Una de las mejores sagas de aventuras gráficas de todos los tiempos dio el salto a las tres dimensiones en 2003. Y dio, a su vez, el salto del control mediante point and click al sistema mediante teclado o pad. Lo de siempre en estos casos. Buenos gráficos, una historia aceptable y una jugabilidad mejor conseguida que en La Fuga de Monkey Island es lo que vais a encontrar en este videojuego.
La saga más templaria del mundo de los videojuegos comienza su historia con unos George y Nico separados por la distancia, cada uno desarrollando su carrera profesional correspondiente: él abogado de patentes, ella periodista a la espera de una historia que le de el gran espaldarazo en su profesión. Así pues, nos encontramos con una trama argumental en la que las casualidades e infortunios del destino harán que estos dos personajes vuelvan a encontrarse. Nuevamente entrarán en acción los neo-templarios, disidentes de la orden y viejos personajes como André Lobineau o Bruno. A su vez conoceréis a nuevos personajes como el viejo Flobbage o el inefable Eammon O'Mara, periodista y esteta irlandés (tres elementos que dan vida a un personaje inolvidable). Todo en una historia que es mejor que descubráis vosotros mismos, en la cual, el futuro del mundo estará en manos de las acciones de Stobbart y Collard.
Como ya he dicho, en este Broken Sword 3: El Sueño del Dragón, se ha optado por una ambientación íntegramente en tres dimensiones. En ese sentido, el trabajo realizado por la gente de Revolution Software es más que correcto: espectacular en algunos escenarios, las más de las veces agradable y eficiente. Los personajes lejos de mantenerse como postes andantes, tienen un abanico nada desdeñable de movimientos bien implementados. Cierto es que el número de acciones a realizar es limitado, pero esto no es óbice para afirmar que el trabajo realizado se encuentra lejos de catalogarse como basura. A este respecto, resulta curioso la cirugía llevada a cabo en la fisonomía de la protagonista femenina (ya me entendéis).
A los más puristas del género suelen molestarles el asunto del cambio generacional de las aventuras gráficas. Dicho de otro modo: el paso a las tres dimensiones y, en consecuencia, el paso a una jugabilidad más abierta mediante teclado o pad. Para ellos, lo que en apariencia es una ganancia de libertad, al final acaba revelándose como una tara en cuanto a jugabilidad, manejo y precisión en las acciones a realizar. La Fuga de Monkey Island puede ser un ejemplo en este sentido, no obstante, subsanable con la práctica del jugador. No es el caso del juego que nos ocupa. Hablar de problemas en la jugabilidad de este Broken Sword es tanto como acusar a Tomb Raider de lo mismo. Las acciones típicas de las aventuras gráficas se realizan en este Sueño del Dragón por una intuitiva interfaz que se asemeja, por ordenación, a la ubicación de los cuatro botones principales del Dual Shock. El inventario, en esta ocasión, no se encuentra en la parte inferior o superior de la pantalla, sino que para acceder a él deberemos hacerlo desde una tecla o botón concreto de nuestro teclado o pad. En general, la jugabilidad de este juego es intuitiva y aprehensible rápidamente. Eso sí, como siempre, se recomienda un pad para que el grado de intuición y aprehensibilidad crezcan.
El defecto más grande de este juego reside en su dificultad. Si bien la historia es más que decente, los gráficos cumplen con nota y la jugabilidad es sencilla, el asunto de los puzzles no llega a satisfacer las expectativas de los más fervientes seguidores del género. Bien es cierto que los Broken Sword nunca han destacado por su excesiva dificultad; siempre había dos o tres puzzles complicados, pero el resto se hacía en una cantidad de tiempo más o menos razonable. Los Broken Sword siempre tuvieron su mayor respaldo en la construcción de historias sólidas, personajes bien caracterizados y un apartado visual más que atrayente. En este sueño del dragón, y valga el chiste fácil, los puzzles producen sueño de lo sencillos que son. En este apartado llega a ser sangrante el asunto de las cajitas. Que si mover una caja de aquí para allá para alcanzar un saliente en la cornisa de una ventana o un precipicio. Desde luego, esta clase de puzzles, más de juegos como Tomb Raider que de aventuras gráficas, podrían haber sido suprimidos y nadie se hubiera llevado las manos a la cabeza por ello.
En líneas generales, estamos ante un videojuego, que en su género es correcto. No son buenos tiempos para las aventuras gráficas, y esa corrección se debe más a la ausencia de competencia firme que a las propias bondades del software en cuestión. No obstante, si no has jugado a muchas aventuras gráficas, esta puede ser una buena piedra de toque, pues su dificultad está bien medida de cara al principiante. No sucede lo mismo de cara al jugador experto, que no encontrará mayor reto en superar esta aventura. En cualquier caso, la historia, los personajes y los gráficos pueden ser argumentos lo suficientemente consistentes como para echar un vistazo a este juego. Y es que es precisamente en estas características donde Broken Sword marca distancia con la competencia. Lástima que no sepan aprovecharla con una dificultad más ajustada y que esa distancia, como en las largas escapadas truncadas de las grandes vueltas ciclistas, no llegue a buen puerto al final.
La saga más templaria del mundo de los videojuegos comienza su historia con unos George y Nico separados por la distancia, cada uno desarrollando su carrera profesional correspondiente: él abogado de patentes, ella periodista a la espera de una historia que le de el gran espaldarazo en su profesión. Así pues, nos encontramos con una trama argumental en la que las casualidades e infortunios del destino harán que estos dos personajes vuelvan a encontrarse. Nuevamente entrarán en acción los neo-templarios, disidentes de la orden y viejos personajes como André Lobineau o Bruno. A su vez conoceréis a nuevos personajes como el viejo Flobbage o el inefable Eammon O'Mara, periodista y esteta irlandés (tres elementos que dan vida a un personaje inolvidable). Todo en una historia que es mejor que descubráis vosotros mismos, en la cual, el futuro del mundo estará en manos de las acciones de Stobbart y Collard.
Como ya he dicho, en este Broken Sword 3: El Sueño del Dragón, se ha optado por una ambientación íntegramente en tres dimensiones. En ese sentido, el trabajo realizado por la gente de Revolution Software es más que correcto: espectacular en algunos escenarios, las más de las veces agradable y eficiente. Los personajes lejos de mantenerse como postes andantes, tienen un abanico nada desdeñable de movimientos bien implementados. Cierto es que el número de acciones a realizar es limitado, pero esto no es óbice para afirmar que el trabajo realizado se encuentra lejos de catalogarse como basura. A este respecto, resulta curioso la cirugía llevada a cabo en la fisonomía de la protagonista femenina (ya me entendéis).
A los más puristas del género suelen molestarles el asunto del cambio generacional de las aventuras gráficas. Dicho de otro modo: el paso a las tres dimensiones y, en consecuencia, el paso a una jugabilidad más abierta mediante teclado o pad. Para ellos, lo que en apariencia es una ganancia de libertad, al final acaba revelándose como una tara en cuanto a jugabilidad, manejo y precisión en las acciones a realizar. La Fuga de Monkey Island puede ser un ejemplo en este sentido, no obstante, subsanable con la práctica del jugador. No es el caso del juego que nos ocupa. Hablar de problemas en la jugabilidad de este Broken Sword es tanto como acusar a Tomb Raider de lo mismo. Las acciones típicas de las aventuras gráficas se realizan en este Sueño del Dragón por una intuitiva interfaz que se asemeja, por ordenación, a la ubicación de los cuatro botones principales del Dual Shock. El inventario, en esta ocasión, no se encuentra en la parte inferior o superior de la pantalla, sino que para acceder a él deberemos hacerlo desde una tecla o botón concreto de nuestro teclado o pad. En general, la jugabilidad de este juego es intuitiva y aprehensible rápidamente. Eso sí, como siempre, se recomienda un pad para que el grado de intuición y aprehensibilidad crezcan.
El defecto más grande de este juego reside en su dificultad. Si bien la historia es más que decente, los gráficos cumplen con nota y la jugabilidad es sencilla, el asunto de los puzzles no llega a satisfacer las expectativas de los más fervientes seguidores del género. Bien es cierto que los Broken Sword nunca han destacado por su excesiva dificultad; siempre había dos o tres puzzles complicados, pero el resto se hacía en una cantidad de tiempo más o menos razonable. Los Broken Sword siempre tuvieron su mayor respaldo en la construcción de historias sólidas, personajes bien caracterizados y un apartado visual más que atrayente. En este sueño del dragón, y valga el chiste fácil, los puzzles producen sueño de lo sencillos que son. En este apartado llega a ser sangrante el asunto de las cajitas. Que si mover una caja de aquí para allá para alcanzar un saliente en la cornisa de una ventana o un precipicio. Desde luego, esta clase de puzzles, más de juegos como Tomb Raider que de aventuras gráficas, podrían haber sido suprimidos y nadie se hubiera llevado las manos a la cabeza por ello.
En líneas generales, estamos ante un videojuego, que en su género es correcto. No son buenos tiempos para las aventuras gráficas, y esa corrección se debe más a la ausencia de competencia firme que a las propias bondades del software en cuestión. No obstante, si no has jugado a muchas aventuras gráficas, esta puede ser una buena piedra de toque, pues su dificultad está bien medida de cara al principiante. No sucede lo mismo de cara al jugador experto, que no encontrará mayor reto en superar esta aventura. En cualquier caso, la historia, los personajes y los gráficos pueden ser argumentos lo suficientemente consistentes como para echar un vistazo a este juego. Y es que es precisamente en estas características donde Broken Sword marca distancia con la competencia. Lástima que no sepan aprovecharla con una dificultad más ajustada y que esa distancia, como en las largas escapadas truncadas de las grandes vueltas ciclistas, no llegue a buen puerto al final.
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