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sábado, 3 de mayo de 2008

La Ontología del Tractatus: La filosofía como análisis del lenguaje

El método correcto en filosofía sería en realidad el siguiente: no decir nada, excepto lo que pueda ser dicho, a saber, las proposiciones de la ciencia natural -es decir, algo que no tiene nada que ver con la filosofía- y entonces, cuando quiera que alguien quisiese decir algo metafísico, demostrarle que había dejado de dar significado a ciertos signos de sus proposiciones. Aunque esto no sería satisfactorio para la otra persona -que no tendría la impresión de que le estuviésemos enseñando filosofía-, sería el único método estrictamente correcto. (6.53)

De esta manera llegamos a la conclusión de que la filosofía no es un saber sustantivo, un cuerpo de conocimientos plasmados en proposiciones verdaderas. No hay proposiciones filosóficas. La totalidad de las proposiciones representa la totalidad del espacio lógico. La totalidad de las proposiciones verdaderas constituye la ciencia natural. La filosofía no se sitúa en una posición comparable a la de la ciencia natural, pues no es una de las ciencias naturales. Su función es muy otra que la de explorar esa posibilidad del espacio lógico que es el mundo. El cometido que, entonces, le concede el Tractatus a la filosofía es el del esclarecimiento lógico del pensamiento, es decir, el análisis lógico del lenguaje. Que la filosofía se convierta en análisis lógico del lenguaje significa tres cosas.

En un cierto sentido el lenguaje oculta o disfraza el pensamiento; los signos que empleamos no determinan unívocamente los símbolos que expresan. Para Wittgenstein (siguiendo a Frege), la filosofía está llena de este tipo de errores o confusiones a causa de esta equivocidad de los signos (uno de los más característicos es la confusión que provoca el vocablo ser). Frente a esto, la mejor solución consiste en habilitar un sistema de signos regido por una adecuada gramática (o sintaxis) lógica. Incorpora ésta la máxima de que para cada símbolo debe usarse únicamente un signo; y que cada signo debe ser el aspecto perceptible de un sólo símbolo. Desde un punto de vista filosófico, desarrollar un sistema así es uno de los objetivos del análisis lógico.

En otro sentido, ya no es sólo que el mismo ropaje cubra pensamientos distintos, sino también que no presente con nitidez qué puede ser pensado y qué no puede serlo. Afirmar que el lenguaje oculta los límites del pensamiento equivale a sostener que en el lenguaje no está bien trazada la delimitación entre las proposiciones con sentido (ciencia natural) y las meras combinaciones de signos. La filosofía pues, debe poner los límites de la muy discutida esfera de la ciencia natural.

En tercer lugar, a la filosofía solo le queda esta faceta de análisis lógico del lenguaje, puesto que sus tradicionales saberes sustantivos (ética, metafísica, etc.) pertenecen a la esfera de lo místico, es decir, no en cómo es el mundo sino más bien en que sea. Wittgenstein, al respecto, pone distintos ejemplos como el del sentido de la vida o la función de la ética. Así una determinada actitud ética no depende de que existan valores en el mundo. Más bien, esos valores éticos configuran una determinada actitud respecto al mundo. Es decir, son trascendentales, configuran los límites del mundo. Así, cada postura ética configurará una serie de hechos diferentes, y esto es en realidad lo que varía. El error consiste en situarse fuera del mundo y comparar los diferentes mundos posibles, o lo que es lo mismo, si nuestro lenguaje es isomórfico con la realidad, necesitaríamos de diferentes lenguajes, algo que no es posible. De esta manera las proposiciones de la ética son inexpresables, son imposibles, pero se muestran en los hechos. En esto consiste la solución a todos los problemas de la filosofía, en que no son tales, puesto que el sistema de representación de la realidad que es el lenguaje, impide la expresión de dichos pseudo-problemas. Por ello, esa solución, como dice Wittgenstein, sirve de tan poco, pero es la única conceptualmente posible. Por ello mismo, las proposiciones del Tractatus, como admite Wittgenstein, tienen la siguiente forma:

Mis proposiciones son elucidaciones de este modo: quien me entiende las reconoce al final como sinsentidos, cuando mediante ellas -a hombros de ellas- ha logrado auparse por encima de ellas. (Tiene, por así decirlo, que tirar la escalera una vez que se ha encaramado en ella.)
Tiene que superar estas proposiciones; entonces verá el mundo correctamente. (6.54)

Una vez hecha esta tarea de desenmascaramiento de los problemas filosóficos, entonces, y sólo entonces, la única alternativa es:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bastante interesantes tus apreciasiones...

Anónimo dijo...

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