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viernes, 5 de octubre de 2007

El teatro de Dida

El miércoles jugaban Celtic y Milan su segundo partido de la liguilla de grupos de la Champions. Celtic Park se disponía a vivir una fiesta del fútbol entre el equipo local, ganador del título escocés, y nada más y nada menos que el vigente campeón de Europa. El partido fue igualado. Hubo constantes alternativas por ambos bandos y fue muy vistoso de cara al espectador. Tanto fue así, que se llegó a los 90 minutos con empate a 1 en el luminoso. El Celtic, que no le dio nunca la espalda al partido, elaboró en las postremerías una triangulación que concluyó con un disparo desde la frontal del área que Dida no logró atajar, y el rechace fue aprovechado por el delantero McDonald para mandar el esférico al fondo de las mallas. 2-1 y el júbilo explotó en los aficionados. Pocos segundos depués, el colegiado alemán Markus Merk pitaba el final del partido. El equipo pequeño daba la sorpresa y conseguía birlarle los 3 puntos al todopoderoso equipo transalpino.

Si sólo hubiera sucedido esto, estaríamos hablando de una recreación de la vieja historia de David contra Goliath, del débil contra el fuerte. Pero estas cosas a veces pasan en el mundo del fútbol que, a fin de cuentas, no es más que un juego de once contra once. Si sólo hubiera sucedido esto, no estaríamos hablando de nada especialmente importante. Pero sucedió algo más.

Tras la consecución del segundo gol del equipo escocés, y la sucesiva celebración, un hincha en condiciones etílicamente dudosas saltó al campo y se paseó delante del portero Dida. Tras hacerle mofa le pasó la mano por la cara, como para darle dos palmaditas en la mejilla y reirse de él. La primera tentativa fue ir a por él, pero tras un segundo de carrera y de reflexión a destiempo, el guardameta brasileño decidió que lo mejor era tirarse al suelo y fingir una agresión. Tras la salida de las atenciones sanitarias al terreno de juego, Dida fue retirado en camilla. Aquí tenéis la secuencia completa del desafortunado incidente.



No voy a entrar a criticar la actitud del hincha escocés, básicamente porque está claro que lo que ha hecho está mal y es reprobable. Saltar al campo para mofarse del rival no es precisamente una muestra del Fair Play que a los británicos les gusta tanto proclamar.

Sin embargo, este hecho no justifica la reacción de Dida. A un profesional se le exige que sepa estar en su sitio, tanto cuando gana como cuando pierde, y eso es algo que no ha sabido hacer el jugador carioca. Y si el hincha escocés no ha jugado limpio, menos todavía lo ha hecho el portero milanista. Pues fingir una agresión, con el consecuente perjuicio para los intereses deportivos del Celtic, con el riesgo de que la UEFA dé el partido como vencido por 0-3 al Milán (como no hace mucho sucedió con el partido Dinamarca-Suecia para la clasificación para la eurocopa), dista mucho de ser un acto de caballerosidad.

De todas formas, este tipo de sucesos no es nuevo en el mundo del fútbol. En todos los partidos somos testigos de piscinazos, exageraciones de un supuesto juego duro y demás artificios que no hacen sino emborronar los valores positivos que a un deporte, y a fin de cuentas un juego, cabe la posibilidad de otorgarle.

El caso más celebre en este sentido fue el de Ricardo "el cóndor" Rojas, guardameta de la selección chilena durante los años 80, quien en un partido contra Brasil el 3 de septiembre de 1989 de las eliminatorias previas al mundial de Italia 90, fingió una agresión por parte de un aficionado al tirar éste una bengala al terreno de juego.



Este hecho sirvió para que la FIFA hiciera dos cosas. La primera, establecer un control más férreo para evitar la introducción de objetos peligrosos a los campos de fútbol. La segunda, establecer un marcaje más cerrado y no dar cuartel a los que pretendan engañar al árbitro durante un partido de fútbol. Como hemos visto, al menos en lo tocante a la segunda medida, los esfuerzos empleados no han dado como resultado una erradicación del problema. Habrá que esperar. Mientras tanto, mano dura.

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