No, no se me había olvidado terminar la serie de posts sobre el Tractatus, así que hoy continuo con las dos últimas de la serie. Es curioso, seguramente vosotros pensásteis en su día que la serie de posts terminaron con el anterior, del mismo modo que la gente que me escuchó en la exposición pensó lo mismo cuando concluí el epígrafe anterior en esta serie.
Dos cosas: ya veis que no y os jodéis.
Dos cosas: ya veis que no y os jodéis.
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La Filosofía del atomismo lógico:
Suele catalogarse la ontología contenida en el Tractatus como la denominada bajo el rótulo de atomismo lógico; el mundo como la totalidad de los hechos y cuya substancia serían los objetos. Así pues, los hechos serían lo único realmente existente. Los objetos serían los átomos lógicos de la realidad, los elementos no analizables en la estructura del mundo cuya posibilidad de existencia se niega en el plano de la existencia efectiva. Bajo esta perspectiva se contempla la ontología del Tractatus como una ontología empirista y claramente nominalista. ¿Es esta toda la historia?
En primer lugar me gustaría apuntar a que el propio Wittgenstein no da ningún ejemplo de objeto en su libro. La apelación a estas “entidades” parece ser una necesidad que implica su análisis de la estructura del mundo, pero en cierto sentido, también parece un análisis bastante Ad Hoc en virtud de que no hay modo de ilustrar esa idea. Bertrand Russell, partidario de esta clase de filosofía durante los años 20, y en sus conferencias sobre la filosofía del atomismo lógico se aventuraba a decir que los objetos o átomos lógicos no se identificarían con los átomos físicos ni en ninguna descomposición última de la materia. El atomismo lógico no sería atomismo físico. Más bien, según el filósofo británico los átomos lógicos de la realidad vendrían a ser los átomos lógicos de la percepción o qualias: pequeñas manchas de color, formas de lo representado, etc. Con esto Russell pretendía salir al paso de la aporía de Zenón consistente, en términos llanos, en dilucidar objetivamente cuando un suceso es susceptible de no ser descompuesto ulteriormente. En otras palabras, el problema del infinito. La respuesta: cuando se lleguen a los datos relevantes desde un punto de vista perceptivo. Russell no tardó demasiado en darse cuenta de que esta explicación de la ontología descansa en una preeminencia de la epistemología sobre aquella, y en cierto sentido, de la psicología sobre todo lo demás. De ser esto así, se acabaría en el mismo punto del que toda la filosofía analítica de aquel periodo pretendía huir y que podría resumirse en la máxima fregeana: “Lo psicológico no interesa”.
Hasta aquí la explicación de la ontología del Tractatus entendida como atomismo lógico. En las siguientes líneas intentaremos explicar la ontología del Tractatus en otros términos.
En primer lugar me gustaría apuntar a que el propio Wittgenstein no da ningún ejemplo de objeto en su libro. La apelación a estas “entidades” parece ser una necesidad que implica su análisis de la estructura del mundo, pero en cierto sentido, también parece un análisis bastante Ad Hoc en virtud de que no hay modo de ilustrar esa idea. Bertrand Russell, partidario de esta clase de filosofía durante los años 20, y en sus conferencias sobre la filosofía del atomismo lógico se aventuraba a decir que los objetos o átomos lógicos no se identificarían con los átomos físicos ni en ninguna descomposición última de la materia. El atomismo lógico no sería atomismo físico. Más bien, según el filósofo británico los átomos lógicos de la realidad vendrían a ser los átomos lógicos de la percepción o qualias: pequeñas manchas de color, formas de lo representado, etc. Con esto Russell pretendía salir al paso de la aporía de Zenón consistente, en términos llanos, en dilucidar objetivamente cuando un suceso es susceptible de no ser descompuesto ulteriormente. En otras palabras, el problema del infinito. La respuesta: cuando se lleguen a los datos relevantes desde un punto de vista perceptivo. Russell no tardó demasiado en darse cuenta de que esta explicación de la ontología descansa en una preeminencia de la epistemología sobre aquella, y en cierto sentido, de la psicología sobre todo lo demás. De ser esto así, se acabaría en el mismo punto del que toda la filosofía analítica de aquel periodo pretendía huir y que podría resumirse en la máxima fregeana: “Lo psicológico no interesa”.
Hasta aquí la explicación de la ontología del Tractatus entendida como atomismo lógico. En las siguientes líneas intentaremos explicar la ontología del Tractatus en otros términos.
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A continuación, va una interpretación arriesgada de la ontología del Tractatus que no supe demasiado bien defender ante el profesor y que, por esa razón, si esta serie de posts te están sirviendo para preparar un examen o hacer un trabajo, sería bueno que te saltaras las líneas que vienen a continuación. Ahora bien, si los estás leyendo por amor al arte, de acuerdo, no voy a juzgarte. Pero a cambio te pido que no juzques severamente lo que te vas a encontrar.
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La inclusión del misticismo:
Hemos visto como según Wittgenstein el mundo, la realidad, no es otra cosa que la totalidad de los hechos. ¿Cabe otra interpretación? Creemos que sí. Sucintamente consistiría en la distinción entre epistemología y ontología. Bajo la primera categoría valdría la descripción precedente dada por el atomismo lógico. Bajo la segunda se incluiría lo místico a la descripción del mundo como totalidad de los hechos. (Dicho sea de paso: probablemente esta interpretación no fuese la que rondase por la cabeza del filósofo austriaco. Lejos de nuestra intención el parecer ociosos, creemos que con la idea que formularemos a continuación puede sacarse algo en claro. Puede, quizá no.)
El misticismo incluido en el Tractatus Logico-Philoshopicus concerniría a todo aquello que escapa al modo de representarse uno la realidad bajo la teoría figurativa del sentido. De este modo, podemos representarnos aquello que pueda ser representable (aquello que no sea contradictorio ni tautológico), pero no aquello que permite la representación; no podemos representarnos la forma lógica de la realidad.
En un pasaje del libro Wittgenstein comenta: “Lo que el solipsismo quiere decir es completamente correcto, pero no se puede expresar”. Quizá, y sólo quizá, lo que tengamos aquí es el límite entre la epistemología del Tractatus y su ontología.
Podemos conocer lo que podemos conocer y podemos conocer lo que podemos expresar. Pensar es pensar en un lenguaje; pensar es expresar pensamientos. Ahora bien, que el límite de mi mundo coincida con el límite de mi lenguaje sólo quiere decir, tal vez, que el límite de lo que puedo conocer es el límite de lo que puedo expresar. La pregunta clave aquí es: ¿Epistemología y ontología son indiscernibles?
Digresión: en otro sitio del Tractatus Wittgenstein habla de los valores ético-estéticos. Estos no aparecen como un hecho del mundo. Sin embargo configuran una actitud respecto al mundo, la cual, sí determina qué hechos suceden. Pero los determina, por así decirlo, desde fuera (no son hechos del mundo propiamente). Sucede análogamente lo que con la lógica, que configura el espacio lógico. Lógica y ética-estética configuran los límites del mundo.
Volvamos a la pregunta: ¿Epistemología y ontología son indiscernibles? Si consideramos que los límites del mundo son los límites de la epistemología, los límites a los que ella no llega, mientras que de hecho, ontológicamente existen, pues la respuesta es no. Si todo esto es correcto, que sospecho que no, la ontología del Tractatus sería radicalmente distinta. Encuentro serias dificultades al defender esta interpretación, sobre todo al conciliarla con el acto de tirar la escalera, y más precisamente, con toda la teoría de los objetos y la definición de las verdades lógicas como tautologías. Con todo, no es más que una idea que al menos dilucidaría en parte las misteriosas últimas palabras de la Conferencia sobre ética.
El misticismo incluido en el Tractatus Logico-Philoshopicus concerniría a todo aquello que escapa al modo de representarse uno la realidad bajo la teoría figurativa del sentido. De este modo, podemos representarnos aquello que pueda ser representable (aquello que no sea contradictorio ni tautológico), pero no aquello que permite la representación; no podemos representarnos la forma lógica de la realidad.
En un pasaje del libro Wittgenstein comenta: “Lo que el solipsismo quiere decir es completamente correcto, pero no se puede expresar”. Quizá, y sólo quizá, lo que tengamos aquí es el límite entre la epistemología del Tractatus y su ontología.
Podemos conocer lo que podemos conocer y podemos conocer lo que podemos expresar. Pensar es pensar en un lenguaje; pensar es expresar pensamientos. Ahora bien, que el límite de mi mundo coincida con el límite de mi lenguaje sólo quiere decir, tal vez, que el límite de lo que puedo conocer es el límite de lo que puedo expresar. La pregunta clave aquí es: ¿Epistemología y ontología son indiscernibles?
Digresión: en otro sitio del Tractatus Wittgenstein habla de los valores ético-estéticos. Estos no aparecen como un hecho del mundo. Sin embargo configuran una actitud respecto al mundo, la cual, sí determina qué hechos suceden. Pero los determina, por así decirlo, desde fuera (no son hechos del mundo propiamente). Sucede análogamente lo que con la lógica, que configura el espacio lógico. Lógica y ética-estética configuran los límites del mundo.
Volvamos a la pregunta: ¿Epistemología y ontología son indiscernibles? Si consideramos que los límites del mundo son los límites de la epistemología, los límites a los que ella no llega, mientras que de hecho, ontológicamente existen, pues la respuesta es no. Si todo esto es correcto, que sospecho que no, la ontología del Tractatus sería radicalmente distinta. Encuentro serias dificultades al defender esta interpretación, sobre todo al conciliarla con el acto de tirar la escalera, y más precisamente, con toda la teoría de los objetos y la definición de las verdades lógicas como tautologías. Con todo, no es más que una idea que al menos dilucidaría en parte las misteriosas últimas palabras de la Conferencia sobre ética.
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1 comentario:
señores:
hola ignatius, no pensé encontrate aqui con que ahora te dedicas a filosofastro, y como van tus escritos,
¿has vuelto con tu madre, espero que no?
ya deja el silencio y respondeme como va tu vida,pero no me mandes esas cartas ofensivas, tan tuyas,
por cierto estoy pensando en un nuevo movimiento algo que tiene que ver con la libre expresión de aquello que freud llamaba instintos...
si quieres puedes responder por este medio o sino escribe a
karopepita@hotmail.com
att: mirna minkof
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