Cuando los seres humanos no habían creado aún la civilización, éste trataba de convivir en la naturaleza con el resto de las especies y formas de vida. En cierto modo, se trataba de una especie de comunión entre el hombre y la vida, de la que el homo sapiens-sapiens obtenía lo justo y necesario para su propia supervivencia. El ser humano, en su ignorancia, desconocía los complejos mecanismos que rigen el mundo: las leyes naturales. Para contestar a los interrogantes que surgían de su interacción con el medio, inventó la mitología, esto es, un modo antropomórfico de contestar a los distintos por qués de los hechos y, a la vez, una manera de hallar paz espiritual individual y unión entre sus semejantes. Nuestra insignificancia era nuestro nexo de unión por aquel entonces.
Sin embargo, el hecho de que ahora esté escribiendo estas líneas indica que la cosa no quedó ahí. El logos suplantó al mito, quizás porque éste no era sino el germen de aquel, la semilla de la que nace la flor. El logos trajo consigo una racionalización de los hechos. Y esto fue posible gracias a la invención de la matemática y la lógica. Estas herramientas, en su forma primigenia, no eran sino meros algoritmos que respondían a necesidades prácticas como la agricultura, la división en parcelas privadas del territorio común, etc. Para entonces, la civilización ya se había creado. Estos algoritmos ya se empleaban en las antiguas civilizaciones babilónicas y egipcias. El ser humano ya había dado sus primeros pasos con independencia de sus miedos.
Pero el verdadero salto conceptual en relación al logos tuvo lugar en la antigua Grecia. Fue allí donde se dio el salto de la razón algorítmica a la razón abstracta. Teoremas como los de Tales o Pitágoras ya se usaban en las civilizaciones precedentes, pero fueron ellos los que les otorgaron su apariencia formal y universal, es decir, con aplicación con independencia del caso concreto. De igual modo, fue Aristóteles quien sistematizó los razonamientos verdaderos con independencia de los hechos, es decir, la lógica. Y también fue Euclides quien dio forma axiomática, partiendo de unos pocos postulados y unas pocas reglas de inferencia, a toda la geometría existente anteriormente. Todo eso sucedió hace más de 2000 años.
Desde entonces, y con esa base, la ciencia y la tecnología han erigido un vasto y amplio panorama de conocimientos, que de pleno derecho, han suplantado al pensamiento mítico. Hoy en día el ser humano no tiene nada que temer de la naturaleza. Hoy en día, creen algunos, el ser humano es libre respecto a ella. Pero independientemente de que ese aserto sea verdadero o no, hay una cuestión muy importante en relación al hecho de esa supuesta independencia: el interrogante moral sobre nuestra conducta con el entorno.
¿Hasta que punto somos libres para hacer y deshacer a nuestro antojo la armonía preestablecida en la naturaleza? ¿Quienes somos nosotros para juzgar sobre el destino de una especie, dictando a nuestro parecer, su sentencia de muerte? ¿ Con qué legitimidad podemos actuar así y, a la vez, tener la conciencia tranquila? Y la pregunta fundamental que ha guiado toda esta reflexión:
¿Cómo es posible que un perro, es decir, un ser vivo que no tiene plena capacidad para elegir racionalmente, y que por tanto, depende de la voluntad de su amo, llegue a tan altos niveles de colesterol en sangre, y a tan alta cantidad de grasa por metro cúbico, que en su vano intento por levantarse y sostenerse sobre sus cuatro patas, no lo consiga?
Sin embargo, el hecho de que ahora esté escribiendo estas líneas indica que la cosa no quedó ahí. El logos suplantó al mito, quizás porque éste no era sino el germen de aquel, la semilla de la que nace la flor. El logos trajo consigo una racionalización de los hechos. Y esto fue posible gracias a la invención de la matemática y la lógica. Estas herramientas, en su forma primigenia, no eran sino meros algoritmos que respondían a necesidades prácticas como la agricultura, la división en parcelas privadas del territorio común, etc. Para entonces, la civilización ya se había creado. Estos algoritmos ya se empleaban en las antiguas civilizaciones babilónicas y egipcias. El ser humano ya había dado sus primeros pasos con independencia de sus miedos.
Pero el verdadero salto conceptual en relación al logos tuvo lugar en la antigua Grecia. Fue allí donde se dio el salto de la razón algorítmica a la razón abstracta. Teoremas como los de Tales o Pitágoras ya se usaban en las civilizaciones precedentes, pero fueron ellos los que les otorgaron su apariencia formal y universal, es decir, con aplicación con independencia del caso concreto. De igual modo, fue Aristóteles quien sistematizó los razonamientos verdaderos con independencia de los hechos, es decir, la lógica. Y también fue Euclides quien dio forma axiomática, partiendo de unos pocos postulados y unas pocas reglas de inferencia, a toda la geometría existente anteriormente. Todo eso sucedió hace más de 2000 años.
Desde entonces, y con esa base, la ciencia y la tecnología han erigido un vasto y amplio panorama de conocimientos, que de pleno derecho, han suplantado al pensamiento mítico. Hoy en día el ser humano no tiene nada que temer de la naturaleza. Hoy en día, creen algunos, el ser humano es libre respecto a ella. Pero independientemente de que ese aserto sea verdadero o no, hay una cuestión muy importante en relación al hecho de esa supuesta independencia: el interrogante moral sobre nuestra conducta con el entorno.
¿Hasta que punto somos libres para hacer y deshacer a nuestro antojo la armonía preestablecida en la naturaleza? ¿Quienes somos nosotros para juzgar sobre el destino de una especie, dictando a nuestro parecer, su sentencia de muerte? ¿ Con qué legitimidad podemos actuar así y, a la vez, tener la conciencia tranquila? Y la pregunta fundamental que ha guiado toda esta reflexión:
¿Cómo es posible que un perro, es decir, un ser vivo que no tiene plena capacidad para elegir racionalmente, y que por tanto, depende de la voluntad de su amo, llegue a tan altos niveles de colesterol en sangre, y a tan alta cantidad de grasa por metro cúbico, que en su vano intento por levantarse y sostenerse sobre sus cuatro patas, no lo consiga?
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