En la parte baja de la clasificación, la disputa ha sido igualmente agónica que con el título de liga, al menos, con la excepción del Nástic de Tarragona. Real Sociedad, Celta de Vigo, Betis y Athletic de Bilbao han estado peleándose por evitar el descenso hasta el final. Y eso sin contar con equipos que a mitad de temporada no tenían tan clara su salvación como han podido ser el Mallorca o el Levante.
Con el Nástic descendido varias jornadas antes, la última fecha del calendario liguero se presentaba apasionante. Finalmente bajaron Celta de Vigo y Real Sociedad, pero la emoción estuvo presente hasta el último minuto del último partido del campeonato.
Lo del Celta de Vigo es gafe. Cada vez que se clasifican para Europa después de completar una temporada magistral, al año siguiente, ya sea por lo apretado del calendario, por la escasez de efectivos en la plantilla o por una mala planificación, acaban descendiendo. Les pasó en la temporada 2003/2004 cuando jugaron la liga de campeones y les ha vuelto a pasar este año. Es una pena, porque es de los pocos equipos que apuestan por un tipo de juego vistoso de cara al espectador. Pero los resultados son los resultados y de nada sirve jugar un juego bonito si cada vez que el equipo rival llega a tu área tu defensa tiembla como un flan. La llegada de Hristo Stoichkov, en sustitución de un quemado Fernando Vázquez, y pese a pretender ser un remedio -todos conocemos el carácter que tenía el búlgaro cuando era jugador-, no hizo sino agravar la situación de un equipo roto, sin cohesión, apático y totalmente desmoralizado.
Esta temporada, la Real Sociedad ha confirmado los malos augurios que se venían vaticinando. Tras un paupérrimo inicio liguero, y la destitución de Jose Mari Bakero como entrenador, la llegada de Lotina y de Savio Bortolini en el mercado invernal fueron un bálsamo para el equipo, aunque de poco sirvió para lograr el objetivo de la permanencia. El caso de la Real Sociedad es el ejemplo perfecto de una desastrosa gestión tanto deportiva como económica e institucional. No sólo se va a segunda división uno de los estandartes del fútbol español sino que también es el síntoma que aqueja al fútbol vasco en general. Pero vayamos por partes. Tras 40 años en la élite, el club txuri urdin desciende a la categoría de plata. A toro pasado todos somos sabios, pero la situación de la Real, valga la licencia, se veía venir. Tras la temporada 2002/2003, en la que optaron a conseguir el título de liga, la gestión en todos los sentidos ha sido nefasta. En lo deportivo, el éxodo de jugadores como Xavi Alonso, Karpin, Nihat o De Pedro no fue contrarrestado con una acertada política de fichajes. En lo económico, la venta de algunos de esos jugadores no se tradujo en bonanza económica. En lo institucional, el caos ha sido la norma tras la retirada por la puerta de atrás del presidente Luis Uranga en 2001. Con todos estos ingredientes se ha cocinado finalmente la catástrofe. Respecto al asunto del estado del fútbol vasco... podrían decirse muchas cosas, pero a modo de apunte sintomático, decir que parece que si el tradicional centro futbolístico de los últimos veinte años se ubicaba en tierras norteñas, parece que cada vez más ese eje se empieza a desplazar hacia el sur... el año que viene sólo habrá dos equipos vascos en Primera: Athletic y Osasuna. Pero volviendo al asunto del equipo donostiarra, me temo que mucho tienen que cambiar las cosas para que lo veamos en los próximos años retornando a primera. Lástima, porque en este caso, es un equipo que me cae bien.
Betis y Athletic de Bilbao han jugado con fuego hasta el último momento. Y ya se sabe, quien juega con fuego, se acaba quemando... Que sirva como aviso para navegantes, por aquello de evitar futuras travesías por el desierto, que en el caso de los del Nervión, sería hablar de un hito histórico.
Con el Nástic descendido varias jornadas antes, la última fecha del calendario liguero se presentaba apasionante. Finalmente bajaron Celta de Vigo y Real Sociedad, pero la emoción estuvo presente hasta el último minuto del último partido del campeonato.
Lo del Celta de Vigo es gafe. Cada vez que se clasifican para Europa después de completar una temporada magistral, al año siguiente, ya sea por lo apretado del calendario, por la escasez de efectivos en la plantilla o por una mala planificación, acaban descendiendo. Les pasó en la temporada 2003/2004 cuando jugaron la liga de campeones y les ha vuelto a pasar este año. Es una pena, porque es de los pocos equipos que apuestan por un tipo de juego vistoso de cara al espectador. Pero los resultados son los resultados y de nada sirve jugar un juego bonito si cada vez que el equipo rival llega a tu área tu defensa tiembla como un flan. La llegada de Hristo Stoichkov, en sustitución de un quemado Fernando Vázquez, y pese a pretender ser un remedio -todos conocemos el carácter que tenía el búlgaro cuando era jugador-, no hizo sino agravar la situación de un equipo roto, sin cohesión, apático y totalmente desmoralizado.
Esta temporada, la Real Sociedad ha confirmado los malos augurios que se venían vaticinando. Tras un paupérrimo inicio liguero, y la destitución de Jose Mari Bakero como entrenador, la llegada de Lotina y de Savio Bortolini en el mercado invernal fueron un bálsamo para el equipo, aunque de poco sirvió para lograr el objetivo de la permanencia. El caso de la Real Sociedad es el ejemplo perfecto de una desastrosa gestión tanto deportiva como económica e institucional. No sólo se va a segunda división uno de los estandartes del fútbol español sino que también es el síntoma que aqueja al fútbol vasco en general. Pero vayamos por partes. Tras 40 años en la élite, el club txuri urdin desciende a la categoría de plata. A toro pasado todos somos sabios, pero la situación de la Real, valga la licencia, se veía venir. Tras la temporada 2002/2003, en la que optaron a conseguir el título de liga, la gestión en todos los sentidos ha sido nefasta. En lo deportivo, el éxodo de jugadores como Xavi Alonso, Karpin, Nihat o De Pedro no fue contrarrestado con una acertada política de fichajes. En lo económico, la venta de algunos de esos jugadores no se tradujo en bonanza económica. En lo institucional, el caos ha sido la norma tras la retirada por la puerta de atrás del presidente Luis Uranga en 2001. Con todos estos ingredientes se ha cocinado finalmente la catástrofe. Respecto al asunto del estado del fútbol vasco... podrían decirse muchas cosas, pero a modo de apunte sintomático, decir que parece que si el tradicional centro futbolístico de los últimos veinte años se ubicaba en tierras norteñas, parece que cada vez más ese eje se empieza a desplazar hacia el sur... el año que viene sólo habrá dos equipos vascos en Primera: Athletic y Osasuna. Pero volviendo al asunto del equipo donostiarra, me temo que mucho tienen que cambiar las cosas para que lo veamos en los próximos años retornando a primera. Lástima, porque en este caso, es un equipo que me cae bien.
Betis y Athletic de Bilbao han jugado con fuego hasta el último momento. Y ya se sabe, quien juega con fuego, se acaba quemando... Que sirva como aviso para navegantes, por aquello de evitar futuras travesías por el desierto, que en el caso de los del Nervión, sería hablar de un hito histórico.
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