Blaise Pascal (1623-1662) fue un influyente pensador del siglo XVII. En matemática destacó por sus estudios acerca de la teoría de la probabilidad. En física contribuyó con aportaciones relacionadas con la dinámica de los fluidos y los conceptos de presión y vacío. En el campo de la filosofía se destacó por la defensa de un racionalismo laxo, abierto a las emociones y las pasiones. Suya es la célebre cita: El corazón posee razones que la razón no entiende. Su principal obra fue Pensamientos (publicada postmortem), en la cuál se introduce el ingenioso argumento que hoy conocemos como la Apuesta de Pascal. En él se nos pretende hacer ver que creer en Dios es más conveniente que no hacerlo.
Pascal siempre sostuvo que la finitud del entendimiento humano nunca podría dar cuenta de la infinitud de Dios. Si Dios es infinita inteligencia y las bestias son pura irracionalidad, el ser humano sería una mezcla de ambas sustancias: razón y pasión. La cuestión es que si nuestra inteligencia es finita, pues se ve coaccionada por nuestros impulsos de tipo fisiológico, sensitivo y desiderativo, jamás podrá dar cuenta de una sustancia infinita; y más aún, nunca será capaz de dar cuenta de la suprema inteligencia, de la entidad trascendente.
Que no sepamos ni podamos saber a ciencia cierta (véase racionalmente) si Dios existe o no, en principio, no debería ser un impedimento para llevar una vida buena. La cuestión para Pascal, en tanto que individuo concreto, no revestía gran importancia. Siempre creyó en la revelación de las sagradas escrituras y, más aún, después de que en 1954 sobreviviera milagrosamente a un accidente en el que estuvo a punto de morir ahogado, éste aspecto de su persona se acentuó de tal forma que se dedicó desde entonces al estudio exclusivo de la filosofía y la teología. Sin embargo, este problema epistemológico sí que preocupaba a Pascal en tanto que filósofo, si se quiere, moral. El asunto podría explicarse en los siguientes términos:
No cabe duda de que la moral cristiana es la mejor desde el punto de vista ético. Ahora bien, ¿cómo convencer a la gente para que lleven una vida de acuerdo a los principios morales del cristianismo, si no sabemos si Dios existe o no? La moral cristiana implica la imposibilidad de llevar una moral disoluta que aproveche todos los placeres del mundo real. Ahora bien, el escéptico podría decir que si finalmente Dios no existe, cuando muera no recibiré la reprobación de un juez supremo. ¿De qué me serviría actuar como si existiera si realmente no lo hace? Sería tirar mi vida a la basura. Y a fin de cuentas no sé si Dios existe o no. No tengo elementos de juicio para decantarme por una vida "buena" para estar al abrigo de un castigo divino tras mi muerte. ¿Por qué entonces debo actuar así?
Como se ve, para Pascal la partida se desarrolla en el terreno de juego de la moral o lo ético. Se trata de convencer al escéptico de que no lleve una vida inmoral (respecto al cristianismo). Para ello, desarrolla su célebre apuesta.
Pascal ve claramente que lo que hay es un espacio lógico de cuatro posibilidades, que surgen de la combinación del siguiente par de posibles ocurrencias: Que Dios exista o no y que se crea en Dios o no (es decir, que se lleve una vida buena o no). Así tenemos:
Posibilidad 1: Que Dios exista y yo crea en él.
Posibilidad 2: Que Dios exista y yo no crea en él.
Posibilidad 3: Que Dios no exista y yo crea en él.
Posibilidad 4: Que Dios no exista y yo no crea en él.
En la primera posibilidad ganaré el cielo, y con ello, una vida infinita de placer, que será infinitamente mejor que la vida llevada en la Tierra. En la segunda posibilidad iré al infierno, y con ello una vida que será infinitamente peor que la placentera llevada en la Tierra. En la tercera posibilidad habré desaprovechado esta vida finita, pero sin recompensa o reprobación infinita después. En la cuarta posibilidad, habré aprovechado una vida finita pero sin compensación ni reprobación infinita ulterior.
Para Pascal las cosas estaban claras: Creyendo en Dios se tiene la posibilidad de ganar una vida infinita de placer o de perder una vida finita de placer. No creyendo en Dios se tiene la posibilidad de ganar una vida finita de placer o de ganar una vida infinita de displacer. El coeficiente es claramente mejor para el creyente.
Wittgenstein dice en su Tractatus: La inmortalidad temporal del alma humana, es decir, su eterna supervivencia incluso después de la muerte, no sólo no esta garantizada en modo alguno, sino que, sobre todo, esta suposición no sirve en modo alguno para lo que siempre se ha pretendido alcanzar con ella. Pues, ¿se resuelve algún enigma porque yo viva eternamente? ¿No es quizás esa vida tan enigmática como la presente? La solución del enigma de la vida en el espacio y en el tiempo reside fuera del espacio y del tiempo.
Si lo que dice Wittgenstein es verdad, que realmente es bastante plausible, la apuesta de Pascal pierde todo su sentido. Ir al cielo o al infierno y vivir vidas infinitas en ellos no nos dice nada acerca de cómo serán esas vidas.
Pobre Pascal, él no se merece esta crítica. Démosle el beneficio de la duda. Supongamos que sus suposiciones son ciertas. Aún así, no creo que a Dios le hiciera mucha gracia que creyéramos en él por razones pragmáticas.
Pobre Pascal. Qué será de él.
Pascal siempre sostuvo que la finitud del entendimiento humano nunca podría dar cuenta de la infinitud de Dios. Si Dios es infinita inteligencia y las bestias son pura irracionalidad, el ser humano sería una mezcla de ambas sustancias: razón y pasión. La cuestión es que si nuestra inteligencia es finita, pues se ve coaccionada por nuestros impulsos de tipo fisiológico, sensitivo y desiderativo, jamás podrá dar cuenta de una sustancia infinita; y más aún, nunca será capaz de dar cuenta de la suprema inteligencia, de la entidad trascendente.
Que no sepamos ni podamos saber a ciencia cierta (véase racionalmente) si Dios existe o no, en principio, no debería ser un impedimento para llevar una vida buena. La cuestión para Pascal, en tanto que individuo concreto, no revestía gran importancia. Siempre creyó en la revelación de las sagradas escrituras y, más aún, después de que en 1954 sobreviviera milagrosamente a un accidente en el que estuvo a punto de morir ahogado, éste aspecto de su persona se acentuó de tal forma que se dedicó desde entonces al estudio exclusivo de la filosofía y la teología. Sin embargo, este problema epistemológico sí que preocupaba a Pascal en tanto que filósofo, si se quiere, moral. El asunto podría explicarse en los siguientes términos:
No cabe duda de que la moral cristiana es la mejor desde el punto de vista ético. Ahora bien, ¿cómo convencer a la gente para que lleven una vida de acuerdo a los principios morales del cristianismo, si no sabemos si Dios existe o no? La moral cristiana implica la imposibilidad de llevar una moral disoluta que aproveche todos los placeres del mundo real. Ahora bien, el escéptico podría decir que si finalmente Dios no existe, cuando muera no recibiré la reprobación de un juez supremo. ¿De qué me serviría actuar como si existiera si realmente no lo hace? Sería tirar mi vida a la basura. Y a fin de cuentas no sé si Dios existe o no. No tengo elementos de juicio para decantarme por una vida "buena" para estar al abrigo de un castigo divino tras mi muerte. ¿Por qué entonces debo actuar así?
Como se ve, para Pascal la partida se desarrolla en el terreno de juego de la moral o lo ético. Se trata de convencer al escéptico de que no lleve una vida inmoral (respecto al cristianismo). Para ello, desarrolla su célebre apuesta.
Pascal ve claramente que lo que hay es un espacio lógico de cuatro posibilidades, que surgen de la combinación del siguiente par de posibles ocurrencias: Que Dios exista o no y que se crea en Dios o no (es decir, que se lleve una vida buena o no). Así tenemos:
Posibilidad 1: Que Dios exista y yo crea en él.
Posibilidad 2: Que Dios exista y yo no crea en él.
Posibilidad 3: Que Dios no exista y yo crea en él.
Posibilidad 4: Que Dios no exista y yo no crea en él.
En la primera posibilidad ganaré el cielo, y con ello, una vida infinita de placer, que será infinitamente mejor que la vida llevada en la Tierra. En la segunda posibilidad iré al infierno, y con ello una vida que será infinitamente peor que la placentera llevada en la Tierra. En la tercera posibilidad habré desaprovechado esta vida finita, pero sin recompensa o reprobación infinita después. En la cuarta posibilidad, habré aprovechado una vida finita pero sin compensación ni reprobación infinita ulterior.
Para Pascal las cosas estaban claras: Creyendo en Dios se tiene la posibilidad de ganar una vida infinita de placer o de perder una vida finita de placer. No creyendo en Dios se tiene la posibilidad de ganar una vida finita de placer o de ganar una vida infinita de displacer. El coeficiente es claramente mejor para el creyente.
Wittgenstein dice en su Tractatus: La inmortalidad temporal del alma humana, es decir, su eterna supervivencia incluso después de la muerte, no sólo no esta garantizada en modo alguno, sino que, sobre todo, esta suposición no sirve en modo alguno para lo que siempre se ha pretendido alcanzar con ella. Pues, ¿se resuelve algún enigma porque yo viva eternamente? ¿No es quizás esa vida tan enigmática como la presente? La solución del enigma de la vida en el espacio y en el tiempo reside fuera del espacio y del tiempo.
Si lo que dice Wittgenstein es verdad, que realmente es bastante plausible, la apuesta de Pascal pierde todo su sentido. Ir al cielo o al infierno y vivir vidas infinitas en ellos no nos dice nada acerca de cómo serán esas vidas.
Pobre Pascal, él no se merece esta crítica. Démosle el beneficio de la duda. Supongamos que sus suposiciones son ciertas. Aún así, no creo que a Dios le hiciera mucha gracia que creyéramos en él por razones pragmáticas.
Pobre Pascal. Qué será de él.
5 comentarios:
En términos extrictos de juego, parece que Pascal no era un jugador arriesgado, mejor hubiera sido que le eche un poco de riesgo jeje. Es curioso como en una mente tan científica como la suya esté tan enraizada la superstición de que la Biblia sea en verdad palabra de Dios. Pero weno, su época es su época.
Qué curiosas pueden ser las palabras de un fraile
Conocía la apuesta, de hecho me quedé bastante sorprendida por lo "bien montada" que estaba cuando me la enseñaron, pero no le había prestado la atención necesaria a mi querido Witt, cosa que me has enseñado tú :)
Yo me quedo con "¿No es quizás esa vida tan enigmática como la presente?"Imagínate que hubiera cielo, que fuéramos allí y que nos encontráramos exactamente con la misma basura que hay en este mundo. No podemos saberlo, estamos igual.
Tanto contrafáctico al final no sirve de nada.
Pero yo creo que sí se merece la crítica }:-)
El parágrafo que más me gusta del Tractatus. El resto, si criticas la independencia lógica de los objetos, se viene abajo. (Los colores son un buen ejemplo de ello: cosas que pueden ser consideradas atómicas desde el punto de vista de la percepción, y que sin duda no son independientes; están dentro de un espectro.).
En relación a que Pascal sí se merece la crítica... No sé, me da penita. En el caso de Pascal, si Dios no existe, Pascal la caga. Y si existe, con independencia de la objeción de Wittgenstein, no creo que le hiciera mucha gracia a Dios que la cuestión de la fe en él se solucione como una cuestión del mínimo riesgo a la hora de tomar una desición. Ergo, tb la caga si existe.
¿No es patético? xD
En realidad a mi si que me parece arriesgada la apuesta de Pascal, le veo que tiene todas las de perder. Pogamos que Dios no existe, a desperdiciado la única vida que tenía, vaya putada. Pongamos que si existe... vivir eternamente? por favor, me muero del asco.
Es menos arriesgada mi apuesta, vivir la vida, como tu quieras, independientemente de que dios exista o no, sin creer ni dejar de creer, vamos sin planteartelo. Que Dios existe? Pues te vas al infierno con el angel caído que seguro que es más divertido que Dios, y además que te quiten lo bailau. Que no existe? Pues está todo dicho.
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