Eres un agente del servicio secreto chino y tu mujer es una tostadora. No tenéis hijos, tenéis tostadas. Los de control de natalidad os buscan, pero tu identidad es secreta. En cualquier caso, siempre tienes mucho hambre.
Ha habido una catástrofe nuclear y el mundo ha sido destruido. Sólo quedas tú y cucarachas en la Tierra. Como sabes que las cucarachas dominarán el mundo, acabas mimetizándote con ellas. Y sabes que no te costará demasiado. A fin de cuentas, debe haber alguna razón fisiológica por la que tu también hayas sobrevivido a la catástrofe.
Eres una máquina expendedora de latas de Pepsi. Tu vida es muy triste, sufres demasiado. Todo el mundo prefiere Coca Cola a Pepsi. Es demasiada carga emocional para tus sensibles circuitos eléctricos la que la trágica vida te ha deparado. Un día, y sin previo aviso, decides que todo debe terminar. Te desenchufas.
Tus peores enemigos son un cenicero y un libro que no ha sido abierto en años. No sabes como llegaron allí, pero sabes que vinieron para quedarse. Te sientes observado y lo que más te angustia: sabes que eso implica que alguien te está observando. Decides beberte una lata de Pepsi.
Estás de compras en un supermercado de una gran cadena comercial. Todos los artículos te resultan extraños, impropios de un lugar donde se compra comida. Miras tu angelical carrito de la compra: rifles de asalto, granadas de mano, pantalones de camuflaje, municiones varias, kit de cintas rojas para la frente, etc. De repente una bomba cae a tu lado y entonces piensas: "esos Charlies han vuelto a poner algo en mi bebida".
Nada importa, nada tiene sentido. Lo único necesario es correr. Correr como nunca has corrido. Correr como si de ello dependiera tu mísera vida. Esa vida que crees que riges volitívamente. Necio. Pero tú corres y corres y, finalmente, te sientas en el sofá de tu casa. Enciendes la tele.
¿Qué tienen en común todas estas situaciones?
Exacto. Todas ellas podrían, pueden y de hecho son o han sido alguna vez cortinilla de introducción de esa mágica serie llamada Los Simpsons (no hace falta que especifique el de hecho y con él lo demás, ¿verdad?).
Y ahora, con todos ustedes, una pequeña selección de lo mejor de lo mejor en ese apartado del ilusionario Simpsoniano.
Ha habido una catástrofe nuclear y el mundo ha sido destruido. Sólo quedas tú y cucarachas en la Tierra. Como sabes que las cucarachas dominarán el mundo, acabas mimetizándote con ellas. Y sabes que no te costará demasiado. A fin de cuentas, debe haber alguna razón fisiológica por la que tu también hayas sobrevivido a la catástrofe.
Eres una máquina expendedora de latas de Pepsi. Tu vida es muy triste, sufres demasiado. Todo el mundo prefiere Coca Cola a Pepsi. Es demasiada carga emocional para tus sensibles circuitos eléctricos la que la trágica vida te ha deparado. Un día, y sin previo aviso, decides que todo debe terminar. Te desenchufas.
Tus peores enemigos son un cenicero y un libro que no ha sido abierto en años. No sabes como llegaron allí, pero sabes que vinieron para quedarse. Te sientes observado y lo que más te angustia: sabes que eso implica que alguien te está observando. Decides beberte una lata de Pepsi.
Estás de compras en un supermercado de una gran cadena comercial. Todos los artículos te resultan extraños, impropios de un lugar donde se compra comida. Miras tu angelical carrito de la compra: rifles de asalto, granadas de mano, pantalones de camuflaje, municiones varias, kit de cintas rojas para la frente, etc. De repente una bomba cae a tu lado y entonces piensas: "esos Charlies han vuelto a poner algo en mi bebida".
Nada importa, nada tiene sentido. Lo único necesario es correr. Correr como nunca has corrido. Correr como si de ello dependiera tu mísera vida. Esa vida que crees que riges volitívamente. Necio. Pero tú corres y corres y, finalmente, te sientas en el sofá de tu casa. Enciendes la tele.
¿Qué tienen en común todas estas situaciones?
Exacto. Todas ellas podrían, pueden y de hecho son o han sido alguna vez cortinilla de introducción de esa mágica serie llamada Los Simpsons (no hace falta que especifique el de hecho y con él lo demás, ¿verdad?).
Y ahora, con todos ustedes, una pequeña selección de lo mejor de lo mejor en ese apartado del ilusionario Simpsoniano.