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martes, 28 de agosto de 2007

Muere Paco Umbral

Hoy ha muerto Francisco Umbral de una parada cardiorespiratoria a los 72 años de edad. Personaje controvertido, capaz de despertar los recelos y las admiraciones mas exacerbadas allá donde pisaba, pasará a la historia como uno de los renovadores de la literatura española de la segunda mitad del siglo XX.

Novelista, biógrafo, ensayista y periodista, Umbral hizo gala durante toda su vida de unas cualidades innatas para la escritura. Desde muy pequeño mostró un inusitado interés por la lectura. El hecho de que su escolarización fuese tardía, debido a los problemas de salud que le acuciaron en su niñez, y que se mostrara como un alumno problemático y errático de cara a la autoridad docente, propiciaron su expulsión del colegio en el que se matriculó tan solo un año después de hacerlo. No volvió a matricularse. Por contra, su gran voracidad lectora y una cierta curiosidad de la cual no están exentos los genios le hicieron convertirse en un consumado autodidacta. Por aquella época, en plena posguerra, alternó su sed de conocimientos con un empleo como botones en un banco.

En 1958, y bajo la protección de Miguel Delibes, comenzó su carrera periodística en El Norte de Castilla. En una época en que la libertad ideológica estaba cortada bajo el rasero de la censura, Umbral, como tantos otros, se limita a ser un cronista que no está dispuesto a sacrificar el puesto profesional al que ha llegado por decir una palabra más alta que la otra en contra del régimen. En 1959 se casa con la fotógrafa María España Suárez Garrido, con la que tendrá un hijo que moriría con tan sólo 6 años de edad por culpa de la leucemia. Este hecho propició la escritura de su libro más lírico y personal, Mortal y Rosa, que supondría una expurgación de todos sus demonios interiores. A partir de aquí, el carácter de Umbral se vuelve altivo, insolente y desdeñoso.

Con la muerte de Franco y la llegada de la transición democrática, Umbral empieza a ser conocido por el gran público como un cronista-columnista capaz de entresacar las motivaciones y las intenciones ocultas de la esfera política, social y cultural con una agudeza y mordacidad relativamente nuevas para la época. Sus opiniones fueron transcritas por casi todos los medios periodísticos del país.

Sin embargo, su faceta ensayística y columnística no hizo sombra a su producción netamente literaria. Es en este campo donde Umbral recogió verdaderamente los frutos del tesón y la constancia que le harán pasar, tal vez, a la posteridad. Títulos como Las Ninfas, Trilogía de Madrid, Leyendas del César, Los Ángeles Custodios o Historias de Amor y Viagra muestran a un escritor de estilo impresionista, con gusto por las metáforas esquivas y talento para los neologismos, sintaxis suelta y, en definitiva, de una exigente calidad lírica y estética. En palabras del erudito de la lengua Fernando Lázaro Carreter "uno de los primeros prosistas de la lengua española del siglo XX". Miguel Delibes, asimismo, dijo de él: "es el escritor más renovador y original de la prosa hispánica actual".

Como personaje público se reveló como un consumado polemista. En 1986 fue candidato, junto a José Luis Sampedro, al sillón F de la Real Academia de la Lengua Española, apadrinado por Camilo José Cela, Miguel Delibes y José María de Areilza, pero fue elegido Sampedro, hecho que propició la colera no exenta de resentimiento del autor. En 1993 se vio envuelto en una agria polémica por llamar «paletos» a las personas de Aranda de Duero en una televisión nacional, el candidato a la presidencia del gobierno José María Aznar había sido recibido en esta localidad en honor de multitudes mientras que Felipe González había sido abucheado en la Universidad por esos mismos días.

Pero sin duda el más conocido episodio del escritor madrileño fue el que le enfrentó en un programa televisivo a Mercedes Milá ante una audiencia que no acababa de salir de su asombro.



Hoy se nos ha ido no solo un escritor, sino también un personaje y ante todo un ser humano, que como todo hijo de vecino, tenía sus peculiaridades y sus rarezas, pero que como no todo hijo de vecino, estaba tocado por la varita del genio. En mi juicio no está el decidir cuál de las dos facetas hizo sombra a la otra y, en consecuencia, no me toca decidir si el vecindario era o no su hábitat natural. Eso es algo que el severo e insoslayable tribunal de la historia se encargará de dictaminar. Mientras tanto, nos quedan sus obras que están, como el diría, para ser leidas.

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