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domingo, 31 de agosto de 2008

The Day That Never Comes (7)

Tras una maratoniana sesión de cinco horas seguidas leyendo el "clásico" de Rorty, "Contingencia, Ironía y Solidaridad", he decidido darme un descanso. (Maldita sea, los exámenes están a la vuelta de la esquina y yo no debería estar escribiendo estas líneas.) Me he permitido el lujo de buscar algo relacionado con el nuevo album de Metallica que, si no sois nuevos en esto, ya sabréis que se va a llamar "Death Magnetic". Va a salir en septiembre, el 12 creo. El caso es que me he enterado de que ya hay single. Acto seguido he youtubeado. El resultado ha sido esto.



¿Qué opinión os merece la canción? Mierda, se me olvidaba que aquí el que escribe soy yo.

Mi primera reacción, al terminar de escuchar la canción ha sido volver a darle al play. Esto normalmente no suele querer decir nada concreto, aunque sí dice algo importante: la canción no me ha dejado indiferente. Tras reproducir el tema y escucharlo por segunda vez mi percepción se ha vuelto más nítida y mi reflexión...

No puedo dejar de mostrar mi satisfacción por lo que, a juzgar por esta canción, es el regreso de Metallica a sus orígenes. ¿Soy el único al que "The Day That Never Comes" le recuerda vagamente a "Fade To Black" o "Welcome Home"? Por fin una nueva canción épica en Metallica, con melancolía y angustia heavy primero y visceralidad y rudeza thrasher después. La arquitectura de la canción me recuerda a las canciones míticas de su trilogía "Ride-The-Master-of-UnJustice": quiebros, giros y requiebros en un feeling en la escucha que nos muestra a unos metallica jugando a regatear al oyente, a no darle un segundo de tregua, a desconcertarle. Como debe ser. Todo un remolino sónico. Arrebato.

Sin embargo, la canción no es perfecta y eso es algo que no voy a negar: la influencia de Bob Rock sobre Hetfield, fecunda en el Black Album pero a la postre perjudicial y dañina, es palpable en los versos encerrados en la canción; y Ullrich es Ulrich, un batería más bien normalito disfrazado de super estrella del rock al que el paso por el diván no le vendría mal para poner a su ego en su sitio; a Trujillo se le intuye, pero no termina de desmarcarse como lo que es: el bajista técnicamente más cualificado que ha tenido la banda de San Francisco desde la muerte de Cliff "le robé los dedos a Dios y él me castigó con un autobús sobre mi cabeza" Burton.

A pesar de todo, con lo que me quedo, lo más grato, lo que mejor sabor de boca me ha dejado, ha sido constatar la exhuberancia en la interpretación en las guitarras de Hetfield y Hammett. Sobre todo de éste último. Porque si algo nos enseña "The Day That never comes" es que el bueno de Hammett se ha reencontrado consigo mismo, con sus dedos, con su técnica, con su maestría a la hora de interpretar solos endiablada y pentatónicamente thrashers. A reseñar y destacar: los momentos en los que las guitarras se doblan. Una delicia que ya todos creíamos proscrita en el sonido de los de San Francisco...

...el sonido de los de San Francisco... Si algo parece indicar este adelanto es que Metallica destilará mejor o peor su nueva música, pero que en lo referente a su espíritu, el resultado vuelve a ser de alta graduación. Es decir, como desde hace 17 años que no se recordaba.

Editado el 4 de septiembre: Ya está el videoclip oficial

lunes, 25 de agosto de 2008

Sin Destino, relato de una feliz ironía

Esto que viene a continuación será parte de la serie de trabajos que tengo que entregar para Estética Literaria, una de las asignaturas pendientes para Septiembre. El motivo, la novela Sin Destino, de Imre Kertesz, de la cual ya ha hablado bastante y bien el camarada Devin en alguna ocasión. Si lo publico aquí antes de entregarlo es porque tengo algunas dudas respecto a la idea subyacente que en el trabajo se muestra. Digamos que puede ser arriesgada. Por ello, he decidido que el blog sea el campo de pruebas. Sobra decir que sólo sacaréis algo en claro si ya habéis leido la novela. En caso contrario, sois libres de leerlo, pero probablemente perderéis el tiempo. Para los que me hagáis caso en mi recomendación, agradeceré (por razones obvias) toda matización y/o objeción respecto a alguna o algunas de las ideas expuestas más abajo.


Los peligros de la segregación racial, la responsabilidad ética y el sentimiento de culpa de la nación alemana, la profetizada persecución histórica a la que se ha sometido al “pueblo elegido” o el desarrollo científico en sus formas y modelos más aberrantes son algunos de los muchos y muy variados temas que ha suscitado el holocausto judío. A su vez, las perspectivas implementadas para tratar estas temáticas han estado tradicionalmente viciadas por un pensamiento dicotómico en términos de ganador/perdedor que ha condicionado relatos en los que unos eran los buenos en oposición a otros que eran los malos (cabe decir muy malos). Nunca hay objetividad plena en Historia, pero en el caso del holocausto, menos. Ante este estado de cosas, la pregunta es: ¿Debemos conformarnos con una descripción de lo acontecido lastrada de carga moral subjetiva, en términos similares a los de una peli de vaqueros? La respuesta de Imre Kertesz, en boca de György Köves, es no.

Sin Destino no es solamente una novela que narra en primera persona las vivencias de un joven judío húngaro durante un año en tres campos de concentración distintos, es algo más. Sin Destino pretende reflejar la realidad de esos lugares; la vida contenida y encerrada en ellos. En tanto que reflejo, Sin Destino será una aproximación limitada, sesgada y cercenada. Sin embargo, a diferencia de otros relatos, Sin Destino es autoconsciente de esa dificultad y, en la escasa medida de lo posible, la solventa.

También observé el mismo fallo de siempre: como si todos aquellos acontecimientos, indefinidos y horrorosos, con detalles casi inimaginables que incluso para ellos se hacían totalmente irrecuperables, hubiesen sucedido, no en el transcurso de minutos, horas, días y meses, sino todos juntos, a la vez, como un remolino, un vértigo, como en una fiesta con mucha gente que acaba enloquecida porque todos han perdido la cabeza, y ya no saben que hacer. (P. 55)

En este fragmento, extraído de la conversación entre Fleischmann, Steiner y György al regreso de éste a Budapest, el protagonista de Sin Destino, y en cierto modo, también Kertesz, critican el tratamiento que se hace del asunto desde el supuesto punto de vista de alguien que es ajeno a lo que se vivió allí. La idea es bien sencilla: sin la magnitud del tiempo es imposible comprender el holocausto. O bien: toda descripción de lo acontecido será superflua, pues se sintetizará un periodo de tiempo de experiencias en un conjunto de palabras; se excluirá la vivencia.

¿Es esto lo que quiere contarnos Kertesz en su novela? ¿O deberíamos decir lo que no nos quiere contar? No y sí.

Porque si tuviéramos que hablar de algún mensaje dentro de Sin Destino, ese sería el del vitalismo más allá o más acá de todo prejuicio moral. De la esperanza allí donde a priori no hay más que crueldad y sufrimiento. De la imaginación como último resorte frente a la resignación a un destino prefijado. De la belleza subyacente a la más muerta de las naturalezas. De las distintas clases de libertad. De la dialéctica entre individuo y grupo. De György Köves y qué significa ser judío.

Esto último es especialmente importante. Nuestro protagonista no sabe en ningún momento qué constituye su supuesta identidad, en qué consiste ser judío. Sabe que implica diferencia, pero a su juicio, ésta está en el exterior, concretamente en el icono que porta en el brazo, no en ninguna supuesta interioridad, como así le dice a la hermana de su amiga Annamaria. Pero a fin de cuentas, ser judío, de ser algo, es un símbolo. Por ello: “intenté explicarla que no la odiaban a ella, puesto que no la conocían, sino más bien a la idea de que era judía”. ¿Y qué significa esa idea? Por su tío Lajos conocerá su relación con Dios, la especial relación de los judíos con su justiciero creador. Aprenderá de él el componente religioso de la noción. Pero eso no basta, debe haber algo más que haga tan especial a los judíos. Ese algo más lo descubrirá en los distintos campos de concentración a los que será trasladado. Como cuando en Zeitz encuentra la heterogeneidad de lo hebreo, concretamente en los distintos clanes que pueblan el campo de trabajo. Asimilará que más allá de la idea de lo judío, lo que prevalece es un sentimiento de grupo, por cierto, exluyente, y no precisamente con los no-judíos. Así se verá marginado por los judíos “fineses”, conocedores del yiddish, el idioma, según ellos, identificador de quién es hijo de yavhé y quién es otra cosa. “Tú no eres judío”, le dirán. Verá la hipocresía del sentimiento religioso ejemplificada en el rabino de la fábrica de ladrillos, quien hablará de resignación y aceptación frente a los designios de Dios y, ya en Zeitz, lo verá perecer tras un intento de “evasión verdadera, la literaria” fallido. Pero György Köves también conocerá la amistad. Primero en su camaradería con los muchachos de su edad en la oficina de aduanas. Más tarde, con su paisano Bandi Citrom en su periplo por Zeitz, quien le enseñará valiosas lecciones sobre el modo de vida a seguir en el campo. Finalmente, ya de vuelta en Buchenwald, será tratado de sus infecciones por médicos presos, algunos encarcelados por su condición de judíos, otros no. Con todo esto, a su regreso a Budapest, comprenderá que ser judío no significa nada, absolutamente nada. Verá nítidamente que el hecho de entender el holocausto como un designio irrevocable sólo es comprender las cosas como una feliz ironía. Que, a fin de cuentas, no hay destino. Y si lo hay, no hay libertad. Pero él ha sido libre. Y si lo ha sido, no es porque él se haya sentido parte de la comunidad judía; en todo caso, de la comunidad humana.

Es evidente que Sin Destino encierra en sí un fuerte componente humanista. Sin la libertad, es imposible entender la novela. Sin embargo, lejos de otros humanismos más tradicionales, éste no es moralizante, no pretende prescribir lo bueno y lo malo, no pretende juzgar. Es, en cierto sentido, un humanismo objetivista, entendiendo por esto, en primer lugar, un humanismo desprejuiciado a la hora de hacer juicios de valor. En segundo lugar, un humanismo que se sabe conocedor de las constricciones que el azar opera sobre la vida humana.

Respecto a lo primero, resulta al principio chocante, por su aparente ingenuidad, las valoraciones y pensamientos del protagonista. ¿Cómo demonios puede mantener una actitud como la que mantiene en un contexto como el que vive? Han pasado 60 años desde el Holocausto y aún en Occidente no podemos contemplar lo acontecido con distancia crítica. Nuestros prejuicios nos lo impiden y nuestras valoraciones, en consecuencia, tienden a caer en la demonización sistemática. György Köves, en cambio, no comete ese mismo error. Su ventaja: la clarividencia en la reflexión de la vivencia (cabe decir la “clarivivencia”). Sus juicios de valor acerca de las personas y sus actos no se someten al estigma del yugo que impone los conceptos abstractos. No comete el error de asociar a las personas etiquetas que, en sí mismas, ya dan el trabajo hecho a la reflexión. (No asocia las palabras, por ejemplo, policía, guardia, oficial o nazi a malo, enemigo o culpable de su situación; o judío a hermano o compañero de dificultades.) Por el contrario, es capaz de mantener su mente libre de los prejuicios y explicarse los comportamientos de las personas con las que se irá cruzando en su camino por medio de la contextualización de sus acciones y la comprensión del otro. Por cierto manejo del perspectivismo, cabe decir. Esto resulta interesante en el caso de los nazis (aunque también es aplicable a los judíos): tanto el policía de la aduana, como el oficial de las SS o el médico de Auschwitz, etc., todos y cada uno de los presuntos “malos” de la novela recibirán la comprensión de György, contextualizando sus acciones dentro del marco general en el que se verán inscritas. Dicho brevemente: el cumplimiento de su deber. Y es aquí donde Kertesz, en mi opinión, juega uno de sus ases de espadas: el uso de una finísima ironía. Con ella mostrará lo absurdo de ciertos comportamientos de nazis y judíos, siempre de acuerdo a cada determinada idea de deber, muchas veces, de estos últimos (lo que redunda en la idea que manifiesta el título del libro, expuesta anteriormente). La aparente ingenuidad del personaje construido por Imre Kertesz no tarda en trocar, con el transcurrir de la lectura, en una indiscutible altitud de miras hacia su entorno; la sensación de choque del lector, en fascinación.

Así me di cuenta de que hasta en Auschwitz uno puede aburrirse, en el supuesto de que uno sea uno de los privilegiados que se lo puedan permitir. (P. 123)

Este fragmento hace referencia a la supervivencia en dicho campo de exterminio y, por extensión, en cualquier campo de concentración. La vida en uno de estos lugares acaba agotando las posibilidades que tienen cuerpo y mente para mantenerse en contacto con el exterior. El tiempo parece dejar de existir y los acontecimientos terminan por no importar. Lo extraordinario se transforma en ordinario y la cotidianeidad se impone como norma. Pero para que esto suceda es necesario haber dado el salto de fe de la supervivencia, una supervivencia nunca garantizada pero que a cada segundo que pasa se hace más fuerte. Nunca rematada, como en un constante y agónico devenir infinitesimal cuyo límite es la esperanza. Una esperanza que, alimentada por la libertad del uso de la imaginación como medio para la evasión, permite superar las dificultades de ese continuo que es el día a día, el hora a hora, el minuto a minuto, el segundo a segundo. La imaginación, arrogante y altiva, permitirá al joven húngaro evadirse de sus circunstancias, regresar a Budapest y estar con su familia. También esa misma imaginación, en un sentido quizá más filosófico, le permitirá apreciar la belleza inaudita e inhóspita del lugar que le rodea; la vida a través de la muerte.

Pero de la otra supervivencia, la que depende de que alguien no pronuncie aquello de “… por paro cardiaco”, también se habla en la novela. Y por cierto, no es tan libre como la basada en la imaginación. La poesía será dejada a un lado por el azar, inmisericorde y escribano del destino, emparentado con la circunstancia. El azar hará que se de el caso de que nuestro protagonista conozca los rudimentos básicos del alemán, que escuche a los judíos que gritan “dieciséis” a su bajada del tren a Auschwitz, que recuerde esa palabra en la entrevista con el médico en el examen de aptitud y que la condescendencia de éste último pase por alto que ese pequeño detalle sólo es una feliz mentira. También hará que tras el viaje en tren desde Zeitz a Burchenwald, tras contraer dos infecciones, una en la espalda y otra en la rodilla, no acabe en el horno crematorio del campo sino en un hospital de campaña regido por algunos de los presos. Y, en general, ese mismo azar, como se respira en todo el clima que inunda la novela, condenará a György Köves a ser judío. Podemos elegir muchas cosas, pero no la circunstancia, aunque ésta carezca de sentido.

He comenzado estas líneas hablando del error generalizado a la hora de hablar del holocausto: el pensamiento dicotómico. En oposición a él, he tratado de explicar el, a mi entender, “humanismo objetivista” que encierra Sin Destino. Dicho en pocas palabras, sería una mezcla de: libertad basada en la imaginación, perspectivismo frente al otro y azar en la circunstancia. Que el humanismo objetivista supera al pensamiento dicotómico en el acercamiento a la tragedia, cabe decir suceso (o simple y llanamente Holocausto) creo que es claro por varias razones que han sido expuestas anteriormente. Ahora bien, si con esto creemos que podremos llegar a una comprensión absoluta del fenómeno, y más genralmente, de éste o aquel fenómeno, estamos equivocados. Y ahora voy a hablar con la boca de Imre Kertesz, con lo que yo creo entresacar de su pensamiento a través de la novela, no con el del personaje construido por él.

En Sin Destino, como he señalado en la primera cita, se da la imposibilidad factual del tiempo, de atrapar la magnitud a través de las palabras con que se compone el relato. Y, con ello, se da la imposibilidad de atrapar la vivencia en que está inspirada. Éste, nótese, no es un problema exclusivo de esta novela, sino de todo relato en general. Es un problema del lenguaje, de la gramática en la que se sustenta. Nunca seremos libres hasta que no nos desprendamos de las cadenas de nuestra gramática. O algo así, decía Nietzsche. La vivencia es lo que posibilita la genuina emoción (lo que está en juego), ya sea melancolía, crueldad, humor o tormento. Pero lo cierto es que Sin Destino consigue transmitir todas esas sensaciones y emociones. Esa ficción, y no otra, es la mayor y auténtica ironía del libro.

viernes, 22 de agosto de 2008

Algo con lo que rellenar

Hoy me han concedido el galardón de en medio. Dice que es prestigioso, pero a mi me recuerda al anuncio de Binaca, ese que sale un odontólogo ofertando un producto de la marca y al final dice aquello de: "por eso es lógico que los dentistas lo recomienden", con lo que deduces que él se ha hecho pasar por dentista y que su criterio para decidir aquello que es lógico en esa materia no sólo no es fiable, sino que es claramente sospechoso. Pues me pasa lo mismo con Stultifer y su premio. No es que considere estas cosas como entretenidos memes en el mejor de los casos y como odiosos spams en el peor de ellos. Todo parte de la definición del premio como "mejor blog del día" y, junto a ello, el nombre de mi blog. No tiene sentido, al menos, no por ahora. ¿Cuántos blogs se pueden crear al cabo de una semana? ¿10000, tal vez 20000? Teniendo en cuenta que la mitad de ellos no rebasan la criba del intervalo del primer post/quinto post, tenemos que existen muchos blogs funcionando en la blogoesfera. Según mis cálculos, un premio así sería lícito concedérmelo póstumamente, concretamente dentro de aproximadamente 3.000 millones de años, quizá 4.000. Luego está la segunda parte del asunto. Si que La Incubadora sea el mejor blog del día no tiene sentido o, al menos, no es justo, entonces tengo que llegar a la conclusión irrefutable de que este galardón no puede ser prestigioso. Y esto, queridos lectores, me reconforta con la blogoesfera, los calcetines por debajo de las sandalias, las anchoas con chorizo y chocolate, las scooters tunneadas y hasta los Morancos (que ya es mucho decir). Dicen que a caballo regalado no hay que mirarle el diente. Mi problema es que yo le miro la dentadura entera, las pezuñas y hasta el motor a turbopropulsión. En esta vida es de señores agradecer lo que a uno le den, aunque uno no esté de acuerdo. Así que: gracias Stultifer, te has equivocado, pero gracias.

PS: Me ha gustado el te jodes.

Como esta demostración de onanismo inveterado no os parecerá suficiente, he decidido contaros el sueño que he tenido hoy. Para los que me conocéis, deciros que vuelvo a soñar regularmente por las noches desde hace, más o menos, dos meses. Bueno, al grano.

Estaba mirando por la ventana, una ventana cualquiera, y veía que todo estaba destruido. Pero no me refiero al mobiliario urbano. No veía rocas ni piedras, signos de ese tipo de destrucción, veía otra cosa. Todo estaba en su sitio, pero a la vez había una niebla de polvo a amarillo y, además, no se veía a nadie en la calle. Era como si todo estuviera muerto y lo que, no podía morir, pues eso. A eso me refiero. Me di la vuelta y, para mi asombro, vi a Fernando Romay con una cresta de, por lo menos, dos manos de las mías. Era más alto que yo estando sentado y yo de pie. Me dijo: siéntate. Y yo: no gracias, voy a pedirme una cerveza. En ese momento me di cuenta de que estaba en una taberna, una como otra cualquiera. Él dijo: una cerveza, claro. Cuando volví y le pegué un trago de unos 10 segundos a mi pequeña pinta, le miré de pie y le pregunté circunspectamente: ¿qué ha pasado? Me encendí un cigarro y añadí: está todo muerto. Él contestó: Está todo muerto, claro.

Lo siguiente que recuerdo es estar definitivamente sentado en una silla hablando con él. Apareció de ninguna parte una chica guapísima, rubia, de rasgos eslavos, tal vez nórdicos, buen tipo y buena delantera. Me quedé mirándola hasta que desapareció, sin nada que decir. Estamos en el infierno y un ángel se acaba de perder, dije, sin saber el alcance de lo que acababa de representar. Estamos en el infierno, un ángel, claro, dijo mi sucio y despreciable compañero de taberna. Eso me mosqueó. Me di cuenta al instante de que siempre repetía la misma coletilla. Le miré fijamente a los ojos, cabreado. Y de repente, sin previo aviso, un halo de luz me cegó. Cuando estaba otra vez en posesión de mis discutibles facultades, Romay había desparecido. En su lugar estaba el jefe de los Power Rangers, el holograma ese. Podía oir el aura de iones a su alrededor, ese sonido plácido y a la vez misterioso. Me dijo: Es tu turno. Y sin tiempo para reflexionar en lo que acababa de escuchar, estaba en medio de una especie de plataforma que descendía hacia abajo por medio de unas cadenas de hierro que producían un sonido estridente al contacto con unos engranajes que estaban suspendidos en el vacío. Cuando miré hacia dónde me dirigía, vi fuego. Mucho fuego.

Sin llegar a poder disfrutar de mi carbonización absoluta, hoy me he despertado a la 1 y media. Y esa es la historia.

jueves, 21 de agosto de 2008

Snap Your Fingers, Snap Your Neck (6)

Pensad en los 90 y asociad a esa década 10 grupos. ¿Ya? Lo sabía, ninguno habéis incluido a Prong. Algunos habréis tirado hacia el grunge o el post-grunge. Otros hacia el metal, ya sea extremo, thrasher o ecléctico. Algunos pocos hacia el hard rock y algunos incluso hacia el punk rock. Pocos habrán pensado en la electrónica y los menos habrán pensado en mezclas tipo industrial y similares. Bien, Prong no pertenece a ninguna de esas categorías y, a la vez, pertenece a todas. Es lo que tiene tener un sonido tan particular.

Porque hablar de Prong es hablar de particularidad, de distinción. El grupo de Tommy Victor no es sino otro rara avis dentro del mundo de la música. Tienen riffes metaleros, melodías grunge y ritmos que ensamblarían igual de bien en una canción de ac/dc que de Ministry, por no hablar, según el tramo de la canción, de unos Sepultura. Pero aquí la miscelánea no es abrupta ni mucho menos gratuita; cada una de las partes encajan fluidamente con sus colindantes y el resultado es excepcionalmente fresco. Snap Your Fingers... es sólo un ejemplo.



PS: la canción original dura cerca de cuatro minutos y medio. Una vez más, los imperativos del mercado vuelven a prevalecer frente al producto original. A joderse.

jueves, 14 de agosto de 2008

El Turco, y también otros autómatas ajedrecísticos

Hoy en día es difícilmente imaginable pensar el ajedrez sin los programas informáticos destinados a hacernos la vida imposible mientras jugamos contra ellos. Es curioso contemplar como la máquina ha superado al ser humano; la creación al creador. La victoria de Deep Blue frente a Kasparov, en este sentido, supuso un hito: la demostración empírica de que la capacidad de cálculo humana puede ser rebasada. Y vaya que si se rebasó... En cualquier caso, la creación de Deep Blue no supuso, ni mucho menos, un punto final en el desarrollo de IA con vistas a jugar una partida de ajedrez. Hoy en día, el principal motor que guía estas investigaciones es esencialmente pedagógico; enseñar al jugador a mejorar su juego. Es por ello que la relación máquina/hombre no tiene porque llegar a ser especialmente traumática. Ha llegado el momento de que el mentor aprenda del discípulo.

Sin embargo, hoy no os voy a hablar del estado de la cuestión, de cual es el estado de cosas existente a este respecto. Hoy os voy a hablar del oscuro y pedregoso camino; del trayecto, no de la meta. Os voy a contar cuáles fueron los inicios de la implantación de la máquina en ese mundo del jaque mate. Exacto, os voy a hablar de los primeros autómatas.

En este campo creativo tan apasionante, la tradición nos habla de un ensayo de un autómata ya en el siglo XIII, conocido como el portero perteneciente a San Alberto Magno. Desgraciadamente, no existe demasiada información al respecto. Fue en los siglos XVIII y XIX, al compás de los progresos de la relojería y del desarrollo de la revolución industrial, cuando tuvieron lugar realmente las primeras experiencias interesantes con autómatas. Así fueron creados el flautista de Vaucanon (1738), el escribiente de Knaus (1760), y el Psycho de Maskeline (1975) que resolvía operaciones aritméticas sencillas y podía jugar a las cartas. Con este ambiente no es de extrañar los intentos para construir un autómata que pudiera competir dignamente con el hombre en el juego del ajedrez.

Corría el año 1769 cuando la primera máquina, llamada el Turco por el vestido y el turbante que llevaba su figura, efectuaba su primer movimiento ante un asombrado público en el que figuraba la emperatriz María Teresa de Austria y la mayor parte de sus cortesanos. El autor de tan espectacular ingenio era el barón Wolfang von Kempelen, un ingeniero húngaro. Su fama se extendió por toda Europa en cuyas capitales hizo demostraciones con interés cada vez más creciente. Más tarde, el Turco fue comprado por Maelzel, un músico de Baviera que lo exhibió en las ciudades más importantes de América.

El Turco, y, en el interior, presumiblemente Kant...

El Turco aparecía sentado ante una caja de considerables dimensiones, en cuya parte superior estaba colocado el tablero de ajedrez. Antes de cada partida se abría la caja y se mostraba a los curiosos e incrédulos los engranajes, hilos, ruedas y manivelas que cuidaban su funcionamiento. Iniciado el juego, el Turco tomaba las piezas con su mano izquierda y las colocaba en la casilla adecuada, y si el contrario realizaba un movimiento irregular, el "autómata" se quedaba inmóvil negándose a continuar la partida. Mientras jugaba era claramente perceptible el ruido que producía su complicado mecanismo.

Se hicieron numerosas tentativas para descifrar su enigma; incluso fue sometido a investigación por distintos comités científicos, pero todo fue inútil. Algunos suponían que debía valerse, para efectuar las jugadas, de fuerzas magnéticas y estaría ayudado por algún espectador que se comunicaría con él por este medio. Sea como fuere, la mayoría terminaba por admirar el genio de su constructor.

El "autómata" ni siquiera respetó a las cabezas coronadas como el emperador José II o a la zarina Catalina II de Rusia. Ni Napoleón Bonaparte, con toda su astucia, pudo derrotar al famoso Turco. Se cuenta que durante la estancia del Emperador francés en Viena en 1809 la máquina se atrevió a ganarle tres veces. Entonces Napoleón perdió el dominio de sí mismo y con un gesto de rabia tras su tercer fracaso barrió todas las piezas del tablero que utilizaba el autómata, arrojándolas al suelo.

Edgar Allan Poe, el genial novelista norteamericano, interesado por el funcionamiento del autómata fue uno de los primeros en lanzar la idea de que el ingenio era una solemne superchería (por cierto, Poe se jactaba de afirmar, como buen ludópata, que la probabilidad de que saliera un seis tras cinco intentos saliendo seises con los dados, era menor que la primera vez. Y a la inversa) y hasta le dedicó una de sus narraciones: El jugador de ajedrez de Maelzel. Y no se equivocaba...

Durante una exhibición efectuada en Filadelfia, un periodista norteamericano observó ciertos rumores y agitaciones en el interior del armario, cuando un gracioso entre el público se le ocurrió gritar ¡fuego!, y vio claramente como un individuo salía del interior del autómata y trataba de escapar a toda prisa del supuesto peligro. El periodista fue más ligero y lo detuvo, confirmándose lo que se sospechaba: era un ajedrecista camuflado.

Descubierto el secreto, el Turco, al que no se le puede negar el ingenio de su constructor, pues desde el punto de vista de la ciencia moderna, fue un precursor de la acústica ya que llegaba a articular algunas palabras imitando la voz humana, fue adquirido como curiosidad histórica por el Chinese Museum de Filadelfia. Desgraciadamente, resultó destruido por un incendio el 5 de julio de 1854.

Al parecer, Napoleón había sido derrotado por el austriaco Johhann Allgaier, uno de los más célebres campeones del momento... camuflado entonces dentro del turco.

Ajeeb, otro supuesto autómata, fue construido en 1868 por el inglés Charles Arthur Hooper, que lo vistió a la usanza egipcia y fue exhibido también con gran éxito en Europa y América hasta que en 1929 también fue destruido por un incendio.

El tercero de la serie de pseudo-autómatas, Mefisto, fue creado en 1878 por Charles Godfried Gumpel, fabricante de miembros ortopédicos. Realizó exhibiciones públicas ante Bird, Blackburne y otros prestigiosos jugadores y estuvo manejado probablemente por el gran maestro Isidor Gunsberg.

La gloria de la fabricación de una máquina de ajedrez que funcionó en la realidad se la llevaría el genial ingeniero español Leonardo Torres Quevedo hacia el año 1890. Sin truco alguno de intervención humana, este autómata electromecánico da mate al rey negro adversario, con su rey y torres propios, en 63 jugadas. Según las vigentes reglas de la FIDE, el resultado de la partida quedaría en tablas. No obstante y teniendo en cuenta la época en la que vivió Torres Quevedo, no podemos regatearle nuestra admiración por su genialidad.

Máquina de Torres Quevedo

Esta máquina maravillosa todavía existe y funciona. Se halla en el departamento de construcción de máquinas de la Universidad Politécnica de Madrid. El "robot de sobremesa" anuncia jaque y mate por medio de un altavoz, basándose en un principio no muy diferente del primitivo gramófono.

Desde entonces, la creación de autómatas capaz de jugar al ajedrez ha perdido interés científico. Crear máquinas con apariencia humana dejó de revestir importancia a partir de mediados del siglo pasado, en favor de la creación y perfeccionamiento de la revolución tecnológica y científica del siglo XX: la cibernética y el mundo de la computación. Los primeros que desarrollaron protoprogramas informáticos capaces de poder jugar al ajedrez fueron el húngaro Nemes en 1949 y Shannon en 1950. Posteriormente les seguirían los estudios de Turing y Kister en 1951... pero todo esto ya es otra historia.

Premio al esfuerzo personal



Gracias Devin

miércoles, 13 de agosto de 2008

martes, 12 de agosto de 2008

Napoleón y las pirámides

Soldats! Du Haute de ces pyramides quarante siècles nous contemplent

Durante la campaña napoleónica en Egipto en 1798 se libró una célebre batalla a las afueras de El Cairo, en Embaba, en presencia de las pirámides, y que se conoce como la batalla de las Pirámides. Una medalla que conmemora la victoria francesa porta las palabras que pronunció Napoleón para exhortar a sus tropas: ¡Soldados! Desde lo alto de estas pirámides cuarenta siglos nos contemplan. Napoleón, ducho en matemáticas, tenía un sentido asombroso de los números y un profundo sentido de la historia. En aquella época, aún no se había determinado la fecha de construcción de las pirámides, pero Napoleón dio en el clavo. Sus cuarenta siglos o 4000 años fijarían la fecha alrededor del 2200 a.C. Hoy se sabe que la gran pirámide data del 2500 a.C., es decir, solo unos 300 años antes de la estimación de Napoleón.

Cuentan que, después de la batalla, Napoleón y sus oficiales visitaron la gran pirámide. Mientras los oficiales más aventureros escalaron hasta la cima, el bueno de Napoleón se contentó con descansar a la sombra de la pirámide junto a la base, mientras jugaba con números. Cuando los oficiales bajaron y se reunieron con él, Napoleón explicó que había estado calculando la cantidad de piedra que formaba la pirámide. Había suficiente, dijo, para construir un muro de piedra de 3 metros de alto y 0,3 m de grosor alrededor de toda Francia. En el grupo de franceses se encontraba Gaspard Monge, un gran matemático y el inventor de la geometría proyectiva (una buena pregunta sería qué demonios hacía ese tipo con Napoleón combatiendo en Egipto). El realizó su propio cálculo y, según cuentan, declaró que Napoleón había efectuado una estimación muy acertada.

El volumen de una pirámide es igual a un tercio del producto de la base por la altura. La base de la gran pirámide es un cuadrado que mide 229 m de lado, de modo que cubre un área de 52.441 metros cuadrados. La altura es de 146 m. Por tanto, el volumen abarca una extensión de 2.552.005 metros cúbicos. Si se supone que la pirámide es sólida (es decir, que no hay una cantidad significativa de huecos vacíos o cámaras), entonces es fácil calcular qué longitud tendría un muro construido con toda esa masa de piedra que midiera 3 m de alto y 30 cm de grosor, según especificó Napoleón.

Si se picara toda la piedra de la pirámide para construir un muro de esas características, se obtendría una tapia de 2.836.000 m, es decir, 2.836 km de longitud. La razón es que 2.836.000 x 3 x 0,30 es igual a 2.552.005 metros cúbicos, o sea, el volumen total de la pirámide.

Francia tiene forma aproximada de rectángulo, casi de cuadrado, ya que es algo más larga de norte a sur (unos 770 km, medida desde Montpellier hasta Reims), que de este a oeste (unos 700 km, medida desde Nantes hasta Besançon). Por tanto, su perímetro asciende a unos (2 x 770) + (2 x 700) = 2.940 km.

Estos números evidencian que Napoleón efectuó una estimación correcta de esa magnitud. La pirámide contiene piedra suficiente para formar un muro de 2.836 km de longitud, y su perímetro formaría un rectángulo lo bastante largo para abarcar toda Francia, que ronda los 2.940 km, lo cual supone un margen de error del 3%.

Por supuesto, si el muro en cuestión no fuera un rectángulo lo bastante grande como para abarcar el conjunto de Francia, sino que tuviera que seguir los entrantes y salientes de las fronteras y costas francesas, sería mucho más largo. Sin embargo, al César lo que es del César (o al emperador lo que es del emperador, en este caso): es dudoso que ni siquiera alguien como Napoleón pudiera realizar una estimación tan precisa de la longitud de un perímetro tan serpeante.

Con todo, ¡puto amo!

PS: Si queréis más datos sobre estas cuestiones, consultad El Triunfo de los números de I.B. Cohen, cualquier biografía de Napoleón o Internet. ¡Napoleón está en todas partes!

Peleándome con Sartre



El Desmayo, una evasión

Tomemos como ejemplo el miedo pasivo. Veo llegar hacia mí una fiera. Mis piernas flaquean, mi corazón late más débilmente, me pongo pálido, me caigo y me desmayo. A primera vista nada menos adaptado que esa conducta que me entrega indefenso al peligro. Y sin embargo, se trata de una conducta de evasión. El desmayo es aquí un refugio. Pero no vayamos a creer que es un refugio para mí, que trato de salvarme a mí mismo, de dejar de ver a la fiera. No he salido del plano irreflexivo: pero al no poder evitar el peligro por los medios normales y los encadenamientos deterministas, lo he negado. He pretendido aniquilarlo. La urgencia del peligro ha servido de motivo para una intención aniquiladora que ha impuesto una conducta mágica. Y, de hecho, lo he aniquilado en la medida de mis posibilidades. Estos son los límites de mi acción mágica sobre el mundo: puedo suprimirlo en tanto que objeto de conciencia pero esto solo lo consigo suprimiendo la consciencia misma. No vayamos a creer que la conducta fisiológica del miedo pasivo es puro desorden: representa la brusca realización de las condiciones corporales que suele llevar consigo el paso del estado de vela al de sueño.

Fragmento extraído de
Bosquejo de una teoría de las emociones (1939), J.P. Sartre
Incluido en
Antimanual de Filosofía (2001), M. Onfray


***

El miedo pasivo se puede ejemplificar en mi respuesta ante la presencia de una fiera. Puedo realizar dos conductas: o bien huir y mantener una actitud consciente de supervivencia, o bien desmayarme y evadirme por otros medios, en este caso irreflexivos que son los del miedo pasivo, sin tener en cuenta al yo consciente.

La segunda vía aniquila el peligro mediante una conducta mágica: Suprimiendo la consciencia, suprimo sus objetos, entre los cuales, se encuentra mi percepción del mundo. A pesar de ser irreflexiva, no es una conducta totalmente desordenada, pues requiere de las mismas condiciones corporales que el paso de la vigilia al sueño.

Idea clave: La condición de posibilidad de la percepción de lo existente es la conciencia.

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La idea clave de este texto, o al menos, la idea que yo he creído sonsacar, puede prestarse a confusión por no distinguirse dos planos dentro de la misma idea o por dar a dos ideas diferentes el mismo nombre. Si para que yo pueda percibir que el mundo existe es necesario que mi conciencia me cree una representación de él, entonces ¿la desaparición de la conciencia implica la desaparición del mundo? Sí y no. O más bien en un plano filosófico sí, pero en otro plano filosófico no. Hay que distinguir entre un plano epistemológico y otro ontológico.

Desde un punto de vista epistemológico, de cómo conocemos el mundo, de cómo son nuestras estructuras cognitivas, desde el punto de vista de la consciencia desde dentro en definitiva, la respuesta es sí. La consciencia debe ser consciencia de algo, nunca actúa sola, salvo en el desmayo, el sueño o la muerte. Aquí consciencia de o sobre algo se mueve en términos parecidos a conocimiento de o sobre algo. Si no hay ese algo, entonces no hay consciencia o conocimiento. Por tanto, cuando nos morimos, soñamos o nos desmayamos, todos los objetos de consciencia desaparecen. Esto significa que la influencia de su existencia sobre nosotros desaparece. Es lícito decir en este caso que ya no hay mundo. Creo que éste es el sentido que da Sartre a su argumentación.

Desde un punto de vista ontológico o de búsqueda de cosas existentes en el mundo, incluida la totalidad de ellas, es decir el mundo, la respuesta es no. No, por una sencilla razón: bajo este planteamiento contestar sí implica paradoja. La paradoja consiste en que si entendemos el mundo como la totalidad de cosas existentes, entonces mi consciencia es un objeto del mundo. Ahora bien, que la condición de posibilidad de que me represente el mundo como es sea la consciencia, no puede significar que desapareciendo ésta, desaparezca el mundo, pues de ser así consciencia y mundo han de ser lo mismo, pero la consciencia es una parte entre otras del mundo, y desapareciendo ésta sólo desaparece una parte del mundo. De otro modo tendríamos que admitir que en mi consciencia se incluyen objetos tales que desconozco que existan, como pueden ser, la especie de los #####. Ni mundo y consciencia pueden ser 1, ni el mundo tiene que ser parte de la conciencia porque entonces admitiríamos nuestro conocimiento sobre entidades existentes que desconocemos. Este sentido ontológico es, por decirlo así, desde fuera de la consciencia. No creo que sea el sentido que da Sartre a su argumentación, aunque desde este planteamiento ya no hay evasión, pues el mundo seguiría existiendo, y si finalmente la fiera me devora, mi familia sufrirá.

Ahora bien, nos encontramos con dos sentidos o puntos de vista diferentes para lo que parece ser un mismo problema. Es necesario un punto de vista pragmático.

El problema entre epistemología y ontología tiene cierta relación con el problema de intentar saber si existen otras mentes. Realmente no sabemos ni podemos conocer que otros seres humanos piensen; a fin de cuentas pueden ser simples robots que actúen en función de un conjunto de reglas dadas por un ingeniero maligno. No obstante la ontología del sentido común nos dice que sus mentes existen, y que son como la mía. El punto de vista pragmático consiste aquí en pensar que porque no podamos conocer que otras mentes existan no significa que no existan realmente. En cierto sentido aquí hay una ficción al modo nietzscheano; pero una ficción necesaria al fin y al cabo. Pensemos en las consecuencias prácticas de una persona que actuase en sociedad como si todos sus “iguales” fueran cyborgs. Y pensemos en las consecuencias que ello le traería. Muy perfectamente el hecho de que la encerraran en un manicomio no haría cambiar su opinión, sería totalmente coherente con ella. Pero lo cierto es que estaría en un manicomio y que, por cierto, sería un hecho que podría haberse evitado.

Del mismo modo, no podemos conocer que el mundo siga existiendo una vez perdida la consciencia, y de hecho no lo haría para mí. Pero lo cierto es que cada día mueren y mueren miles de personas en el mundo, y el mundo, con sus inquilinos dentro, no desaparece. Por tanto, desde un punto de vista pragmático, es más interesante pensar en el sentido ontológico, pues ciertamente es el más útil. Dos razones: La primera consiste en que una vez perdida la consciencia, de acuerdo, el mundo deja de existir para mí, pero es que ese pensamiento en un estado de inconsciencia no tiene sentido. Por tanto no podremos comprobarlo nunca (a la muerte en concreto, la auténtica desaparición del mundo para mí). La segunda es que si miles y miles de personas mueren cada día y el mundo no desaparece, entonces mejor concentrémonos en hacer de la vida de los que quedamos vivos sea mejor y más satisfactoria. Será éste el mejor medio para que el mundo siga existiendo durante mucho tiempo en todos los sentidos.

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Todo esto es un trabajito optativo que hice para una asignatura hace poco más de dos años. Divertido, ¿eh?

lunes, 11 de agosto de 2008

Domination (5)

Hablar de Pantera es hablar de la mayor institución del mundo del metal durante los años 90; sin ellos, el estilo no se entendería. Tras muchos años en la sombra durante la década de los 80, los de Texas dieron el pelotazo mundial con Cowboys From Hell en 1990. Desde la edición de ese disco, las cosas nunca volvieron a ser como antes; ni para ellos ni para toda la escena en todo su espectro de vertientes.

Sonará desmesurado a más de uno afirmar que los chicos de los hermanos Darrell (RIP Dimebag Darrell) sentaron cátedra con su trilogía Cowboys From Hell / Vulgar Display of Power / Far Beyond Driven, pero para bien o para mal es lo que hay. La escena metalera, durante los años 80 perdía fuerza y vigor, no eran buenos tiempos para ella. El thrash y el heavy cedían el puesto a una manada de bandas de hard y glam rock que poco nuevo tenían que ofrecer. Era cada vez más evidente que de las viejas glorias del thrash y el heavy de los 80, sólo unas pocas sobrevivirían al paso del tiempo y de las modas y, mientras tanto, el metal perdía fuelle. Las corrientes más extremas, como el death o el black, eran todavía demasiado underground o, incluso, aún estaban en ciernes, en pañales. Mientras tanto, las radios se fijaban en los Motley Crue de turno y, más adelante, en esa efímera corriente denominada grunge. En ese contexto surgió Pantera para dar una patada en los huevos a ese contexto.

La música de Pantera era visceral, extremadamente contundente y jodidamente original (ahora ya no tanto, cosas de la repetición y el plagio). Pero lo más importante es que su música estaba impregnada de una actitud como hace muchos años no se recordaba. Aquí no había poses, cada una de las notas te recorría el cuerpo haciéndote sentir toda la electricidad en tu piel, cada uno de los golpes de batería era un ofrecimiento irrechazable a hacer headbanging (otra cuestión es que el headbanging acabara convirtiéndose en una pose). Pantera supuso un soplo de aire fresco a una escena que necesitaba, como si de un hospital de campaña en plena guerra mundial se tratara, de la ventilación y el aire limpio para evitar la putrefacción y la propagación de infecciones. Y vaya si lo hizo.

Fue gracias a ellos que la vertiente más extrema del metal se abrió paso en los charts. Sin ellos, ahora no habría Sepulturas, Slipknots o In Flames. Y aunque algunos digan que otros hubiesen sido los precursores, lo cierto es que fueron ellos los primeros. Pantera Rules!



PS: Como me hubiera gustado estar en ese concierto y en especial en el Moscú de la época, anodadado por la avalancha de cambios provenientes de Occidente.

A la vuelta de la esquina

¡Preparaos visionarios del cambio climático, vuestras profecías se verán cumplidas! Por lo que a mi respecta, ya estoy pensando en cancelar mi servicio de calefacción central. Creo que mi ordenador será más que suficiente...

El periodo estival acostumbra a ser aprovechado por las grandes distribuidoras como escaparate para mostrar lo que nos ofrecerán después del verano. Y lo cierto es que este año promete ser fecundo respecto a lo anterior. Muchos, muy variados y presumiblemente (esperemos) muy buenos juegos se están cocinando en estos momentos con vistas a ser lanzados cuando el calor y las altas temperaturas cesen. De entre todos ellos los menos serán revolucionarios, y otros, la inmensa mayoría, buenos, entretenidos, decentes o sencillamente pasables. Algunos serán malos y, algunos pocos, horribles. Pero, afortunadamente, de los juegos empaquetados en estas dos categorías no tardaremos demasiado tiempo en olvidarnos de ellos. Memoria selectiva se le llama, ese mágico producto desarrollado durante la evolución (Que Dios la bendiga...).

Sé que mis expectativas no se verán satisfechas a posteriori, que me equivocaré y maldeciré el día en el que deposité, por pequeño e insignificante que fuese, algún atisbo de ilusión en alguno de los siguientes títulos. Pero da igual. Sólo el tiempo decidirá si la espera ha valido la pena o si, por el contrario, debemos empezar a engrasar todo nuestro arsenal de destrucción masiva. Mientras tanto, sólo me queda enseñar las cartas y esperar que las distribuidoras hagan lo propio en las fechas establecidas. Así pues, ahí va mi póker de ases.


Spore (07/09/08)

De la mente de Will Wright sale el siguiente título. No nos vamos a engañar, no es alguien con el que iría a tomarme unas cañas, pero bien es cierto que este tipo ha sabido montárselo bien. Sus otras dos franquicias nunca terminaron de llamarme la atención, pero con Spore la cosa pinta diferente. Si con Los Sims se adentró en el mundo de la simulación social y con SimCity exploró las posibilidades de la gestión de una gran ciudad, con Spore pretende adentrarse en el mundo de la simulación evolutiva de especies. Como suena. En Spore jugaremos a ser Dios, al menos, de la criatura que a nuestro libre arbitrio decidamos crear. Con ella deberemos lidiar con ese mecanismo ciego que llamamos selección natural (y que aún estamos lejos de comprender en todas y cada unas de sus ramificaciones). La adaptación al medio será fundamental en el juego y la concatenación de fases nos llevarán desde el manejo de un organismo monocelular hasta la conquista del espacio. Con la superación de cada una de estas fases tendremos la posibilidad de echar mano de un editor con el que añadir y quitar características a nuestro bicho prototípico, jugando con ello al juego de la evolución con nuestra especie. En palabras del propio Will Wright, la socialización también tendrá un papel fundamental en el desarrollo del juego, siendo esencial a la hora de establecer relaciones tanto dentro como fuera de tu especimen. Si a esto le añadimos el hecho de que todos los escenarios se van a generar aleatoriamente, tenemos que, con cada nueva partida, contaremos con un nuevo universo (literalmente).

La Demo del juego ya se puede descargar desde hace dos meses. Es un sencillo editor con el que podemos configurar a nuestro antojo a nuestra especie. Desde aquí encontraréis un servidor con el que bajárosla. El propio Will Wright ha afirmado recientemente que Spore contará con más especies que la Tierra (aproximadamente 1.600.000). Desde que se publicó el susodicho editor, los usuarios han creado ya la friolera 1.756.000 especies (y ésta es una cifra de hace un mes). Las posibilidades parecen casi infinitas y, las expectativas, proporcionales. Ahora bien, que todo esto se quede en una especie de Tamagochi a gran escala o que efectivamente se trate de uno de los juegos más innovadores de toda la historia, sólo el tiempo lo dirá. Concretamente, dentro de un mes.



Sí, a mi tampoco me termina de convencer la estética infantil. Habrá que esperar...


This Is Vegas (02/03/2009)

A la espera de que los usuarios de PC podamos disfrutar de Gand Theft Auto 4, si es que nos llega a nuestra plataforma finalmente, el juego que más boletos tiene para convertirse en la mayor gamberrada de la temporada parece que va a ser This Is Vegas. El juego de Midway nos pondrá en la piel de un buscavidas que ante la noticia de que un importante y rico empresario del ladrillo pretende convertir la ciudad del pecado en un tranquilo y respetable destino para familias, no podía ser de otro modo, le plantará cara. Tan absurdo pero potencialmente divertido como suena. Las comparaciones con la saga GTA son inevitables: por perspectiva, jugabilidad, entornos, gráficos y aspecto cinematográfico resulta difícil no pensar en la franquicia de Rock Star. Sin embargo, los creadores de This Is Vegas afirman que el tono serio y mafioso de los GTA no estará presente en TIV, al menos, no en la misma medida. Para TIV se ha contado con Jay Pickerton, uno de los máximos responsables de la revista Cracked (algo así como El Jueves americano), con lo que el humor y el tono desenfadado serán la norma. En TIV será tan importante hacer buenas migas con los peces gordos de la ciudad, como liarse a puñetazos con un transeunte o ganar un pico en la ruleta para invitar después a cualquier zorrita a una suite a tomar una copa y algo más. No cabe duda de que Las Vegas es el escenario perfecto para dar rienda suelta a todas estas posibilidades. De momento poco más se sabe de este título, para cuyo lanzamiento aún faltan unos cuantos meses. Pero eso sí: prometer, promete.




Fallout 3 (10/10/08)

Hablar de la saga Fallout es hablar de una institución dentro del mundo de los juegos de rol. Sus dos primeras entregas hicieron acopio de todos los valores que los aficionados al género tienden a disfrutar, todo ello en unas primigenias dos dimensiones. Valores como la libertad de acción, la interactividad con un entorno postapocalíptico y un desarrollo argumental logrado son algunos de ellos. Esas características se van a mantener en este nuevo Fallout, esta vez con dos novedades de peso. La primera, concerniente a su salto a la tridimensionalidad, respaldado por un motor gráfico que promete quitar el hipo. La segunda está relacionada con su mecánica de juego. Al parecer, el juego va a ser un híbrido de RPG y Shootter. Así pues a las consabidas mejoras del personaje, trapicheo de objetos y barras de habilidad habrá que sumarle el toque sangriento y eléctrico de los juegos de disparos en primera persona. La mezcla, a priori, parece atrayente. Y en el E3 de este año ha sido considerado el mejor juego del festival. Por algo será.




S.T.A.L.K.E.R: Clear Sky (29/08/08)

De entre todos los juegos que he podido probar durante los últimos meses, y no han sido pocos, uno de los que mejor sabor de boca, si no el que mejor, ha sido S.T.A.L.K.E.R: Shadow Of Chernobyl. Ambientado en 2011, tres años después de un nuevo desastre nuclear en la central ya conocida por todos, SSOC nos contaba que la radioactividad emitida tras el nuevo cataclismo había dado lugar a lo que los científicos habían denominado anomalías, es decir, a fluctuaciones altamente inestables de energía que a su vez, en contacto con objetos del entorno, habían producido "artefactos", objetos con propiedades únicas y totalmente desconocidas. Viendo el percal, el ejército ruso no dudó un instante en acordonar la Zona, es decir, el perímetro de influencia de la radioactividad. Todo lo que allí hubiera debía ser propiedad del Estado; el pueblo debía esperar. Y ante esa moratoria no tardaron en crearse distintas facciones paramilitares, cada una con objetivos bien distintos: desde preservar la primacía de la ciencia ante lo sucedido con el fin de conocer qué se podía esperar a ciencia cierta de lo sucedido (caso de la facción Deber) hasta permitir el acceso libre e incondicionado a todo aquel que desease adentrarse en la Zona por cuenta propia (caso de la facción Liberatd), pasando por bandas de bandidos o mercenarios cuyas finalidades son intrínsecamente egoístas. Con este planteamiento, tú te metías en la piel de un Stalker, algo así como un cazarrecompensas por cuenta propia, con tu propia ética de grupo (respecto a otros Stalker) y tus relaciones de interés respecto a otras facciones. Tu peculiaridad: la amnesia producida por un accidente que bien cerca estuvo de ser mortal. Tu finalidad: matar a Strelok. El desarrollo del hilo argumental iría contestando a preguntas como quién soy y qué es realmente la Zona. Pero a pesar de sus siete finales distintos, la historia contada en Stalker no quedó cerrada. Clear Sky, su precuela, pretende contestar a las preguntas que quedaron en el aire.

Una de las características que más llamó la atención en el primer S.T.A.L.K.E.R. fue la gran libertad de decisión que podíamos ejercer sobre nuestro protagonista. Había un hilo argumental prefijado, sí, pero tanto el número de misiones (potencialmente infinito) que podíamos realizar como los distintos finales a los que podíamos acceder estaban en función de nuestras decisiones a lo largo del juego. La forma de acometer las misiones, a su vez, era la típica de un juego de acción táctica en espacios abiertos, es decir, que la forma de acometer las misiones redundaba en esa libertad, si se quiere, en un plano más concreto. También teníamos que gestionar nuestros recursos: en Stalker teníamos que comprarnos las armas, comprarnos inyecciones que supurasen los efectos de la radioactividad en nuestro organismo, así como comprar comida para no morirnos de hambre. Lo cierto es que ese detalle, el de la gestión de nuestros recursos, no se cuidó todo lo bien que hubiese sido deseado y, al final, cuando acabábamos el juego, nuestro excedente crematístico bien nos daba para comprarnos una casa en Acapulco. Por lo visto, ese detalle se ha cuidado más para la edición de Clear Sky, así como también la criba de los innumerables bugs con los que contaba su hermano mayor y que a muchos jugadores les echó para atrás a la hora de disfrutar del juego en un abanico más amplio de posibilidades.

En cualquier caso, si en algo parece destacar este Clear Sky respecto a su antecesor va a ser en el motor gráfico. Si ya el primer Stalker, con el equipo adecuado, era un juego para saborear una y otra vez debido a la extraña belleza que tenía la Zona, ese espacio postnuclear, en Clear Sky la cosa parece ir uno o dos pasos más allá, como se han encargado de demostrar todas las demos que han ido circulando por Youtube. Y lo mejor es que con todo, parece que sus requisitos van a ser asequibles. A ver si es verdad.



SSOC, a pesar de sus defectos, es uno de los mejores juegos que he jugado nunca. Su mezcla de shooter, aventura y algunas dosis de rol, junto con la inteligencia artificial de los enemigos, su envolvente y ambigua historia y sus atmosféricos gráficos hicieron que se convirtiese en una de las piedras angulares de mi juegoteca. Sobra decir que, de largo, el juego del que más expectativas atesoro es este Clear Sky. Y que poco queda para su lanzamiento...

viernes, 8 de agosto de 2008

¿Cuál es tu guitarrista preferido?

Érase una vez la creación, con su noche, sus raptos, sus violaciones, sus tormentas, sus bacterias, sus virus y sus epidemias. En aquel mágico, festivo y dicharachero momento un intrépido y desaprensivo bloguero decidió elaborar una encuesta. Ésta rezaba sucintamente: "¿Cuál es tu guitarrista preferido?". Tras innumerables, pero siempre sucesivos (excepto una vez), ciclos de explosión e implosión cósmica, durante los cuales millones de especies perecieron y otras tantas aparecieron (excepto dos veces), la encuesta llegó a su fin. Es decir, aproximadamente poco menos de tres meses después. Hoy podéis contemplar los resultados.


Ahí tenéis proyectado de un modo matemáticamente preciso el estado de la cuestión. La conclusión impepinable: Jimi Hendrix ha ganado. No podía ser de otra manera. Así que da igual que os mencione algunos de los resultados subsumidos bajo esa categoría absoluta que es "Other Option". Bueno, no da igual, algunos son cojonudos. Como el incombustible Iaaaaaaa!, famoso mundialmente por mezclar de modo incomparable la técnica del talk box con las artes marciales. Me encantó su tercer disco. El Koala ha recibido el apoyo unánime de un votante, lo cual ya es mucho decir, pues sus seguidores no se caracterizan por tener una personalidad demasiado estable. El que contestó "la de los pajaritos y su acordeón" se equivocó en al menos dos cosas. Menos mal que el enunciado era lo suficientemente conciso como para no plantear dudas exegéticas acerca de sus implicaciones ontológicas. (No quiero pensar en lo que sucederá el día del juicio final, es decir, el día que se celebre de un modo legal una consulta al pueblo vasco acerca de su identidad en el futuro.) Otros resultados más predecibles han sido Adrian Smith, Wes Borland, Josh Homme o Buckethead (que no Buckerhead), entre otros.

Bueno, y ahora el vídeo. Podría haber elegido All Along The Watchtower, Purple Haze, Foxy Lady, Voodoo Child, Hey Joe... Pero al final me he decantado por Star Spangled Banner. Cito de la Wikipedia, es decir, copio y pego (el maremágnum de hipervínculos incluido):

El guitarrista se presentó sobre el palco con una formación inédita, introducida por el speaker como Jimi Hendrix Experience, pero rapidamente vuelta a presentar por el mismo Hendrix como Gipsy Sun and Raimbows: prosiguió una exhibición de dos horas (en absoluto entre las más largas de su carrera). El hecho que más sobresalió de todo modos en aquella histórica exhibición, fue la celebérrima transfiguración guitarristica operada sobre el tema The Star-Spangled Banner, himno de los Estados Unidos; Hendrix interpretó el tema en una manera salvaje mezclandolo con feroces simulaciones sonoras de bombardeos y ametrallamientos sobre los barrios de Vietnam, sirenas anti-aéreas y otros ruidos de batalla, el todo utilizando nada más que su guitarra.[26] La realidad de los hechos, queda aún en una extrema controversia sobre el significado que Hendrix quizo dar a aquel modo de proponer el himno nacional estadounidense. Si bien su razón sea mas bien clara, hay que decir que desde hacia un año aquella versión de The Star-Spangled Banner era propuesta en vivo y el mismo Hendrix se mostró siempre misterioso sobre el tema: en una entrevista sobre el festival de Woodstock el guitarrista se declaró desinteresado a las cuestiones políticas, y a una pregunta más precisa - hecha durante el Dick Cavett's Show - sobre el porqué de su versión tan poco ortodoxa del himno norteamericano Jimi respondió muy tranquilamente "encuentro maravilloso tocarlo así".



Nosotros también, Jimi, nosotros también.

jueves, 7 de agosto de 2008

La habitación mágica

(Espacio indefinido. Tiempo indefinido.)

- Dicen por ahí que hay un ruso... y que es mejor que tú.

- Eso no es posible.

- No, lo que no es posible es que eso no sea posible.

(Silencio incómodo)

- Bien, ¿y cómo han llegado a esa conclusión?

- ¿Has visto Stalker?

- No. ¿Debería?

- A su lado tu 2001 parece una historieta Disney.

- ¡Exageras!

- No, no lo hago. Eres tú quien lo hace. Siempre lo haces, siempre fuiste demasiado enfático.

- Eso no es cierto.

- Sigues sin entenderlo, viejo recalcitrante. No importa que lo sea o no. La verdad y la falsedad aquí están en fuera de juego.

- ¿Ahogadas?

- Eso me gusta, pero tampoco te lo tomes demasiado en serio. (Tose durante un instante que se prolonga una eternidad.) ¿Un ajedrez?

- Siempre te vanagloriaste de esa escena. (Apunta al tablero.) ¿Blancas o negras?

- ¿Acaso importa eso?

- Importa si queremos jugar al ajedrez. Las reglas lo son todo. Sin ellas, nada queda.

- Sigues sin entenderlo, cabezota.

- ¿Qué sigo sin entender?

- Que las cosas no funcionan así.

- ¿Y cómo funcionan?

- Te contestaré con otra pregunta: ¿Por qué estás aquí?

- Para hacer realidad mi sueño.

- Exacto, por eso debes cambiar el chip, tu forma de pensar. Por eso estamos aquí. Por eso las cosas funcionan como nosotros queremos que funcionen.

- Por eso tú eres Bergman.

- Y tú Kubrick.

- Entiendo.

- No, no entiendes, pero da igual. No eres libre. ¿Qué edad tienes?

- No lo sé.

- ¿A qué hora has comido hoy?

- No lo sé.

- ¿Qué estabas haciendo antes de hablar conmigo?

- Es un mis... no lo sé.

- Claro que no lo sabes... ni puedes saberlo. Sólo tienes un sueño, y ahora sabes cuál es.

- Antes también lo sabía.

- Pero ahora sabes porque lo sabías. Ahora conoces la justificación de ese deseo. En cierto sentido, has aprehendido la no-justificación que rige tu voluntad.

- ¡Basta, no quiero seguir oyendo!

- ¡Bravo! Parece que empiezas a asimilar...

- ¡Cállate!

- Me callaré cuando lo crean conveniente.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Slither (4)

Como hoy es lunes* toca canción de la semana o del mes o del año (tú lo sabes y yo también: a estas alturas no nos vamos a andar con medias tintas). La elegida es Slither, de los siempre reconocibles Velvet Revolver (Axel, arderás en el infierno). Las razones son dos, aunque una ya se me ha olvidado. La otra hace referencia a mi ciudad o a los árboles o a esos jodidos comunistas del piso de arriba.

Hoy es día 6 (esto sí lo tengo claro), lo que en mi contexto significa que me hallo en el ecuador de las fiestas de La Blanca, mis fiestas, nuestras fiestas. El lugar y el momento perfecto para que un vitoriano de pro se destape como lo que auténticamente es: un condenado aldeano. Y he aquí nuestro estandarte. Exacto, el símbolo que logra transportarnos a los vitorianos hacia un nuevo nivel de consciencia colectiva no es otra cosa sino un muñeco, un pelele.

Celedón es héroe, símbolo y modelo etílico para los vitorianos. Esto último es especialmente importante; sin ello no se conoce nuestra idiosincracia más íntima. No es sólamente que le imitemos en su forma de vestir o que tengamos nuestros propios carnavales en mitad del verano. (Con lo que ello implica. De todos es conocido que el micro-clima gazteiztarra es un híbrido de las frías estepas siberianas, las precipitaciones endemoniadamente monzónicas del sur de Camboya y, en verano, del bochornoso y árido calor sahariano.) La cuestión relevante aquí es que si un puñado de borregos toman como referente a un títere que coge su paraguas y se lanza desde la iglesia de San Miguel con dirección al infinito, entonces, y sólo entonces amigos, todo es posible.

Pues eso, que Slither.



* Cielos, ¿hoy es lunes verdad?