Cuenta la leyenda, que no hace mucho tiempo, existió un hombre que vivió casi 100 años y escribió casi 100 libros. Unos lo llamaban el Gran Russell, otros el Gran Pope; los más obstinados no escatimaban recursos en denominarlo la Razón Pura, y los más insidiosos, por el contrario, guíados por un potente y robusto sentido de la realidad, no sentían ningún tipo de pudor al nombrarlo la Razón Dura o la Cabeza Dura (y es que materialistas hay en todos sitios). En los libros de filosofía se refieren a él con el nombre de Bertrand Russell.
Sea como fuere, este señor escribió sobre los más diversos temas: matemáticas, economía, política, filosofía del lenguaje, lógica, moral, religión, Leibniz, pacifismo, historia, etc. Queda fuera de toda duda que su curiosidad intelectual no se ceñía a una parcela concreta del saber. Hay quien dirá que su curiosidad no tenía límites. Pero eso es algo que es fácilmente replicable: este señor era mortal; extrañamente longevo (cuál sacerdote órfico habiendo pactado ilusamente la vida eterna con las misteriosas fuerzas del averno), pero finito (y finiquitado) al fin y al cabo. En fin... la vida es así.
Unos años antes de que le dieran el premio Nobel de literatura (probablemente por pesado), se decidió a escribir una historia de la filosofía. Una historia de la filosofía algo descompensada, pues en ella se dedican 400 páginas al estudio de la filosofía antigua, y 600 a todo lo demás, cuál toma de consciencia de la finitud de su vida ( y de su curiosidad), y por ende, como pertinaz apresuramiento para terminar el proyecto en el que estaba embarcado. Pobre Russell, no sabía entonces que aún le quedaban más de veinte años de vida por delante. ¡Qué inefable agonía!
Si todavía sigues leyendo esto, es posible que te estés preguntando ahora algo cómo: ¿y qué tiene que ver esto con Marx? Sabia pregunta. Pero es más sabia ésta: ¿Qué Marx, Groucho o Karl? Aunque bien pensado, si realmente has leido todo lo anterior, quizás no sea tan sabia.
Digresiones a parte, Russell en su historia de la filosofía dice lo siguiente:
"La ejemplaridad judía de la Historia, del pasado y futuro, es de tal índole que llama poderosamente a los oprimidos y desafortunados de todos los tiempos. San Agustín adaptó esto a la cristiandad, Marx, al socialismo. Para comprender a Marx psicológicamente, se debía emplear el siguiente vocabulario:
Jehová: Materialismo dialéctico.
El Mesías: Marx
Los elegidos: El proletariado
La Iglesia: El partido comunista
El segundo advenimiento: La revolución
El infierno: El castigo de los capitalistas
El Milenio El estado comunista
Los términos del lado izquierdo dan el contenido emotivo de los términos de la derecha, y es este contenido emocional, familiar a los que han tenido una educación cristiana o judía, lo que hace creíble la escatología de Marx. Un diccionario análogo podría hacerse para los nazis, pero sus conceptos fueron más puramente estilo Antiguo Testamento y menos cristianos que los de Marx, y su Mesías más análogo a los macabeos que a Cristo . (P.470 Ed: Austral)"
Bertrand Russell en estado puro. Es decir, adulterado.
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