Sucedió el 1 de mayo de 1994, en el circuito Enzo y Dino Ferrari de Imola, durante la disputa del Gran Premio de San Marino. En la vuelta número 7 el Williams Renault FW16 de Senna, liderando la carrera, se salía en la curva de Tamburello y se estampaba contra el muro a 300 km/h. El piloto brasileño quedaba en coma y pocas horas después fallecía en el hospital Maggiore de Bolonia. El mejor piloto de la historia nos decía adiós. Sin embargo, estas líneas no hacen justicia a lo que sucedió. Es contar mal un relato. Es empezar por el final.
La historia del fin de semana más negro de la Formula 1 comenzó dos días antes. Como en todos los grandes premios, la jornada del viernes es clave para amoldar los reglajes del coche a las características de la pista. Los pilotos aprovechan para probar multitud de configuraciones y después deliberar con los ingenieros cuál debe ser la escogida para la carrera y cuál para la clasificación del día siguiente. Tanto Senna como Damon Hill estaban a disgusto con el diseño en general del FW16 para la temporada, que no había rendido como se esperaba en las dos pruebas anteriores. Senna, que aún no llevaba ningún punto en el mundial y al que Schumacher le aventajaba en 20 puntos, se la jugaba. Ganar o ganar; esa era la mentalidad. Con todo, la jornada del viernes se mostró favorable para los intereses del piloto brasileño, en virtud de unas modificaciones hechas en el tren delantero del coche, alterando la suspensión y las tomas de aire. Parecía que las cosas empezaban a encarrilarse, empezaban a tomar forma. Sin embargo, en mitad de los entrenamientos libres, el coche del también brasileño Rubens Barrichello se estampaba contra el muro sufriendo éste un brutal accidente que lo dejaría en coma momentáneo. Senna, inundado por el dolor, sorteó todas las barreras de seguridad para estar en esos momentos difíciles con su compatriota. Una vez enterado de que Barrichello se encontraba fuera de peligro, se retiró. Pero la tensión se había apoderado de él.
El incidente del viernes, sin embargo, sólo sería un amago de lo que sucedería durante la jornada del sábado. Senna, que no estaba de buen humor durante la mañana, y que había declarado horas antes a la prensa que los accidentes siempre son graves en Imola, se disponía a tomar partida en la ronda clasificatoria. Efectivamente, y tras una vuelta clasificatoria excepcional, los cambios efectuados en su monoplaza se tradujeron en seis décimas de ventaja sobre su rival, Michael Schumacher. Senna, tras regresar a su box, contemplaba en el monitor de su motorhome las calificaciones de sus rivales esperando la orden de sus ingenieros para volver a pista y pulverizar su anterior registro y, con ello, hacerse con la pole. Pero esa orden no se llegó a producir nunca. Y no se produjo porque, pocos minutos después de que Senna regresara al box, un nuevo accidente tenía lugar en la pista. Esta vez era el Symtek pilotado por el austriaco Roland Ratzenberger. Su alerón trasero se había desprendido y el coche se hizo incontrolable lo que propició que colisionara contra el muro en la media curva Gilles Villeneuve. Ratzenberger falleció al instante. Senna, que lo vio todo por televisión, se retiró a una esquina de su box a llorar. Instantes después corrió como una exalación hasta el lugar de lo sucedido, saltándose todas las protecciones y barreras de seguridad, como también hiciera el día anterior. Tenía que estar en ese lugar y no podía evitar no estar allí. Este acto de indisciplina le valió una sanción de la FIA. Senna sabía que estaba infringiendo la normativa de seguridad, pero sentía que estaba haciendo lo correcto.
Toda la tarde del sábado se produjeron intensas conversaciones entre los pilotos y los directores de carrera para que, en petición de los primeros, no se disputara la carrera el domingo. Pero los directores hicieron caso omiso de las peticiones. El circo debía continuar. A Senna, por su parte, se le habían ido las ganas de correr. Finalmente fue convencido por su novia para que lo hiciera, muy a su pesar, pues estaba en posesión de la pole position.
Y llegamos al día del desenlace. Todos los que pudieron pasar unos minutos en compañía del piloto brasileño lo notaron muy preocupado, hasta nervioso. Demoró su salida a pista para hacer la vuelta de formación y se cuenta que se sentó encima de su alerón trasero para evitar lo sucedido un día antes en el coche de Ratzenberger. Luego revisó su coche de arriba a abajo como si quisiera encontrar un fallo con el que tener un pretexto para no correr. También pidió la bandera austriaca, en caso de que si ganaba, ondearla en memoria del piloto fallecido. Tras dar tres vueltas a la pista (acostumbraba a hacer dos) y ocupar su puesto en la parrilla de salida, aprovechó para hablar con los periodistas y criticar a su inestable Williams y a la seguridad del circuito de Imola (acostumbraba a quedarse en su cockpit en total estado de concentración).
Al iniciar la carrera Ayrton Senna mantuvo su primera posición; pero más atrás Pedro Lamy embistió al Benneton de Jirky Jarky Letho que se había quedado parado. Los restos de los dos monoplazas hicieron entrar inmediatamente al Safety Car. En la quinta vuelta se reinició el Gran Premio. El brasileño seguía líder, detrás de él se ubicaba Michael Schumacher. En la vuelta seis Senna le sacaba 675 milésimas a Schumacher. Tras dos curvas, sucede la tragedia. Senna pierde el control de su coche y se estrella en la temible curva de Tamburello, la más rápida del circuito, y la que paradójicamente menos protección tiene. El Williams chocó de costado, quedando la parte derecha prácticamente destruida. El impacto hizo rebotar al coche hasta casi devolverlo a la pista, y con la inercia del golpe, dio vuelta y volvió a salir de ésta. Cuando Senna no podía reincorporarse cundió el pánico: los auxiliares del circuito tardaron 21 segundos en llegar. Los paramédicos, casi un minuto después. El accidentado sólo pudo mover la cabeza dos veces por un impulso nervioso, y luego toda actividad física se paralizó. Los paramédicos le sacaron el casco y lo bajaron al suelo con el mayor cuidado posible, haciéndole una traqueotomía en el acto. La enorme mancha de sangre volvió a horrorizar a todos. El helicóptero, en lugar de recoger al accidentado inmediatamente, se limitó a recoger imágenes en vivo para la televisión. La imagen de los coches siguiendo al Safety Car pasando por el lugar del accidente era patética. El tricampeón fue llevado al hospital de Maggiore de la ciudad de Bolonia, pero el daño ya era generalizado e irreversible. A las 18:05 horas la doctora Maria Tereza Fiandri anunció la muerte clínica de Senna. Sólo su corazón latía gracias a un respirador artificial. Este aparato se desconectó 35 minutos después. A las 18: 40 del 1 de Mayo de 1994 Ayrton Da Silva Senna fue oficialmente declarado muerto.
Dicho sea de paso, la carrera la ganó Michael Schumacher.
La conmoción por la muerte de Senna se explica, en parte, por lo que consiguió como piloto profesional. Pero no se explica sólo por eso. Senna representaba muchos valores que la gente apreciaba. Su muerte supuso el nacimiento de un mito. Valgan unas pocas frases como explicación de lo que era.
Todos los años hay un campeón, pero no siempre hay un gran campeón.
Correr, competir, lo llevo en mi sangre, es parte de mi, es parte de mi vida.
El segundo es el primero de los perdedores.
Yo no tengo ídolos. Lo que admiro es el trabajo, la dedicación y la competencia.
En lo que digo respecto al esfuerzo, al empeño, al compromiso, a la dedicación, no hay términos medios. O usted hace una cosa bien o no la hace.
No puedo justificar bajo ninguna razón llegar en segundo lugar.
Lo importante es ganar. Todo siempre. Esa historia de que lo importante es competir no pasa de ser demagogia.
Él (Dios) es el dueño de todo. Le debo la oportunidad que tuve de llegar a donde llegué. Muchas personas tienen la capacidad, pero no tienen la oportunidad. Él me la dio a mi, no se por qué. Sólo sé que no puedo desperdiciarla.
Tengo miedo de la muerte y del dolor, pero convivo con eso. El miedo me fascina.
No sé conducir de otra forma que no sea arriesgada. Cuando tengo que sobrepasar, sobrepaso. Cada piloto tiene un límite. El mío está un poco por encima del de los demás.
No puedo vivir en una isla prosperidad cuando vivo rodeado de un mar de miseria.
Ese día llegará, puede ser mañana o dentro de 50 años. Pero es seguro que llegará.
Si en carrera tienes todo bajo control, es que no vas al límite.
Ganar una carrera es mucho más importante que ganar un millón de dólares.
La historia del fin de semana más negro de la Formula 1 comenzó dos días antes. Como en todos los grandes premios, la jornada del viernes es clave para amoldar los reglajes del coche a las características de la pista. Los pilotos aprovechan para probar multitud de configuraciones y después deliberar con los ingenieros cuál debe ser la escogida para la carrera y cuál para la clasificación del día siguiente. Tanto Senna como Damon Hill estaban a disgusto con el diseño en general del FW16 para la temporada, que no había rendido como se esperaba en las dos pruebas anteriores. Senna, que aún no llevaba ningún punto en el mundial y al que Schumacher le aventajaba en 20 puntos, se la jugaba. Ganar o ganar; esa era la mentalidad. Con todo, la jornada del viernes se mostró favorable para los intereses del piloto brasileño, en virtud de unas modificaciones hechas en el tren delantero del coche, alterando la suspensión y las tomas de aire. Parecía que las cosas empezaban a encarrilarse, empezaban a tomar forma. Sin embargo, en mitad de los entrenamientos libres, el coche del también brasileño Rubens Barrichello se estampaba contra el muro sufriendo éste un brutal accidente que lo dejaría en coma momentáneo. Senna, inundado por el dolor, sorteó todas las barreras de seguridad para estar en esos momentos difíciles con su compatriota. Una vez enterado de que Barrichello se encontraba fuera de peligro, se retiró. Pero la tensión se había apoderado de él.
El incidente del viernes, sin embargo, sólo sería un amago de lo que sucedería durante la jornada del sábado. Senna, que no estaba de buen humor durante la mañana, y que había declarado horas antes a la prensa que los accidentes siempre son graves en Imola, se disponía a tomar partida en la ronda clasificatoria. Efectivamente, y tras una vuelta clasificatoria excepcional, los cambios efectuados en su monoplaza se tradujeron en seis décimas de ventaja sobre su rival, Michael Schumacher. Senna, tras regresar a su box, contemplaba en el monitor de su motorhome las calificaciones de sus rivales esperando la orden de sus ingenieros para volver a pista y pulverizar su anterior registro y, con ello, hacerse con la pole. Pero esa orden no se llegó a producir nunca. Y no se produjo porque, pocos minutos después de que Senna regresara al box, un nuevo accidente tenía lugar en la pista. Esta vez era el Symtek pilotado por el austriaco Roland Ratzenberger. Su alerón trasero se había desprendido y el coche se hizo incontrolable lo que propició que colisionara contra el muro en la media curva Gilles Villeneuve. Ratzenberger falleció al instante. Senna, que lo vio todo por televisión, se retiró a una esquina de su box a llorar. Instantes después corrió como una exalación hasta el lugar de lo sucedido, saltándose todas las protecciones y barreras de seguridad, como también hiciera el día anterior. Tenía que estar en ese lugar y no podía evitar no estar allí. Este acto de indisciplina le valió una sanción de la FIA. Senna sabía que estaba infringiendo la normativa de seguridad, pero sentía que estaba haciendo lo correcto.
Toda la tarde del sábado se produjeron intensas conversaciones entre los pilotos y los directores de carrera para que, en petición de los primeros, no se disputara la carrera el domingo. Pero los directores hicieron caso omiso de las peticiones. El circo debía continuar. A Senna, por su parte, se le habían ido las ganas de correr. Finalmente fue convencido por su novia para que lo hiciera, muy a su pesar, pues estaba en posesión de la pole position.
Y llegamos al día del desenlace. Todos los que pudieron pasar unos minutos en compañía del piloto brasileño lo notaron muy preocupado, hasta nervioso. Demoró su salida a pista para hacer la vuelta de formación y se cuenta que se sentó encima de su alerón trasero para evitar lo sucedido un día antes en el coche de Ratzenberger. Luego revisó su coche de arriba a abajo como si quisiera encontrar un fallo con el que tener un pretexto para no correr. También pidió la bandera austriaca, en caso de que si ganaba, ondearla en memoria del piloto fallecido. Tras dar tres vueltas a la pista (acostumbraba a hacer dos) y ocupar su puesto en la parrilla de salida, aprovechó para hablar con los periodistas y criticar a su inestable Williams y a la seguridad del circuito de Imola (acostumbraba a quedarse en su cockpit en total estado de concentración).
Al iniciar la carrera Ayrton Senna mantuvo su primera posición; pero más atrás Pedro Lamy embistió al Benneton de Jirky Jarky Letho que se había quedado parado. Los restos de los dos monoplazas hicieron entrar inmediatamente al Safety Car. En la quinta vuelta se reinició el Gran Premio. El brasileño seguía líder, detrás de él se ubicaba Michael Schumacher. En la vuelta seis Senna le sacaba 675 milésimas a Schumacher. Tras dos curvas, sucede la tragedia. Senna pierde el control de su coche y se estrella en la temible curva de Tamburello, la más rápida del circuito, y la que paradójicamente menos protección tiene. El Williams chocó de costado, quedando la parte derecha prácticamente destruida. El impacto hizo rebotar al coche hasta casi devolverlo a la pista, y con la inercia del golpe, dio vuelta y volvió a salir de ésta. Cuando Senna no podía reincorporarse cundió el pánico: los auxiliares del circuito tardaron 21 segundos en llegar. Los paramédicos, casi un minuto después. El accidentado sólo pudo mover la cabeza dos veces por un impulso nervioso, y luego toda actividad física se paralizó. Los paramédicos le sacaron el casco y lo bajaron al suelo con el mayor cuidado posible, haciéndole una traqueotomía en el acto. La enorme mancha de sangre volvió a horrorizar a todos. El helicóptero, en lugar de recoger al accidentado inmediatamente, se limitó a recoger imágenes en vivo para la televisión. La imagen de los coches siguiendo al Safety Car pasando por el lugar del accidente era patética. El tricampeón fue llevado al hospital de Maggiore de la ciudad de Bolonia, pero el daño ya era generalizado e irreversible. A las 18:05 horas la doctora Maria Tereza Fiandri anunció la muerte clínica de Senna. Sólo su corazón latía gracias a un respirador artificial. Este aparato se desconectó 35 minutos después. A las 18: 40 del 1 de Mayo de 1994 Ayrton Da Silva Senna fue oficialmente declarado muerto.
Dicho sea de paso, la carrera la ganó Michael Schumacher.
La conmoción por la muerte de Senna se explica, en parte, por lo que consiguió como piloto profesional. Pero no se explica sólo por eso. Senna representaba muchos valores que la gente apreciaba. Su muerte supuso el nacimiento de un mito. Valgan unas pocas frases como explicación de lo que era.
Todos los años hay un campeón, pero no siempre hay un gran campeón.
Correr, competir, lo llevo en mi sangre, es parte de mi, es parte de mi vida.
El segundo es el primero de los perdedores.
Yo no tengo ídolos. Lo que admiro es el trabajo, la dedicación y la competencia.
En lo que digo respecto al esfuerzo, al empeño, al compromiso, a la dedicación, no hay términos medios. O usted hace una cosa bien o no la hace.
No puedo justificar bajo ninguna razón llegar en segundo lugar.
Lo importante es ganar. Todo siempre. Esa historia de que lo importante es competir no pasa de ser demagogia.
Él (Dios) es el dueño de todo. Le debo la oportunidad que tuve de llegar a donde llegué. Muchas personas tienen la capacidad, pero no tienen la oportunidad. Él me la dio a mi, no se por qué. Sólo sé que no puedo desperdiciarla.
Tengo miedo de la muerte y del dolor, pero convivo con eso. El miedo me fascina.
No sé conducir de otra forma que no sea arriesgada. Cuando tengo que sobrepasar, sobrepaso. Cada piloto tiene un límite. El mío está un poco por encima del de los demás.
No puedo vivir en una isla prosperidad cuando vivo rodeado de un mar de miseria.
Ese día llegará, puede ser mañana o dentro de 50 años. Pero es seguro que llegará.
Si en carrera tienes todo bajo control, es que no vas al límite.
Ganar una carrera es mucho más importante que ganar un millón de dólares.
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