Del irregular director Joel Schumacher, nos llegó hace cuatro años a nuestras pantallas Última Llamada, una película que pasó medianamente desapercibida por estos lares. Craso error, pues se trata de una película vibrante, entretenida y agobiante. Y además, sólo requiere de 75 minutos de tiempo libre.
Con un guión escrito por Larry Cohen, la historia nos presenta a Stuart Shepard, interpretado por Colin Farrell, un publicista residente en la gran manzana, que no duda en utilizar las más diversas artimañas para conseguir sus objetivos. En apenas diez minutos, tenemos un retrato bastante consistente de la personalidad del protagonista: codicioso, manipulador, mentiroso, arrogante, sin escrúpulos, tirano, adúltero... una lindeza moral. Como todos los días, se dirige a la misma cabina telefónica para llamar a su amante, Pamela McFadden (Katie Holmes), una joven actriz a la que nuestro protagonista seduce con sus habituales cantos de sirena acerca de incipientes promesas laborales; todo ello para entablar una cita con ella y poder follársela. Pero cuando cuelga, suena el teléfono. Y Stu, movido por una irrefrenable sensación de que el mundo gira alrededor suyo, descuelga. Una voz grave se dirige a él. Le dice que no cuelgue si no quiere morir.
Con estos ingredientes se va cocinando un thriller de altura. Una película que no da tregua al espectador en su desarrollo y que le mantiene expectante hasta el último minuto. Porque si algo destacable tiene el film, es su capacidad para atrapar al espectador desde el primer minuto de la llamada. La atmósfera lograda por Joel Schumacher consigue hacer partícipe al expectador de todo lo que sucede. Consigue hacer que te sientas como si tú mismo estuvieras en la cabina.
En este sentido, la caracterización del papel interpretado por Colin Farrell es magnífica. El actor consigue que su personaje se vaya transformando progresivamente a lo largo de la llamada. De la excesiva auto-confianza de los instantes iniciales hasta la debilidad y vulnerabilidad del desenlace, somos testigos del derrumbamiento moral de un personaje por el que en un principio sentimos odio, luego asco, más tarde pena y finalmente una identificación con su persona. Todo ello lo transmite Farrell principalmente por medio de sus rasgos faciales.
Y si Farrell comunica con sus gestos, el otro lado de la línea telefónica no lo hace sino con la voz. Y qué voz, nada más y nada menos que la de Kiefer Sutherland. La voz de un genio malévolo que tiene todo presdispuesto omniscientemente para someter a diversas pruebas morales y psicológicas a nuestro protagonista, que si las falla, será asesinado. Soberbia la interpretación del hijo de Donald, logra crear a la perfección el papel de juez de las acciones de Stu, de juez universal, de juez situado más allá del bien y del mal.
Sin embargo, el resto del elenco de actores, y por ello, el resto de personajes, brillan con una luz mucho más tenue que la del dueto principal. Así tenemos a un jefe de policía dubitativo y con problemas psicológicos, pero cuya materialización en el actor Forest Withaker tan sólo raya el aprobado. Algo que podía haber dado más juego, sin duda, y que no ofrece todo el desarrollo que cabría esperar, es la pareja de féminas compuestas por la amante de Stu y la mujer de éste (Radha Mitchell). Ambos personajes son opacos, sin profundidad y como dibujados mediante retazos hechos por un niño de tres años. En cuanto al resto de secundarios, desde las putas hasta el policía tocapelotas o el repartidor de pizza, cumplen sin llegar a sobresalir.
Desde un punto de vista más técnico nos encontramos con una más que aceptable fotografía. Habiendo escenas rodadas en Times Square, y estando la película ambientada en la Gran Manzana, el resto de escenas fueron rodadas en Los Ángeles. Este hecho, sin embargo, está muy bien disimulado, pues la sensación de que la historia que te están contando realmente sucede en Manhatan está muy bien lograda. La iluminación, en ello, juega un papel decisivo, no habiendo grandes diferencias entre las secuencias en las que Stu y su servil ayudante se patean Times Square y las que suceden en la cabina. Podemos decir que esta vez, Schumacher ha hecho un excelente trabajo de planificación, pues la peli se rodó en apenas poco más de 10 días, y el resultado está más cuidado de lo que cabría esperar.
En cuanto al montaje, es destacable la interposición de planos de la cabina, con Shepard en el interior, con imágenes externas. Y cómo ello transmite la sensación de que puedes estar en tus últimos segundos de vida y nada ni nadie se dará cuenta de ello. Menos conspicuo estéticamente, quizá, sea la intersección de parcelas en las que aparecen al principio la amante y más tarde la mujer del protagonista. Con el objetivo presumiblemente de no despegar al espectador del centro giratorio del film, la cabina, tal vez el asunto podría haberse solucionado de un modo más fluido y bonito.
Sin más ambages, lo que nos cuenta Última Llamada es una fábula moral en la que un publicista de medio pelo y henchido de sí mismo busca la expiación de todas sus malas obras para superar con éxito el veredicto de su interlocutor. La película consigue mediante esta premisa despertar el miedo en el espectador, en base a que nunca sabes cuando estás siendo observado, y a la cotidianeidad de la situación contextual. Pero sobre todo, esta cinta es un excelente film, en clave de suspense, que te mantendrá poco más de una hora pegado al televisor. Y es que, lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Con un guión escrito por Larry Cohen, la historia nos presenta a Stuart Shepard, interpretado por Colin Farrell, un publicista residente en la gran manzana, que no duda en utilizar las más diversas artimañas para conseguir sus objetivos. En apenas diez minutos, tenemos un retrato bastante consistente de la personalidad del protagonista: codicioso, manipulador, mentiroso, arrogante, sin escrúpulos, tirano, adúltero... una lindeza moral. Como todos los días, se dirige a la misma cabina telefónica para llamar a su amante, Pamela McFadden (Katie Holmes), una joven actriz a la que nuestro protagonista seduce con sus habituales cantos de sirena acerca de incipientes promesas laborales; todo ello para entablar una cita con ella y poder follársela. Pero cuando cuelga, suena el teléfono. Y Stu, movido por una irrefrenable sensación de que el mundo gira alrededor suyo, descuelga. Una voz grave se dirige a él. Le dice que no cuelgue si no quiere morir.
Con estos ingredientes se va cocinando un thriller de altura. Una película que no da tregua al espectador en su desarrollo y que le mantiene expectante hasta el último minuto. Porque si algo destacable tiene el film, es su capacidad para atrapar al espectador desde el primer minuto de la llamada. La atmósfera lograda por Joel Schumacher consigue hacer partícipe al expectador de todo lo que sucede. Consigue hacer que te sientas como si tú mismo estuvieras en la cabina.
En este sentido, la caracterización del papel interpretado por Colin Farrell es magnífica. El actor consigue que su personaje se vaya transformando progresivamente a lo largo de la llamada. De la excesiva auto-confianza de los instantes iniciales hasta la debilidad y vulnerabilidad del desenlace, somos testigos del derrumbamiento moral de un personaje por el que en un principio sentimos odio, luego asco, más tarde pena y finalmente una identificación con su persona. Todo ello lo transmite Farrell principalmente por medio de sus rasgos faciales.
Y si Farrell comunica con sus gestos, el otro lado de la línea telefónica no lo hace sino con la voz. Y qué voz, nada más y nada menos que la de Kiefer Sutherland. La voz de un genio malévolo que tiene todo presdispuesto omniscientemente para someter a diversas pruebas morales y psicológicas a nuestro protagonista, que si las falla, será asesinado. Soberbia la interpretación del hijo de Donald, logra crear a la perfección el papel de juez de las acciones de Stu, de juez universal, de juez situado más allá del bien y del mal.
Sin embargo, el resto del elenco de actores, y por ello, el resto de personajes, brillan con una luz mucho más tenue que la del dueto principal. Así tenemos a un jefe de policía dubitativo y con problemas psicológicos, pero cuya materialización en el actor Forest Withaker tan sólo raya el aprobado. Algo que podía haber dado más juego, sin duda, y que no ofrece todo el desarrollo que cabría esperar, es la pareja de féminas compuestas por la amante de Stu y la mujer de éste (Radha Mitchell). Ambos personajes son opacos, sin profundidad y como dibujados mediante retazos hechos por un niño de tres años. En cuanto al resto de secundarios, desde las putas hasta el policía tocapelotas o el repartidor de pizza, cumplen sin llegar a sobresalir.
Desde un punto de vista más técnico nos encontramos con una más que aceptable fotografía. Habiendo escenas rodadas en Times Square, y estando la película ambientada en la Gran Manzana, el resto de escenas fueron rodadas en Los Ángeles. Este hecho, sin embargo, está muy bien disimulado, pues la sensación de que la historia que te están contando realmente sucede en Manhatan está muy bien lograda. La iluminación, en ello, juega un papel decisivo, no habiendo grandes diferencias entre las secuencias en las que Stu y su servil ayudante se patean Times Square y las que suceden en la cabina. Podemos decir que esta vez, Schumacher ha hecho un excelente trabajo de planificación, pues la peli se rodó en apenas poco más de 10 días, y el resultado está más cuidado de lo que cabría esperar.
En cuanto al montaje, es destacable la interposición de planos de la cabina, con Shepard en el interior, con imágenes externas. Y cómo ello transmite la sensación de que puedes estar en tus últimos segundos de vida y nada ni nadie se dará cuenta de ello. Menos conspicuo estéticamente, quizá, sea la intersección de parcelas en las que aparecen al principio la amante y más tarde la mujer del protagonista. Con el objetivo presumiblemente de no despegar al espectador del centro giratorio del film, la cabina, tal vez el asunto podría haberse solucionado de un modo más fluido y bonito.
Sin más ambages, lo que nos cuenta Última Llamada es una fábula moral en la que un publicista de medio pelo y henchido de sí mismo busca la expiación de todas sus malas obras para superar con éxito el veredicto de su interlocutor. La película consigue mediante esta premisa despertar el miedo en el espectador, en base a que nunca sabes cuando estás siendo observado, y a la cotidianeidad de la situación contextual. Pero sobre todo, esta cinta es un excelente film, en clave de suspense, que te mantendrá poco más de una hora pegado al televisor. Y es que, lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Puntuación: 7.8
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