Siempre que la fecha enmarcada para unas elecciones se presenta próxima, los votantes son avasallados con mensajes del tipo no tires tu voto a la basura, vota con sentido o vota útil. Los jefes de propaganda de los principales partidos políticos pretenden ganar para su grupo los votos de los votantes indecisos de los partidos políticos minoritarios. Y lo peor de todo es que ese mensaje suele calar en esa parte del electorado. Pero ladies and gentlemen: el lema del voto útil es la falacia del voto útil.
Por voto útil se suele entender aquel voto que es emitido en favor de un partido político mayoritario, esto es, hacia un partido que presumiblemente va a obtener abundante representación en unas elecciones cualesquiera. Por contraposición, debe entenderse por voto inútil exactamente lo contrario: el voto en favor de un partido que va a obtener escasa representación. Las consecuencias de este planteamiento son absurdas.
La principal es que establece una distinción ilógica. Por definición, es democrático el sistema electoral que premia con el mismo valor a todos los votos. De este modo, resulta incompatible afirmar que existe diferencia en cuanto a la cualidad de los votos en virtud de un criterio basado en la utilidad y, al mismo tiempo, afirmar que vivimos inmersos en un sistema democrático. O todos los votos son útiles o todos son inútiles.
Se aduce, entonces, que la diferencia de cualidad se infiere de la diferencia de cantidad, es decir, que a mayor cantidad de votos acumulados, cada nuevo voto tiene un peso cualitativamente distinto (es más útil). Pero esto sólo tendría sentido si las elecciones se dieran por tandas, en distintos momentos temporales, y que por cada nueva tanda se conocieran los resultados de la anterior. Pero éste no es el caso. El escrutinio en el sistema electoral en el que vivimos se produce una vez dados todos los votos.
Concluyendo: Todo eslogan que reclame el voto útil es un eslogan falaz. Es tan útil votar al PACMA o a Democracia Nacional como al PSOE o al PP porque la utilidad o la inutilidad no entran en escena. Simplemente todos los votos valen lo mismo. El problema, no obstante, no es que se introduzca un absurdo lógico. El verdadero problema del voto útil es que introduce un sesgo demagógico. Predispone a un cierto tipo de voto en oposición a otro y, con ello, se cercena la libertad de elección del individuo.
Por voto útil se suele entender aquel voto que es emitido en favor de un partido político mayoritario, esto es, hacia un partido que presumiblemente va a obtener abundante representación en unas elecciones cualesquiera. Por contraposición, debe entenderse por voto inútil exactamente lo contrario: el voto en favor de un partido que va a obtener escasa representación. Las consecuencias de este planteamiento son absurdas.
La principal es que establece una distinción ilógica. Por definición, es democrático el sistema electoral que premia con el mismo valor a todos los votos. De este modo, resulta incompatible afirmar que existe diferencia en cuanto a la cualidad de los votos en virtud de un criterio basado en la utilidad y, al mismo tiempo, afirmar que vivimos inmersos en un sistema democrático. O todos los votos son útiles o todos son inútiles.
Se aduce, entonces, que la diferencia de cualidad se infiere de la diferencia de cantidad, es decir, que a mayor cantidad de votos acumulados, cada nuevo voto tiene un peso cualitativamente distinto (es más útil). Pero esto sólo tendría sentido si las elecciones se dieran por tandas, en distintos momentos temporales, y que por cada nueva tanda se conocieran los resultados de la anterior. Pero éste no es el caso. El escrutinio en el sistema electoral en el que vivimos se produce una vez dados todos los votos.
Concluyendo: Todo eslogan que reclame el voto útil es un eslogan falaz. Es tan útil votar al PACMA o a Democracia Nacional como al PSOE o al PP porque la utilidad o la inutilidad no entran en escena. Simplemente todos los votos valen lo mismo. El problema, no obstante, no es que se introduzca un absurdo lógico. El verdadero problema del voto útil es que introduce un sesgo demagógico. Predispone a un cierto tipo de voto en oposición a otro y, con ello, se cercena la libertad de elección del individuo.
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