Hoy me han concedido el galardón de en medio. Dice que es prestigioso, pero a mi me recuerda al anuncio de Binaca, ese que sale un odontólogo ofertando un producto de la marca y al final dice aquello de: "por eso es lógico que los dentistas lo recomienden", con lo que deduces que él se ha hecho pasar por dentista y que su criterio para decidir aquello que es lógico en esa materia no sólo no es fiable, sino que es claramente sospechoso. Pues me pasa lo mismo con Stultifer y su premio. No es que considere estas cosas como entretenidos memes en el mejor de los casos y como odiosos spams en el peor de ellos. Todo parte de la definición del premio como "mejor blog del día" y, junto a ello, el nombre de mi blog. No tiene sentido, al menos, no por ahora. ¿Cuántos blogs se pueden crear al cabo de una semana? ¿10000, tal vez 20000? Teniendo en cuenta que la mitad de ellos no rebasan la criba del intervalo del primer post/quinto post, tenemos que existen muchos blogs funcionando en la blogoesfera. Según mis cálculos, un premio así sería lícito concedérmelo póstumamente, concretamente dentro de aproximadamente 3.000 millones de años, quizá 4.000. Luego está la segunda parte del asunto. Si que La Incubadora sea el mejor blog del día no tiene sentido o, al menos, no es justo, entonces tengo que llegar a la conclusión irrefutable de que este galardón no puede ser prestigioso. Y esto, queridos lectores, me reconforta con la blogoesfera, los calcetines por debajo de las sandalias, las anchoas con chorizo y chocolate, las scooters tunneadas y hasta los Morancos (que ya es mucho decir). Dicen que a caballo regalado no hay que mirarle el diente. Mi problema es que yo le miro la dentadura entera, las pezuñas y hasta el motor a turbopropulsión. En esta vida es de señores agradecer lo que a uno le den, aunque uno no esté de acuerdo. Así que: gracias Stultifer, te has equivocado, pero gracias.
PS: Me ha gustado el te jodes.
Como esta demostración de onanismo inveterado no os parecerá suficiente, he decidido contaros el sueño que he tenido hoy. Para los que me conocéis, deciros que vuelvo a soñar regularmente por las noches desde hace, más o menos, dos meses. Bueno, al grano.
Estaba mirando por la ventana, una ventana cualquiera, y veía que todo estaba destruido. Pero no me refiero al mobiliario urbano. No veía rocas ni piedras, signos de ese tipo de destrucción, veía otra cosa. Todo estaba en su sitio, pero a la vez había una niebla de polvo a amarillo y, además, no se veía a nadie en la calle. Era como si todo estuviera muerto y lo que, no podía morir, pues eso. A eso me refiero. Me di la vuelta y, para mi asombro, vi a Fernando Romay con una cresta de, por lo menos, dos manos de las mías. Era más alto que yo estando sentado y yo de pie. Me dijo: siéntate. Y yo: no gracias, voy a pedirme una cerveza. En ese momento me di cuenta de que estaba en una taberna, una como otra cualquiera. Él dijo: una cerveza, claro. Cuando volví y le pegué un trago de unos 10 segundos a mi pequeña pinta, le miré de pie y le pregunté circunspectamente: ¿qué ha pasado? Me encendí un cigarro y añadí: está todo muerto. Él contestó: Está todo muerto, claro.
Lo siguiente que recuerdo es estar definitivamente sentado en una silla hablando con él. Apareció de ninguna parte una chica guapísima, rubia, de rasgos eslavos, tal vez nórdicos, buen tipo y buena delantera. Me quedé mirándola hasta que desapareció, sin nada que decir. Estamos en el infierno y un ángel se acaba de perder, dije, sin saber el alcance de lo que acababa de representar. Estamos en el infierno, un ángel, claro, dijo mi sucio y despreciable compañero de taberna. Eso me mosqueó. Me di cuenta al instante de que siempre repetía la misma coletilla. Le miré fijamente a los ojos, cabreado. Y de repente, sin previo aviso, un halo de luz me cegó. Cuando estaba otra vez en posesión de mis discutibles facultades, Romay había desparecido. En su lugar estaba el jefe de los Power Rangers, el holograma ese. Podía oir el aura de iones a su alrededor, ese sonido plácido y a la vez misterioso. Me dijo: Es tu turno. Y sin tiempo para reflexionar en lo que acababa de escuchar, estaba en medio de una especie de plataforma que descendía hacia abajo por medio de unas cadenas de hierro que producían un sonido estridente al contacto con unos engranajes que estaban suspendidos en el vacío. Cuando miré hacia dónde me dirigía, vi fuego. Mucho fuego.
Sin llegar a poder disfrutar de mi carbonización absoluta, hoy me he despertado a la 1 y media. Y esa es la historia.
PS: Me ha gustado el te jodes.
Como esta demostración de onanismo inveterado no os parecerá suficiente, he decidido contaros el sueño que he tenido hoy. Para los que me conocéis, deciros que vuelvo a soñar regularmente por las noches desde hace, más o menos, dos meses. Bueno, al grano.
Estaba mirando por la ventana, una ventana cualquiera, y veía que todo estaba destruido. Pero no me refiero al mobiliario urbano. No veía rocas ni piedras, signos de ese tipo de destrucción, veía otra cosa. Todo estaba en su sitio, pero a la vez había una niebla de polvo a amarillo y, además, no se veía a nadie en la calle. Era como si todo estuviera muerto y lo que, no podía morir, pues eso. A eso me refiero. Me di la vuelta y, para mi asombro, vi a Fernando Romay con una cresta de, por lo menos, dos manos de las mías. Era más alto que yo estando sentado y yo de pie. Me dijo: siéntate. Y yo: no gracias, voy a pedirme una cerveza. En ese momento me di cuenta de que estaba en una taberna, una como otra cualquiera. Él dijo: una cerveza, claro. Cuando volví y le pegué un trago de unos 10 segundos a mi pequeña pinta, le miré de pie y le pregunté circunspectamente: ¿qué ha pasado? Me encendí un cigarro y añadí: está todo muerto. Él contestó: Está todo muerto, claro.
Lo siguiente que recuerdo es estar definitivamente sentado en una silla hablando con él. Apareció de ninguna parte una chica guapísima, rubia, de rasgos eslavos, tal vez nórdicos, buen tipo y buena delantera. Me quedé mirándola hasta que desapareció, sin nada que decir. Estamos en el infierno y un ángel se acaba de perder, dije, sin saber el alcance de lo que acababa de representar. Estamos en el infierno, un ángel, claro, dijo mi sucio y despreciable compañero de taberna. Eso me mosqueó. Me di cuenta al instante de que siempre repetía la misma coletilla. Le miré fijamente a los ojos, cabreado. Y de repente, sin previo aviso, un halo de luz me cegó. Cuando estaba otra vez en posesión de mis discutibles facultades, Romay había desparecido. En su lugar estaba el jefe de los Power Rangers, el holograma ese. Podía oir el aura de iones a su alrededor, ese sonido plácido y a la vez misterioso. Me dijo: Es tu turno. Y sin tiempo para reflexionar en lo que acababa de escuchar, estaba en medio de una especie de plataforma que descendía hacia abajo por medio de unas cadenas de hierro que producían un sonido estridente al contacto con unos engranajes que estaban suspendidos en el vacío. Cuando miré hacia dónde me dirigía, vi fuego. Mucho fuego.
Sin llegar a poder disfrutar de mi carbonización absoluta, hoy me he despertado a la 1 y media. Y esa es la historia.
2 comentarios:
No te felicito por el premio, ya te felicité y dudo si tenía que haberlo hecho.
Ahora, dime, qué cenaste antes de acostarte? es para no comerlo, joé que flipada!!
Duerme bien!!
No voy hablar del premio XDDDDDDDDD
Y yo que creía que mis sueños eran raros.
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