1. Riders Of The Plague (4:01)
2. Dead And Gone (5:02)
3. The Murder (5:23)
4. Echoes (5:05)
5. World Divides (5:35)
6. Prosperity (4:08)
7. Untitled (0:04)
8. Awakening (5:14)
9. Merciless (6:45)
10. Into The Pit (2:48)
11. The Victorius Dead (4:16)
12. Outro (7:03)
2. Dead And Gone (5:02)
3. The Murder (5:23)
4. Echoes (5:05)
5. World Divides (5:35)
6. Prosperity (4:08)
7. Untitled (0:04)
8. Awakening (5:14)
9. Merciless (6:45)
10. Into The Pit (2:48)
11. The Victorius Dead (4:16)
12. Outro (7:03)
Corrían los primeros años del nuevo siglo y la escena americana de metal estaba infestada de copias de copias de copias de bandas que eran copias de copias de algo que fue considerado como original en su momento. Ese algo original puede ser englobado bajo los primeros discos de Korn y Deftones. El fenómeno subyacente, el arte del plagio, el new metal. Me imagino que todos conoceréis el argumento de la peli, aunque por si acaso, y para los rezagados, decribiré a trazos gruesos de que trataba.
La historia puede remontarse hasta los años 60, pero no me apatece hacerlo. Principios de los años 90 fue una época clave para comprender el salto que dio el rock más underground a los primeros puestos de los charts de éxitos. Las multinacionales pusieron su mirada en bandas como Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden o Alice In Chains para intentar revitalizar (es decir, para seguir manteniendo el margen de beneficios de) una escena rockera que empezaba a ser casposa con tan infame sobreabundancia de glam y lentejuelas. El cajón de sastre que sería a posteriori denominado Grunge albergaba por aquel entonces un puñado de bandas originales. Pero por poco tiempo. En cosa de apenas tres o cuatro años había bandas a cascoporro ya, todas imitándose y, a la (relativamente) larga, fagocitando un estilo que realmente nunca llegó a ser semejante cosa. Por 1994 el grunge daba sus últimos pistoletazos de vida (veáse: de muerte).
La industría discográfica puso entonces de nuevo su atención en el underground, tal y como hizo cinco años antes. Fruto de ello fue el surgimiento de un estilo nuevo y fresco, sin complejos, sin prejuicios y, sobre todo, dificilmente encasillable. En otras palabras: surgió el tan denostado a la larga New Metal. Surgieron grupos como Korn y Deftones que revolucionaron el panorama del metal y, en general, el de la música. Guitarras pesadas, ritmos hip-hoperos, rapeados, influencias funky, hardcore, pop de los ochenta y un largo etc eran las señas de (¿cabe decirlo?) identidad del nuevo estilo. Básicamente tocabas new metal si mezclabas metal con algo ajeno al estilo. Por supuesto, también tocabas new metal si imitabas a Korn o a Deftones. Esto fue lo más habitual.
Los años tampoco pasaron en balde por el New Metal y durante los primeros años del nuevo siglo se empezó a notar un bajón de popularidad. La prensa especializada entonces puso sus ojos en un nuevo movimiento que rotularon como NWOAHM. No era otra cosa sino una mezcla del groove metal más yanki, con grandes dosis de thrash de la bay area y, lo más sorprendente de todo, ciertas pinceladas más que notorias del death melódico escandinavo. Una vuelta a los orígenes, se dijo. Bueno, eso es más que discutible (¿orígenes de qué?). En cualquier caso a la palestra subieron agrupaciones como God Forbid, Shadows Fall, Devildriver o unos renacidos Chimaira. Con ellas el metal extremo nunca ha sido tan popular en EEUU, al menos, en las vertientes del metal extremo menos extremas. Además gracias a este boom del metal cañero, se estableció un puente entre EEUU y Europa: bandas como In Flames, Soilwork, Arch Enemy o The Haunted empezaron a tener repercusión al otro lado del atlántico.
En cualquier caso, y como no podía ser de otro modo, este fenómeno empieza a dar visos de agotarse. Y es que no es que la historia sea cíclica, pero sí parece que se repiten ciertos patrones en ella. Hoy en día la sobreabundancia de grupos que se han subido al carro del estilo empieza a ser preocupante. Las ideas empiezan a copiarse y la originalidad brilla por su ausencia. Todo esto traerá consigo la muerte natural del estilo. Tiempo al tiempo (o más bien: tiempo al Tiempo).
Todo esta pedrada de introducción me sirve para presentaros, de manera más o menos efectiva, lo que significa el nuevo disco de The Absence.
Para los que no conozcáis The Absence, deciros que son conocidos por su confrontación contra Trivium, en la cuál les acusaron de haber abandonado sus raices true metal para venderse al mercado. Incitaron a sus fans a que "vendieran" sus camisetas de Trivium después de sus conciertos. En fin, como niños. Desde el punto de vista estríctamente musical, se trata de un grupo con pocos pasos en esto de la música. En 2004 editaron un EP homónimo y un año después su primer larga duración, From Your Grave. En agosto de 2007 presentaron lo que hasta ahora es su último disco y motivo de esta crítica: Riders Of The Plague.
Técnicamente se sitúan en unas coordenadas muy similares a grupos como Arch Enemy, los últimos Machine Head, Carcass y, bueno, esto podéis mirarlo en las últimas líneas de esta crítica. Cabe catalogarlos como una miscelánea de death metal melódico, thrash y poca originalidad. Sí, poca originalidad, porque si algo destila este lanzamiento por todos los poros es eso. Veámos por qué.
El disco arranca con Riders Of The Plague. Buen inicio de disco. Velocidad, caña y violencia sonora componen la tarjeta de presentación del disco. Riffes afilados y harmonías bien tratadas guían una composición en la que el vocalista se desgatiña las cuerdas vocales en la que es una de las mejores canciones del disco.
Dead And Gone es la siguiente en sonar. Primer single del disco, nos muestra la faceta más contundente del grupo. Riffes con mucho groove y buenas harmonías nuevamente. Si algo bueno tiene este disco es el trabajo guitarrero en solos y harmonías tipicamente suecas. La batería en esta canción se muestra contundente, pero sin más arreglos de los necesarios, comedida por el ímpetu de las seis cuerdas. Al bajo no se le oye. No es una mala canción, pero tampoco es muy buena. Yo habría elegido otra canción para promocionar el redondo. Y de paso, habría hecho un videoclip.
La siguiente en reproducirse es The Murder. Comienza sin más arreglos que con unas guitarras acústicas. De tenues ecos arábigos, rápidamente el tema hace un viraje de 180 grados hacia tendencias thrashers con una velocidad arrolladora en todos los instrumentos. Con alguna que otra parte death, el estribillo torna hacia las melodías interpretadas al principio de la canción por las guitarras acústicas, claro está, ahora con toda la electricidad de sus instrumentos habituales. Esta vez el solo, a pesar de introducir un brevísimo pasaje que hará recordar a Dream Theater, no está a la altura de los mejores de este disco. En general, una canción que acaba cansando, como casi todas las incluidas en este disco.
Las dos siguientes son sin duda lo mejor de este disco. En primer lugar, nos encontramos con una composición titulada Echoes, que sin lugar a dudas cuenta con un trabajo guitarrístico muy notable en cada una de sus estrofas, hasta concluir en un estribillo con una melodía que gustará todos aquellos del death melódico en su estado más puro. Una canción que no aburre, en la que cada uno de sus elementos juegan un papel bastante destacado en todo el desarrollo de la misma. Atención: nuevamente el solo. La otra es World Divides, la mejor canción de todo el disco. Una pieza que te parecerá haber sido compuesta por otras manos y otras mentes que las del resto del album. Comienza con un majestuoso riff de guitarra en la mejor escuela hermanos Amott. Tras esto, se incorporan el resto de instrumentos en lo que es el arranque más impetuoso y de mayor pegada de todo el album. Sin duda, es mejor que la escuchéis y la juzguéis vosotros mismos (o lo que viene a ser lo mismo: suspendáis el juicio escuchándola). Si todas las canciones encerradas en este Riders Of The Plague fueran de este nivel, estaríamos hablando de un album de 9,5 para arriba. Obviamente, este no es el caso. Y no es el caso porque de aquí hasta el final nos encontraremos con estructuras ya oidas, falta de ideas y un exharcebado peso en la composición de las tareas solísticas de los guitarristas. Nada nuevo bajo el sol, y si cabe, proyectando menos sombra.
Prosperity es una instrumental que no tiene demasiado que ofrecer. Una canción de cuatro minutos que podía haber sido condensada en menos tiempo y con ello evitar la repetición en la estructura, por otra parte, como en el resto de las canciones del disco, pero a menos velocidad.
Untitled es un puente de cuatro segundos de silencio que sirve para introducirnos a Awakening. Una canción que comienza bien, con unas melodías que preparan para un derroche de épica, pero que al final defraudan y siguen la línea habitual. Sin el menor indicio de riesgo. Apostando a lo seguro.
Le sigue Merciless, una composición que se extiende durante casi siete minutos. Comienza con una guitarra solista que sirve como introducción a otro tema cansino de doble bombo y riffes mil veces oídos. Lo mejor, nuevamente el esparcimiento individual de cada uno de los músicos hacia el final del tema ya, cercano al progresivo. Interesante, pero no suficiente.
Into The Pit es una breve pieza que va directa a la yugular. En una onda muy de la Bay Area de San Francisco, el tema se destapa como una canción simple, directa y entretenida, con un estribillo que hará recordar a Suicidal Tendencies o Testament con esos coros a cuchillo. La reiteración y el virtuosismo innecesario son dejados a un lado esta vez en pos de una mayor crudeza y, sobre todo, en favor de una propuesta más directa. Pese a no tener nada especial, se agradece una canción de menos de tres minutos sin mayores pretensiones que las de ir a lo que se le presupone que es a lo que debería ir. Sin más ni menos.
The Victorius Dead es el penúltimo track del album. Un tema decente que juega con tendencias thrashers cuando no lo hace con líneas gotemburgueras. Vamos, más de lo mismo, pero si cabe, un pelín mejor. Tampoco sin pasarse. Nuevamente el solo y la parte instrumental de mitad del tema son para quitarse el sombrero. El único aspecto redundante en el CD digno de elogiar.
El último corte del album lleva un austero y parco descriptivamente a la par que explícito Outro. Sin más, tampoco era plan de comerse mucho el tarro. Nada, otra instrumental, con alguna que otra melodía realmente sugestiva y en general, con los mismos piques de guitarras. Más de lo mismo. Al final del corte y tras unos minutos en silencio se oye la voz de un tipo dejando un mensaje en un contestador diciendo cosas tales como "te encontraré" y similares. Pues vale.
Este Riders Of The Plague no pasará a la historia como uno de los grandes discos del género en el que está subsumido. Pese a tener alguna que otra buena canción, y un temazo como es Worls Divides, en general padece demadiadas carencias en la composición de las canciones. Veáse, principalmente, carencias estructurales, del esqueleto de los temas. Este hecho no es baladí, pues pese a contar con músicos que nos son precisamente mancos en sus respectivas tareas, el disco aburre, y lo hace mucho. Otro defecto que le veo al disco es la longitud de la mayoría de las canciones, superando casi todas ellas los cinco minutos de extensión. Este hecho por sí solo no debería revestir mayor importancia, pues la duración de un tema viene determinada por lo que el propio tema exige. Pero en el caso de The Absence, da la sensación de que hay una premeditación por llegar a tales cotas de duración. Lo que debería ser un estilo fresco y directo, acaba convirtiéndose en algo más bien cansino, precisa y principalmente por este hecho.
Naturalmente que este disco no es completa y desaforada basura. Nada de eso. La mentada World Divides y las aptitudes musicales, sobre todo de los guitarristas, hacen que este pueda ser un disco entretenido por algún tiempo, al menos en lo que de virtuosismo puede llegar a contener. El error, a mi entender, es considerar que con el solo virtuosismo baste y, más aún, que sea interpretado como pilar maestro que sustente todo lo demás. En esto pecan los americanos, según creo. En cualquier caso, éste es un error subsanable en futuras placas, pues, a pesar de todo, este Riders Of The Plague sólo es su segundo album. Parejo a esto, se encuentra el asunto de las influencia de que beben (Arch Enemy sobre todo). En relación a esto, sólo les queda encontrar su propio camino, que diría un Siddartha. Más difícil lo tienen respecto al estilo que practican, pues como ha sido enunciado en la introducción de esta crítica, la ingente proliferación y masificación death metal melódico en tierras americanas y europeas hacen, a su vez, que con la única buena composición no baste. Pues, cuando un estilo se populariza, encontrar el camino propio, no sólo es importante, sino que pasa a ser fundamental. Mientras sucede o no esto, tenemos Riders Of The Plague, un disco que aburrirá a muchos, no sorprenderá a nadie y a algunos les entretendrá durante algún tiempo.
La historia puede remontarse hasta los años 60, pero no me apatece hacerlo. Principios de los años 90 fue una época clave para comprender el salto que dio el rock más underground a los primeros puestos de los charts de éxitos. Las multinacionales pusieron su mirada en bandas como Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden o Alice In Chains para intentar revitalizar (es decir, para seguir manteniendo el margen de beneficios de) una escena rockera que empezaba a ser casposa con tan infame sobreabundancia de glam y lentejuelas. El cajón de sastre que sería a posteriori denominado Grunge albergaba por aquel entonces un puñado de bandas originales. Pero por poco tiempo. En cosa de apenas tres o cuatro años había bandas a cascoporro ya, todas imitándose y, a la (relativamente) larga, fagocitando un estilo que realmente nunca llegó a ser semejante cosa. Por 1994 el grunge daba sus últimos pistoletazos de vida (veáse: de muerte).
La industría discográfica puso entonces de nuevo su atención en el underground, tal y como hizo cinco años antes. Fruto de ello fue el surgimiento de un estilo nuevo y fresco, sin complejos, sin prejuicios y, sobre todo, dificilmente encasillable. En otras palabras: surgió el tan denostado a la larga New Metal. Surgieron grupos como Korn y Deftones que revolucionaron el panorama del metal y, en general, el de la música. Guitarras pesadas, ritmos hip-hoperos, rapeados, influencias funky, hardcore, pop de los ochenta y un largo etc eran las señas de (¿cabe decirlo?) identidad del nuevo estilo. Básicamente tocabas new metal si mezclabas metal con algo ajeno al estilo. Por supuesto, también tocabas new metal si imitabas a Korn o a Deftones. Esto fue lo más habitual.
Los años tampoco pasaron en balde por el New Metal y durante los primeros años del nuevo siglo se empezó a notar un bajón de popularidad. La prensa especializada entonces puso sus ojos en un nuevo movimiento que rotularon como NWOAHM. No era otra cosa sino una mezcla del groove metal más yanki, con grandes dosis de thrash de la bay area y, lo más sorprendente de todo, ciertas pinceladas más que notorias del death melódico escandinavo. Una vuelta a los orígenes, se dijo. Bueno, eso es más que discutible (¿orígenes de qué?). En cualquier caso a la palestra subieron agrupaciones como God Forbid, Shadows Fall, Devildriver o unos renacidos Chimaira. Con ellas el metal extremo nunca ha sido tan popular en EEUU, al menos, en las vertientes del metal extremo menos extremas. Además gracias a este boom del metal cañero, se estableció un puente entre EEUU y Europa: bandas como In Flames, Soilwork, Arch Enemy o The Haunted empezaron a tener repercusión al otro lado del atlántico.
En cualquier caso, y como no podía ser de otro modo, este fenómeno empieza a dar visos de agotarse. Y es que no es que la historia sea cíclica, pero sí parece que se repiten ciertos patrones en ella. Hoy en día la sobreabundancia de grupos que se han subido al carro del estilo empieza a ser preocupante. Las ideas empiezan a copiarse y la originalidad brilla por su ausencia. Todo esto traerá consigo la muerte natural del estilo. Tiempo al tiempo (o más bien: tiempo al Tiempo).
Todo esta pedrada de introducción me sirve para presentaros, de manera más o menos efectiva, lo que significa el nuevo disco de The Absence.
Para los que no conozcáis The Absence, deciros que son conocidos por su confrontación contra Trivium, en la cuál les acusaron de haber abandonado sus raices true metal para venderse al mercado. Incitaron a sus fans a que "vendieran" sus camisetas de Trivium después de sus conciertos. En fin, como niños. Desde el punto de vista estríctamente musical, se trata de un grupo con pocos pasos en esto de la música. En 2004 editaron un EP homónimo y un año después su primer larga duración, From Your Grave. En agosto de 2007 presentaron lo que hasta ahora es su último disco y motivo de esta crítica: Riders Of The Plague.
Técnicamente se sitúan en unas coordenadas muy similares a grupos como Arch Enemy, los últimos Machine Head, Carcass y, bueno, esto podéis mirarlo en las últimas líneas de esta crítica. Cabe catalogarlos como una miscelánea de death metal melódico, thrash y poca originalidad. Sí, poca originalidad, porque si algo destila este lanzamiento por todos los poros es eso. Veámos por qué.
El disco arranca con Riders Of The Plague. Buen inicio de disco. Velocidad, caña y violencia sonora componen la tarjeta de presentación del disco. Riffes afilados y harmonías bien tratadas guían una composición en la que el vocalista se desgatiña las cuerdas vocales en la que es una de las mejores canciones del disco.
Dead And Gone es la siguiente en sonar. Primer single del disco, nos muestra la faceta más contundente del grupo. Riffes con mucho groove y buenas harmonías nuevamente. Si algo bueno tiene este disco es el trabajo guitarrero en solos y harmonías tipicamente suecas. La batería en esta canción se muestra contundente, pero sin más arreglos de los necesarios, comedida por el ímpetu de las seis cuerdas. Al bajo no se le oye. No es una mala canción, pero tampoco es muy buena. Yo habría elegido otra canción para promocionar el redondo. Y de paso, habría hecho un videoclip.
La siguiente en reproducirse es The Murder. Comienza sin más arreglos que con unas guitarras acústicas. De tenues ecos arábigos, rápidamente el tema hace un viraje de 180 grados hacia tendencias thrashers con una velocidad arrolladora en todos los instrumentos. Con alguna que otra parte death, el estribillo torna hacia las melodías interpretadas al principio de la canción por las guitarras acústicas, claro está, ahora con toda la electricidad de sus instrumentos habituales. Esta vez el solo, a pesar de introducir un brevísimo pasaje que hará recordar a Dream Theater, no está a la altura de los mejores de este disco. En general, una canción que acaba cansando, como casi todas las incluidas en este disco.
Las dos siguientes son sin duda lo mejor de este disco. En primer lugar, nos encontramos con una composición titulada Echoes, que sin lugar a dudas cuenta con un trabajo guitarrístico muy notable en cada una de sus estrofas, hasta concluir en un estribillo con una melodía que gustará todos aquellos del death melódico en su estado más puro. Una canción que no aburre, en la que cada uno de sus elementos juegan un papel bastante destacado en todo el desarrollo de la misma. Atención: nuevamente el solo. La otra es World Divides, la mejor canción de todo el disco. Una pieza que te parecerá haber sido compuesta por otras manos y otras mentes que las del resto del album. Comienza con un majestuoso riff de guitarra en la mejor escuela hermanos Amott. Tras esto, se incorporan el resto de instrumentos en lo que es el arranque más impetuoso y de mayor pegada de todo el album. Sin duda, es mejor que la escuchéis y la juzguéis vosotros mismos (o lo que viene a ser lo mismo: suspendáis el juicio escuchándola). Si todas las canciones encerradas en este Riders Of The Plague fueran de este nivel, estaríamos hablando de un album de 9,5 para arriba. Obviamente, este no es el caso. Y no es el caso porque de aquí hasta el final nos encontraremos con estructuras ya oidas, falta de ideas y un exharcebado peso en la composición de las tareas solísticas de los guitarristas. Nada nuevo bajo el sol, y si cabe, proyectando menos sombra.
Prosperity es una instrumental que no tiene demasiado que ofrecer. Una canción de cuatro minutos que podía haber sido condensada en menos tiempo y con ello evitar la repetición en la estructura, por otra parte, como en el resto de las canciones del disco, pero a menos velocidad.
Untitled es un puente de cuatro segundos de silencio que sirve para introducirnos a Awakening. Una canción que comienza bien, con unas melodías que preparan para un derroche de épica, pero que al final defraudan y siguen la línea habitual. Sin el menor indicio de riesgo. Apostando a lo seguro.
Le sigue Merciless, una composición que se extiende durante casi siete minutos. Comienza con una guitarra solista que sirve como introducción a otro tema cansino de doble bombo y riffes mil veces oídos. Lo mejor, nuevamente el esparcimiento individual de cada uno de los músicos hacia el final del tema ya, cercano al progresivo. Interesante, pero no suficiente.
Into The Pit es una breve pieza que va directa a la yugular. En una onda muy de la Bay Area de San Francisco, el tema se destapa como una canción simple, directa y entretenida, con un estribillo que hará recordar a Suicidal Tendencies o Testament con esos coros a cuchillo. La reiteración y el virtuosismo innecesario son dejados a un lado esta vez en pos de una mayor crudeza y, sobre todo, en favor de una propuesta más directa. Pese a no tener nada especial, se agradece una canción de menos de tres minutos sin mayores pretensiones que las de ir a lo que se le presupone que es a lo que debería ir. Sin más ni menos.
The Victorius Dead es el penúltimo track del album. Un tema decente que juega con tendencias thrashers cuando no lo hace con líneas gotemburgueras. Vamos, más de lo mismo, pero si cabe, un pelín mejor. Tampoco sin pasarse. Nuevamente el solo y la parte instrumental de mitad del tema son para quitarse el sombrero. El único aspecto redundante en el CD digno de elogiar.
El último corte del album lleva un austero y parco descriptivamente a la par que explícito Outro. Sin más, tampoco era plan de comerse mucho el tarro. Nada, otra instrumental, con alguna que otra melodía realmente sugestiva y en general, con los mismos piques de guitarras. Más de lo mismo. Al final del corte y tras unos minutos en silencio se oye la voz de un tipo dejando un mensaje en un contestador diciendo cosas tales como "te encontraré" y similares. Pues vale.
Este Riders Of The Plague no pasará a la historia como uno de los grandes discos del género en el que está subsumido. Pese a tener alguna que otra buena canción, y un temazo como es Worls Divides, en general padece demadiadas carencias en la composición de las canciones. Veáse, principalmente, carencias estructurales, del esqueleto de los temas. Este hecho no es baladí, pues pese a contar con músicos que nos son precisamente mancos en sus respectivas tareas, el disco aburre, y lo hace mucho. Otro defecto que le veo al disco es la longitud de la mayoría de las canciones, superando casi todas ellas los cinco minutos de extensión. Este hecho por sí solo no debería revestir mayor importancia, pues la duración de un tema viene determinada por lo que el propio tema exige. Pero en el caso de The Absence, da la sensación de que hay una premeditación por llegar a tales cotas de duración. Lo que debería ser un estilo fresco y directo, acaba convirtiéndose en algo más bien cansino, precisa y principalmente por este hecho.
Naturalmente que este disco no es completa y desaforada basura. Nada de eso. La mentada World Divides y las aptitudes musicales, sobre todo de los guitarristas, hacen que este pueda ser un disco entretenido por algún tiempo, al menos en lo que de virtuosismo puede llegar a contener. El error, a mi entender, es considerar que con el solo virtuosismo baste y, más aún, que sea interpretado como pilar maestro que sustente todo lo demás. En esto pecan los americanos, según creo. En cualquier caso, éste es un error subsanable en futuras placas, pues, a pesar de todo, este Riders Of The Plague sólo es su segundo album. Parejo a esto, se encuentra el asunto de las influencia de que beben (Arch Enemy sobre todo). En relación a esto, sólo les queda encontrar su propio camino, que diría un Siddartha. Más difícil lo tienen respecto al estilo que practican, pues como ha sido enunciado en la introducción de esta crítica, la ingente proliferación y masificación death metal melódico en tierras americanas y europeas hacen, a su vez, que con la única buena composición no baste. Pues, cuando un estilo se populariza, encontrar el camino propio, no sólo es importante, sino que pasa a ser fundamental. Mientras sucede o no esto, tenemos Riders Of The Plague, un disco que aburrirá a muchos, no sorprenderá a nadie y a algunos les entretendrá durante algún tiempo.
Me quedo con: Riders Of The Plague, Echos, World Divides,
Si te Gustan: Arch Enemy, The Haunted, Callenish Circle, Fear My Thoughts, Hatesphere, Carcass, At The Gates, Machine Head, God Forbid.
Si te Gustan: Arch Enemy, The Haunted, Callenish Circle, Fear My Thoughts, Hatesphere, Carcass, At The Gates, Machine Head, God Forbid.
Valoración: 5.7 /10
2 comentarios:
Muy buena reseña, pero me siento obligado a hacer la aclaración que into the pit es un cover de Testament
hijo de perra pon el link
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