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lunes, 26 de noviembre de 2007

Momentos Estelares de la Humanidad



La historia universal es un concepto que sólo de pensarlo provoca vértigo. Por tanto, la historia, en toda su extensión, es algo que da vértigo de por sí. A veces lo pienso: la historia no es más que el arte de la simplificación de una cierta cadena de sucesos; una cadena reducida a su mínima expresión más relevante.

Obviamente esta perspectiva confiere de insignificancia existencial a la vida del individuo de a pie; el llamado vértigo. Es indudable que cuando estudiamos, por ejemplo, la historia de la edad media, la mayoría de acontecimientos importantes son completamente ajenos a los individuos cuyas metas y aspiraciones vitales se ven, en cambio, interceptadas por aquellos sucesos considerados destacados bajo una mirada a posteriori. Si se puede entender la historia universal como una gran representación teatral en la que unos pocos actores deciden tomar el rol de guionistas del destino de la mayoría, puede entenderse cuan lastimera y solemne, a la par que trágica y sombría, puede llegar a ser la existencia particular, la existencia de uno mismo.

No hablo de otra cosa sino de la libertad en su aspecto, si se quiere, más general. Si la vida de una persona puede entenderse como el producto de sus acciones, pues vivir no es otra cosa más que hacer, y las acciones son determinadas por un conjunto de decisiones dentro de un mar de posibilidades, entonces la historia universal se nos presenta como el fátum ineludible al que nuestras acciones le son indiferentes y, más aún, en cierto sentido irreconciliables. La historia universal sería como la cuchilla afilada de una guillotina, que cercena y decapita todo cuanto a su paso encuentra.

No hace falta ir muy lejos para darse cuenta de ello. Piensa en las decisiones de los gobernantes políticos que tienes o has tenido. Puedes decir que operan de acuerdo con el principio utilitarista del mayor bien para el mayor número de personas (puedes poner otro principio si crees que es más correcto, e incluso en otro sentido, puedes poner el principio que consideres más incorrecto). Realizan cálculos para estimar qué acciones serán más beneficiosas en relación al objetivo con el cual son guiadas. Ejemplos hay muchos: bajar el paro, aumentar la calidad de la educación, controlar la inflacción, etc. Los medios, a su vez, muy diversos: aumentar o disminuir los impuestos, realizar obras públicas, invertir en armamento o en I+D, etc. Lo crucial es que en todas sus decisiones tú no eres más que una cifra dentro de un gran saco con muchas otras cifras; tú solo pasas a engrosar un porcentaje o una lista. Pero la cuestión es que tú no eres una cifra y ni mucho menos quieres ser reducido a ser un elemento dentro de un porcentaje o una lista. Sencillamente piensas que eres algo más. Que hay algo en ti que es irreducible a todo lo anterior.

Y esto sucede ahora, o al menos, desde hace relativamente poco tiempo. Pero en épocas pasadas la consciencia de la alienación no existía. Simplemente el individuo se limitaba a vivir la vida que le había sido impuesta, por así decirlo, desde fuera. Lo que significaba un total desconocimiento de la imposición. El caso límite: Auswitch, donde la imposición empieza a ser consciente de sí misma con fatales consecuencias respecto a su campo de acción.

Por ello me considero ciertamente (no entender la palabra veritativamente) escéptico respecto al móvil que guía la investigación histórica y que puede formularse con la sucinta, y por tanto parcial e incompleta, siguiente expresión: saber de dónde venimos. No deja de ser paradójico que una expresión parcial e incompleta muestre el panorama de una disciplina, por definición (de imposibilidad física), que es a su vez parcial e incompleta. Por ello quizá no acostumbre a leer demasiada literatura sobre historia.

Hoy os voy a hablar de un libro de historia.

Pero no un libro de historia cualquiera, sino más bien uno que, por decirlo así, toma consciencia de su futilidad y que, a la vez, consecuentemente reduce su exposición a lo más elemental y, por tanto, al plano más alejado del individuo de a pie. Y lo hace en forma de píldoras históricas, en general, por medio de las decisiones y acciones de individuos que pudieron ser de a pie, pero que sin embargo, por avatares de la historia, no lo fueron.

Momentos Estelares de la Humanidad (título nada afortunado, y no es el primer libro que comento con un título así) pretende presentarnos, como su propio subtítulo indica, catorce miniaturas históricas. Así pues, este libro no es más que un pequeño breviario de efemérides.

Con el incomparable talento literario de Stefan Zweig, del que aprovecho para recomendarte la excelente Novela de Ajedrez y para recomendarme Carta de una Desconocida (cuya adaptación cinematográfica a cargo de Max Opüls es una auténtica obra de arte), el libro se muestra como un ameno compendio de sucesos que podrían ser denominados relevantes desde el punto de vista del rumbo de la historia. Un breve repaso por los capítulos del libro nos muestra los siguientes temas: la muerte de Cicerón, en el que se nos narra las constantes maquinaciones de los generales por hacerse con el poder y por quitarse de en medio a la figura del ilustre pensador; el descubrimiento del pacífico, en el que se nos cuenta las peripecias y argucias con las que un simple polizón, Vasco Núñez de Balboa, pasa a formar parte de la historia con la picaresca y el afán aventurero por bandera; la creación de la Marsellesa, en el que se nos relata como el simple encargo de unos breves versos a un soldado para una cena del alto mando durante la guerra con Alemania por el mantenimiento del antiguo régimen en Francia, escasas fechas antes del decapitamiento de Luis XVI, devino en el mayor estandarte de la patria y el orgullo galo; la lucha por el polo sur, en el que se nos describe la travesía heroica pero sumamente infructuosa del capitán Scott en su afán por ser el primero en pisar el polo sur, y de como ello le costó la vida en vano; amén de otras efemérides como puedan ser la conquista de Bizancio, la resurrección de Haendel, la fiebre del oro, la condena a muerte de Dostoievski o la historia desternillante de la primera palabra a través del océano por medio del telégrafo, entre otras muchas.

La historia que más me ha gustado ha sido la recreación de los últimos tres días de la vida de Tolstoi, en un formato ya más de ficción histórica. Lev, quien en 1890 empezó a escribir una autobiografía que sería llevada al teatro póstumamente con el titulo de Y la luz brilla en las tinieblas, siempre fue un ferviente convencido de que la moral cristiana era la más adecuada y, en definitiva, la más honrada y buena entre las posibles. Tolstoi nunca se cansó en sus obras de materializar esa idea a lo largo y ancho de un espectro de personajes en principio irreconciliables. Sin embargo, en lo referente a su vida, siempre sintió la sensación de no llevar una vida buena conforme a los principios de humildad, pobreza y solidaridad que los evangelios promulgaban. Siempre sintió la sensación de estar traicionándose a sí mismo, de haber una tensión espiritual entre aquello que predicaba y aquello que realizaba. Vivía en una mansión y su mujer era una acaudalada noble, hecho que hacía que nunca tuviera ninguna carencia material de ningún tipo. Pero el sentía que esa vida no era honesta. La huida hacia Dios, título del capítulo, narra con incomparable belleza en formato teatral, los últimos tres días de la vida de Tolstoi, en los cuáles, tras una charla con unos incipientes revolucionarios comunistas en 1910, y al manifestar su desacuerdo con los medios que éstos están dispuestos a llevar a cabo para conseguir sus fines, en principio loables, se convence de abandonar a su familia y su vida anterior en pos de una vida más honesta y buena. Todo ello narrado por Zweig consigue que la historia se alce por encima de la existencia individual para erigirse como modelo de conducta, al menos como otro modelo de conducta más, entendiendo por modelo algo esencialmente sublimado respecto a la existencia de toda vida individual. Realmente, hay que leerlo, aún cuando pienses después de ello que tu vida tal y como la afrontas cotidianeamente no sea sino un sucedáneo de algo que quepa ser denominado como basura. La léctura de este capítulo justifica la lectura del libro entero.

Por hoy ya basta, he conseguido hablar de un libro de historia cuando no creo especialmente en el valor de las investigaciones históricas. Y lo peor de todo: he conseguido hablar de un libro de historia que, a mi pesar, sí merece la pena. Por hoy es suficiente.

3 comentarios:

B.J. Turner dijo...

Sr. Reilly,
En general comulgo con esta opinión sobre la historia universal: trituradora de vidas particulares, fábrica del anonimato. Anoto, en cambio, que hay historia (como disciplina) más allá y más acá de la historia universal. La historia específica, particular, estratégica, que puede hacerse incluso sin individualidades representativas: historia de la cuchara, historia del peatón, historia de luchas concretas, de barrio, historia de la histeria, etc. En ellas estamos todos precisamente porque acierta a la hora de reconstruir cómo hemos llegado a ser lo que somos. En todo caso, tomo nota de la recomendación.
Un saludo

Raúl dijo...

Opino basicamente como B.J. Turner, al que iba a llamar, en broma, pedante, pero me he cortado.

En la Historia hay varias entradas posibles, y no sólo la del Sentido de la Historia y derivados. Creo que has criticado uno de esos derivados, pero que vienen a ser eso, al fin y al cabo.

Ignatius, iba a contestarte ya sobre una chorradita de tu post, poco importante para el post, pero bueno... es sobre Tólstoi. Y al final he preferido hacer un post aparte. Quizás nunca lo hubiera hecho si no hubiera leido el tuyo, o quizás si. Igual que Hitler seguramente no hubiera pasado a la Historia si Alemaia no hubiera perdido la guerra. Quién sabe, ¿no?


http://exegesistomista.blogspot.com/2007/11/la-sotana-roja.html

Ignatius Reilly dijo...

Lo admito, mis reflexiones parten de la más absoluta ignorancia (son expresiones parciales e incompletas). A pesar de que tienen su parte de verdad, no dejan de ser una monstruosa y desproporcionada generalización de lo que la historia es. La historia, claro está, es mucho más.

Aún con todo, el tema de qué sea la historia y la cuestión de su método abre el terreno a una discusión bastante extensa. Y yo sólo pretendía presentar un libro que a mi parecer resulta interesante. Si con ello se ha logrado el objetivo, me doy por satisfecho xD.