le corresponde una configuración de objetos en una situación. Estos objetos son algo simple, no están compuestos de otras cosas. Por ello son los átomos lógicos de la realidad y sus representantes, los nombres, los átomos lógicos del lenguaje. (De aquí el término de filosofía del atomismo lógico, impuesto por Russell). Son los últimos constituyentes de todo lo demás y, muy especialmente, de los hechos y las situaciones posibles. Además, éstos, suponen la sustancia del mundo, ya que con independencia de qué situaciones sean existentes y cuáles no lo sean, los objetos de que se componen unas y otras son inalterables.
Cuando los objetos se combinan forman lo que Wittgenstein llama estados de cosas o situaciones. De aquí se sigue que, como substancia del mundo, una vez que se han dado todos los objetos, entonces se han dado todas las posibilidades de configuración en estados de cosas. De esta manera tenemos un paralelismo perfecto entre lenguaje y realidad: A los signos simples les corresponden los objetos y a las combinaciones de nombres les corresponden los estados de cosas. Sólo falta que unas y otras compartan una misma estructura formal para que el ajuste entre realidad y lenguaje sea el preciso.
Las constantes lógicas (y, o bien... o bien..., si... entonces..., etc.) no son nombres de nada. Son la condición de posibilidad que hace que el ajuste entre realidad y lenguaje sea el preciso, o dicho de otro modo, la condición de posibilidad que hace que nos podamos hacer una imagen del mundo. La consecuencia más inmediata de esto es que Wittgenstein considera absurdo propiamente hablar de constantes lógicas, ya que no representan nada en la realidad. Por ello la lógica es trascendental.
Ahora bien, ¿Qué es la realidad para Wittgenstein? Según el Tractatus, en un primer momento, es la suma de la totalidad de los estados de cosas existentes e inexistentes. La configuración de los distintos estados de cosas existentes da lugar a la totalidad de los hechos existentes. Por ello lo que hace de nuestro mundo algo bien específico es que está inequívocamente determinado por la totalidad de los hechos, y no de las cosas, que pueden darse en estados de cosas inexistentes.
Los elementos de la proposición son nombres; las proposiciones más elementales son meras combinaciones de nombres. Ahora bien, en virtud de la teoría figurativa del significado de las proposiciones, a una configuración de nombres en una proposición le corresponde una configuración de objetos en una situación. Estos objetos son algo simple, no están compuestos de otras cosas. Por ello son los átomos lógicos de la realidad y sus representantes, los nombres, los átomos lógicos del lenguaje. (De aquí el término de filosofía del atomismo lógico, impuesto por Russell). Son los últimos constituyentes de todo lo demás y, muy especialmente, de los hechos y las situaciones posibles. Además, éstos, suponen la sustancia del mundo, ya que con independencia de qué situaciones sean existentes y cuáles no lo sean, los objetos de que se componen unas y otras son inalterables.
Cuando los objetos se combinan forman lo que Wittgenstein llama estados de cosas o situaciones. De aquí se sigue que, como substancia del mundo, una vez que se han dado todos los objetos, entonces se han dado todas las posibilidades de configuración en estados de cosas. De esta manera tenemos un paralelismo perfecto entre lenguaje y realidad: A los signos simples les corresponden los objetos y a las combinaciones de nombres les corresponden los estados de cosas. Sólo falta que unas y otras compartan una misma estructura formal para que el ajuste entre realidad y lenguaje sea el preciso.
Mi idea fundamental es que las constantes lógicas no son representantes de nada; que no puede haber representantes de la lógica de los hechos. (4.0312)
Las constantes lógicas (y, o bien... o bien..., si... entonces..., etc.) no son nombres de nada. Son la condición de posibilidad que hace que el ajuste entre realidad y lenguaje sea el preciso, o dicho de otro modo, la condición de posibilidad que hace que nos podamos hacer una imagen del mundo. La consecuencia más inmediata de esto es que Wittgenstein considera absurdo propiamente hablar de constantes lógicas, ya que no representan nada en la realidad. Por ello la lógica es trascendental.
Ahora bien, ¿Qué es la realidad para Wittgenstein? Según el Tractatus, en un primer momento, es la suma de la totalidad de los estados de cosas existentes e inexistentes. La configuración de los distintos estados de cosas existentes da lugar a la totalidad de los hechos existentes. Por ello lo que hace de nuestro mundo algo bien específico es que está inequívocamente determinado por la totalidad de los hechos, y no de las cosas, que pueden darse en estados de cosas inexistentes.
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