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miércoles, 29 de agosto de 2007

Homenaje a Antonio Puerta

No pudo ser. Ayer a las 16:00 horas los médicos anunciaban la fatal noticia: Antonio Puerta había fallecido. Su maltrecho corazón no había sido capaz de soportar los cinco envistes que una malformación congénita en su ventrículo derecho le habían producido en poco más de día y medio. Su cuerpo dijo basta y un fallo múltiple de su organismo provocado por un déficit de oxígeno causado por sus cinco ataques al corazón pusó punto y final a su existencia. Una vida, la suya, que a todos se nos antoja ha sido demasiado corta. Incluso para la efervescencia y vorágine del mundo del fútbol, que ahora escucha pero mañana olvida.

A sus 22 años, Antonio Puerta lo había conseguido casi todo como futbolista profesional: un puesto de titular en el carril izquierdo del Sevilla, títulos como dos copas de la UEFA, una copa del rey, una supercopa de España y una supercopa de Europa y el debut con la selección absoluta son prueba de ello. En el estricto plano futbolístico su juego era vertical. Como todo buen extremo reconvertido en lateral, la velocidad y la potencia eran dos de su virtudes. Pero a esas cualidades, ya de por sí suficientes para todo carrilero, el jugador sevillano les añadía un excelente regate y un certero disparo con su pierna izquierda. Todo ello con solo 22 años. A saber qué cotas habría alcanzado si el azar le hubiera proporcionado la experiencia de los años.

Fuera de los terrenos de juego el canterano sevillista se revelaba como mejor persona. En un mundo, el del fútbol, lleno de egolatrías y adulaciones, en el que post-adolescentes se ven con cantidades ingentes de dinero y fama que difícilmente asimilan sus cabezas, Puerta se mantenía como un tipo íntegro y cercano a la gente. Utilleros, recogepelotas, empleados de mantenimiento, entrenadores de los filiales... todos guardaban de él una magnifica impresión. Donde otros mantenían la mirada altiva, él saludaba; donde otros pasaban de largo, él se paraba y charlaba; donde otros eran futbolistas de "élite", él era persona. Antonio Puerta deja numerosos amigos y familiares que no le olvidarán.

Pero si hay alguien que seguro no le borrará de su memoria, esa persona es sin duda su viuda, que dentro de dos meses dará a luz a un niño que nunca conocerá ya su padre. Por suerte, su hijo sí sabrá quien era su progenitor.



Una malformación genética se nos ha llevado a un gran futbolista pero mejor persona. Un tipo entrañable al que la suerte no le acompañó en su periplo por la existencia, pero que supo vivir la vida como nadie. Acontecimientos como éste nos muestran lo insignificante que es el fútbol y las rivalidades deportivas. Éstas se nos aparecen triviales cuando las antagónicas hinchadas del Sevilla y del Betis son capaces de aparcar sus diferencias en pos de un objetivo común: rendir un sentido homenaje a la figura de un deportista que es símbolo, con ello, de hermanamiento y concordia. El fútbol, con ello, nos enseña una valiosa lección moral que no deberíamos olvidar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Descanse en Paz, Antonio Puerta, Guardián de Nervión de Honor.

PD: Ignatius, ¿qué tal la válvula?

Ignatius Reilly dijo...

Jajaja, mal cuando hay mucha tensión, ya sabes. Pero la teología y la geometría siempre son una buena terapia.