Anselmo de Canterbury (o San Anselmo como es conocido en los círculos cristianos) ideó un sencillo argumento con el cual pretendía demostrar la existencia de Dios. Con ello perseguía dar un soporte racional a la fé sin menoscabo alguno de la autoridad fehaciente de las sagradas escrituras. El argumento procede a priori del modo siguiente:
La idea de Dios (o su definición o su significado) es el de aquello de lo cual nada mayor puede pensarse. Dios es el mayor objeto posible del pensamiento.
Pero si un objeto del pensamiento no existe, otro exactamente igual a él pero existente, sería mayor.
Por lo tanto, el más grande de todos los objetos del pensamiento debe existir, porque si no otro, aún mayor debido a su existencia, sería posible.
Por lo tanto Dios existe.
La idea de Dios (o su definición o su significado) es el de aquello de lo cual nada mayor puede pensarse. Dios es el mayor objeto posible del pensamiento.
Pero si un objeto del pensamiento no existe, otro exactamente igual a él pero existente, sería mayor.
Por lo tanto, el más grande de todos los objetos del pensamiento debe existir, porque si no otro, aún mayor debido a su existencia, sería posible.
Por lo tanto Dios existe.
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