Increíble. Impredecible. Inaudito. Los calificativos se quedan cortos ante el desenlace de esta temporada en la fórmula 1. Cuando todo parecía que Hamilton se iba a llevar el gato al agua, las casualidades y un Gran Premio de Brasil loco han dado un giro inesperado a los acontecimientos. Finalmente, Raikkonen campeón y en McLaren el ridículo tardará en olvidarse.
Porque lo de la escudería inglesa tiene temita. Desde principios de temporada se proclamó a los cuatro vientos una supuesta igualdad en el trato a los pilotos. Ron Dennis, jefe de mandos de la escudería, quería seguir así con una filosofía de escudería, que a decir verdad, nunca le ha dado buenos resultados. En cualquier caso, hoy sabemos que las cosas no fueron por el cauce que el patrón tenía previsto, o más bien, que nos quiso hacer creer como tal. Si hay algún culpable en el hecho de que McLaren este año se haya despedido del campeonato con las manos vacías, el debería ser el primer sospechoso. Pero recapitulemos.
Desde las primeras carreras se pudo comprobar que el piloto novato en la categoría, Lewis Hamilton, no llegaba precisamente a la fórmula 1 con una predisposición de aprender. El venía a ganar el mundial. Y así lo ratificó durante la primera mitad del campeonato. El piloto inglés era y es un piloto como la copa de un pino. Esta situación, probablemente pilló por sorpresa a todo el mundo en la escudería, desde Alonso hasta Dennis. Sin embargo, esta situación no fue trivial; marcó un antes y un después en las relaciones internas en el equipo.
Alonso, que llegaba como doble y vigente campeón a McLaren, venía a resarcir a una marca que no pasaba una época dorada precisamente durante los últimos años. La escudería inglesa, cuando no tenía problemas durante la temporada de fiabilidad en la mecánica, los tenía respecto a que el coche no rendía como debiera. El caso es que por A o por B no acababan de ser un equipo lo suficientemente competitivo en los últimos campeonatos, hecho que por historia cabría presuponerles. La llegada de Alonso vendría a significar un salto de calidad. De todos es conocido los conocimientos del piloto asturiano en materia de puesta a punto en el monoplaza. Todo esto se materializó en la primera mitad del campeonato. La ventaja respecto a Ferrari era abismal, y todo parecía que la cosas iban a resolverse en un mano a mano entre Hamilton y Alonso.
Y es aquí donde la explicación de los acontecimientos nos vuelve a llevar a las relaciones internas del equipo. En primer lugar, la supuesta igualdad no fue tal durante el desarrollo del campeonato. Que Hamilton recibió trato de favor de la escudería es algo que se muestra a la luz de los siguientes acontecimientos: abrumadora diferencia en favor del inglés de extra-laps en las jornadas de clasificación, diferencia a favor del inglés a la hora de repostar el coche más tarde en boxes, el asunto de las telemetrías, los 10 cv extra de su monoplaza en esta carrera. Además, el piloto inglés recibió trato de favor de la FIA en todas sus irregularidades en pista. El ejemplo más clamoroso fue cuando una grúa le devolvió a la pista tras quedarse en la arena en el GP de Alemania. Cosa bien diferente a cuando Alonso fue sancionado 5 puestos en la parrilla de salida por retrasar 10 segundos su salida de boxes recibiendo órdenes de equipo, y cuando no había ninguna normativa que enunciase ese hecho como ilegal. Todos estos detalles hicieron que la relación de Alonso con el equipo se crispara, y ese ambiente de crispación no ha sido nada positivo para el desarrollo de los acontecimientos. Y en esto, Dennis no ha sabido gestionar la situación como se debería hacer.
A este panorama hay que sumarle lo acaecido con el asunto de los documentos robados a Ferrari. Como si de la película Granujas de Medio Pelo de Woody Allen se tratara, una investigación de la FIA dictaminó que un delineante de McLaren había comprado unos documentos secretos a un mecánico de Ferrari que revelaban datos sustanciales acerca de la composición mecánica y aerodinámica del bólido italiano. El dossier, y esto es lo verdaderamente absurdo, fue fotocopiado en la fotocopistería de la mujer del delineante. En primera instancia, esto se saldó con una multa económica a McLaren, pero tras una apelación de Ferrari, en la que salían a la luz unos e-mails que se habían mandado Pedro Martínez de La Rosa y Fernando Alonso en los que comentaban presuntamente (y digo presuntamente, porque esos e-mails no han salido a la luz) la información de ese dossier, la escudería inglesa se veía en la tesitura de ser descalificada durante esta temporada y la siguiente de la fórmula 1, y dar al traste con las aspiraciones de sus pilotos en la presente temporada. Puesto que si Alonso no colaboraba, la pena podría ser esa, el piloto asturiano colaboró con la investigación. Esto lo puso en contra de la prensa inglesa y alemana, pues no hay que olvidar que McLaren es una empresa inglesa y Mercedes es alemana. Finalmente el castigo fue la exclusión del campeonato de constructores de la marca anglo-alemana, con lo que se mantuvieron intactas las posibilidades de Hamilton y Alonso de ganar el campeonato de pilotos.
Con esta situación de crisis interna se ha llegado a la última carrera del mundial. Con una ventaja de cuatro puntos de Hamilton sobre Alonso y siete sobre Raikkonen, el asunto parecía bastante controlable para el piloto inglés. Lo tenía todo para hacer historia en convertirse en el campeón más joven de la fórmula 1 y en el primero en hacerlo debutando. Máxime cuando el sábado se aseguró el segundo puesto en la parrilla de salida, por delante del español y el finlandés. Pero la carrera de hoy, como he dicho, ha sido loca.
Alonso, que salía desde la cuarta posición, sabía que sus opciones pasaban por adelantar a Hamilton en la mítica s de Senna. Cuando el semáforo se puso en verde, el control de tracción de los Ferrari hizo que Raikkonnen, que salía desde el tercer puesto, adelantara a Hamilton antes de la frenada. Alonso, que no tenía nada que perder, se ponía a la par del piloto inglés y en una maniobra de vértigo lo conseguía adelantar por fuera. Hasta aquí nada raro. Las posibilidades de Hamilton de ganar el mundial no se veían disminuidas por esta situación. Cualquier piloto con un mínimo de experiencia hubiera gestionado con frialdad el estado de cosas. Pero Hamilton, que durante todo el año ha dado muestras de un temple nada habitual para su edad, el plumero se le ha visto en la última carrera del mundial. En una maniobra incomprensible por disputarle la tercera plaza al asturiano, el coche se le ha ido a la arena y ha perdió cuatro posiciones. Realmente estúpida su actitud. Este hecho ha propiciado un recalentamiento en la mecánica de su coche, lo que a su vez ha originado un problema en la caja de cambios de su monoplaza durante una buena cantidad de segundos, lo que le ha relegado hasta el decimoséptimo lugar de la carrera. Increíble. Desde ese momento, su carrera se ha ido al garete. Y con ello, el título mundial.
Así que la cosa ha resultado ser, de un modo totalmente impredecible a priori, un duelo entre Raikkonen y Alonso. Pero hoy el coche no le ha respondido como quisiera al piloto español, que ha tenido que conducir con una tortuga. Vuelta a vuelta los Ferrari le sacaban entre medio y un segundo, y así las cosas, todo quedaba en un acto de egoismo de Massa, que lideraba la carrera, para que el guaje pudiera conseguir su tercer entorchado de forma consecutiva. Pero no ha sido así. La lógica de equipo se ha impuesto, y en la segunda parada de boxes, Raikkonen ha sobrepasado al piloto brasileño. Con ello conseguía los cuatro puntos de diferencia que necesitaba para lograr el campeonato. Un merecido campeonato, por otra parte, pues no hay que olvidar que es el piloto que más carreras ha logrado. Pero a fin de cuentas, un campeonato que pocos daban como viable para el piloto finlandés. Me temo que hoy muchos se han hecho con un buen pellizco en las apuestas.
Recapitulando las cosas, no deja de ser patético el desenlace de los acontecimientos para McLaren. Al descalabro en los despachos con el título de constructores, hay que sumarle este epílogo funesto en el campeonato de pilotos. No deja de ser reconfortante como la ironía del destino juega estas malas pasadas a aquellos que intentan jugar sucio y que, además, no logran granjearse el beneplácito del público. Al menos en lo que a mi respecta, la escudería anglo-alemana me ha defraudado bastante este año. De todo esto, los beneficiados han sido Ferrari y, más concretamente, un Jean Todt que se despide de su puesto por la puerta grande y un Raikkonen que ha pasado desapercibido durante todo el año. Poco a poco, y sin hacer mucho ruido, Iceman ha conseguido hacerse con su primer título en la Fórmula 1. Un reconocimiento que, al fin, se le ha concedido al piloto finlandés, a pesar de sus constantes irregularidades y que puede que haga asentar la cabeza al que por potencial y técnica, creo yo, es el mejor piloto de la actualidad. ¡Grande Raikkonen!
Porque lo de la escudería inglesa tiene temita. Desde principios de temporada se proclamó a los cuatro vientos una supuesta igualdad en el trato a los pilotos. Ron Dennis, jefe de mandos de la escudería, quería seguir así con una filosofía de escudería, que a decir verdad, nunca le ha dado buenos resultados. En cualquier caso, hoy sabemos que las cosas no fueron por el cauce que el patrón tenía previsto, o más bien, que nos quiso hacer creer como tal. Si hay algún culpable en el hecho de que McLaren este año se haya despedido del campeonato con las manos vacías, el debería ser el primer sospechoso. Pero recapitulemos.
Desde las primeras carreras se pudo comprobar que el piloto novato en la categoría, Lewis Hamilton, no llegaba precisamente a la fórmula 1 con una predisposición de aprender. El venía a ganar el mundial. Y así lo ratificó durante la primera mitad del campeonato. El piloto inglés era y es un piloto como la copa de un pino. Esta situación, probablemente pilló por sorpresa a todo el mundo en la escudería, desde Alonso hasta Dennis. Sin embargo, esta situación no fue trivial; marcó un antes y un después en las relaciones internas en el equipo.
Alonso, que llegaba como doble y vigente campeón a McLaren, venía a resarcir a una marca que no pasaba una época dorada precisamente durante los últimos años. La escudería inglesa, cuando no tenía problemas durante la temporada de fiabilidad en la mecánica, los tenía respecto a que el coche no rendía como debiera. El caso es que por A o por B no acababan de ser un equipo lo suficientemente competitivo en los últimos campeonatos, hecho que por historia cabría presuponerles. La llegada de Alonso vendría a significar un salto de calidad. De todos es conocido los conocimientos del piloto asturiano en materia de puesta a punto en el monoplaza. Todo esto se materializó en la primera mitad del campeonato. La ventaja respecto a Ferrari era abismal, y todo parecía que la cosas iban a resolverse en un mano a mano entre Hamilton y Alonso.
Y es aquí donde la explicación de los acontecimientos nos vuelve a llevar a las relaciones internas del equipo. En primer lugar, la supuesta igualdad no fue tal durante el desarrollo del campeonato. Que Hamilton recibió trato de favor de la escudería es algo que se muestra a la luz de los siguientes acontecimientos: abrumadora diferencia en favor del inglés de extra-laps en las jornadas de clasificación, diferencia a favor del inglés a la hora de repostar el coche más tarde en boxes, el asunto de las telemetrías, los 10 cv extra de su monoplaza en esta carrera. Además, el piloto inglés recibió trato de favor de la FIA en todas sus irregularidades en pista. El ejemplo más clamoroso fue cuando una grúa le devolvió a la pista tras quedarse en la arena en el GP de Alemania. Cosa bien diferente a cuando Alonso fue sancionado 5 puestos en la parrilla de salida por retrasar 10 segundos su salida de boxes recibiendo órdenes de equipo, y cuando no había ninguna normativa que enunciase ese hecho como ilegal. Todos estos detalles hicieron que la relación de Alonso con el equipo se crispara, y ese ambiente de crispación no ha sido nada positivo para el desarrollo de los acontecimientos. Y en esto, Dennis no ha sabido gestionar la situación como se debería hacer.
A este panorama hay que sumarle lo acaecido con el asunto de los documentos robados a Ferrari. Como si de la película Granujas de Medio Pelo de Woody Allen se tratara, una investigación de la FIA dictaminó que un delineante de McLaren había comprado unos documentos secretos a un mecánico de Ferrari que revelaban datos sustanciales acerca de la composición mecánica y aerodinámica del bólido italiano. El dossier, y esto es lo verdaderamente absurdo, fue fotocopiado en la fotocopistería de la mujer del delineante. En primera instancia, esto se saldó con una multa económica a McLaren, pero tras una apelación de Ferrari, en la que salían a la luz unos e-mails que se habían mandado Pedro Martínez de La Rosa y Fernando Alonso en los que comentaban presuntamente (y digo presuntamente, porque esos e-mails no han salido a la luz) la información de ese dossier, la escudería inglesa se veía en la tesitura de ser descalificada durante esta temporada y la siguiente de la fórmula 1, y dar al traste con las aspiraciones de sus pilotos en la presente temporada. Puesto que si Alonso no colaboraba, la pena podría ser esa, el piloto asturiano colaboró con la investigación. Esto lo puso en contra de la prensa inglesa y alemana, pues no hay que olvidar que McLaren es una empresa inglesa y Mercedes es alemana. Finalmente el castigo fue la exclusión del campeonato de constructores de la marca anglo-alemana, con lo que se mantuvieron intactas las posibilidades de Hamilton y Alonso de ganar el campeonato de pilotos.
Con esta situación de crisis interna se ha llegado a la última carrera del mundial. Con una ventaja de cuatro puntos de Hamilton sobre Alonso y siete sobre Raikkonen, el asunto parecía bastante controlable para el piloto inglés. Lo tenía todo para hacer historia en convertirse en el campeón más joven de la fórmula 1 y en el primero en hacerlo debutando. Máxime cuando el sábado se aseguró el segundo puesto en la parrilla de salida, por delante del español y el finlandés. Pero la carrera de hoy, como he dicho, ha sido loca.
Alonso, que salía desde la cuarta posición, sabía que sus opciones pasaban por adelantar a Hamilton en la mítica s de Senna. Cuando el semáforo se puso en verde, el control de tracción de los Ferrari hizo que Raikkonnen, que salía desde el tercer puesto, adelantara a Hamilton antes de la frenada. Alonso, que no tenía nada que perder, se ponía a la par del piloto inglés y en una maniobra de vértigo lo conseguía adelantar por fuera. Hasta aquí nada raro. Las posibilidades de Hamilton de ganar el mundial no se veían disminuidas por esta situación. Cualquier piloto con un mínimo de experiencia hubiera gestionado con frialdad el estado de cosas. Pero Hamilton, que durante todo el año ha dado muestras de un temple nada habitual para su edad, el plumero se le ha visto en la última carrera del mundial. En una maniobra incomprensible por disputarle la tercera plaza al asturiano, el coche se le ha ido a la arena y ha perdió cuatro posiciones. Realmente estúpida su actitud. Este hecho ha propiciado un recalentamiento en la mecánica de su coche, lo que a su vez ha originado un problema en la caja de cambios de su monoplaza durante una buena cantidad de segundos, lo que le ha relegado hasta el decimoséptimo lugar de la carrera. Increíble. Desde ese momento, su carrera se ha ido al garete. Y con ello, el título mundial.
Así que la cosa ha resultado ser, de un modo totalmente impredecible a priori, un duelo entre Raikkonen y Alonso. Pero hoy el coche no le ha respondido como quisiera al piloto español, que ha tenido que conducir con una tortuga. Vuelta a vuelta los Ferrari le sacaban entre medio y un segundo, y así las cosas, todo quedaba en un acto de egoismo de Massa, que lideraba la carrera, para que el guaje pudiera conseguir su tercer entorchado de forma consecutiva. Pero no ha sido así. La lógica de equipo se ha impuesto, y en la segunda parada de boxes, Raikkonen ha sobrepasado al piloto brasileño. Con ello conseguía los cuatro puntos de diferencia que necesitaba para lograr el campeonato. Un merecido campeonato, por otra parte, pues no hay que olvidar que es el piloto que más carreras ha logrado. Pero a fin de cuentas, un campeonato que pocos daban como viable para el piloto finlandés. Me temo que hoy muchos se han hecho con un buen pellizco en las apuestas.
Recapitulando las cosas, no deja de ser patético el desenlace de los acontecimientos para McLaren. Al descalabro en los despachos con el título de constructores, hay que sumarle este epílogo funesto en el campeonato de pilotos. No deja de ser reconfortante como la ironía del destino juega estas malas pasadas a aquellos que intentan jugar sucio y que, además, no logran granjearse el beneplácito del público. Al menos en lo que a mi respecta, la escudería anglo-alemana me ha defraudado bastante este año. De todo esto, los beneficiados han sido Ferrari y, más concretamente, un Jean Todt que se despide de su puesto por la puerta grande y un Raikkonen que ha pasado desapercibido durante todo el año. Poco a poco, y sin hacer mucho ruido, Iceman ha conseguido hacerse con su primer título en la Fórmula 1. Un reconocimiento que, al fin, se le ha concedido al piloto finlandés, a pesar de sus constantes irregularidades y que puede que haga asentar la cabeza al que por potencial y técnica, creo yo, es el mejor piloto de la actualidad. ¡Grande Raikkonen!
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