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jueves, 11 de septiembre de 2008

Numerología y el nombre de la Bestia

Tenemos en gran estima a los precursores del siglo XVII que introdujeron los números en el estudio de la naturaleza y el análisis de la sociedad. Kepler, Galileo, Newton o Petty son algunos de los nombres que han ayudado a forjarnos esa idea de las cosas. Sin embargo, el siglo XVII también despertó el interés por la numerología tradicional y la filosofía mística de los números. Mucha gente pensaba que los números brindaban una clave para el destino humano (unos números son buenos, otros son malos). Por ejemplo, el 7 era (y para mucha gente aún es) considerado un número propicio, mientras que el 13 tiende a asociarse con la mala suerte. Ciertas combinaciones particulares de días de la semana con el número 13 eran (y son) entendidas como un signo adverso, se trate del viernes 13 en el mundo sajón, o del martes 13 en otras culturas (martes 13, ni te cases ni te embarques...). Se han dado varias explicaciones para considerar que el martes o el viernes son días aciagos: que si Jesús fue crucificado en viernes, que Adán y Eva comieron el fruto prohibido un martes o quizá un viernes, que el diluvio universal comenzó un viernes, o que la confusión babélica de lenguas sucedió un martes.

Para los japoneses, el 4 es un número aciago porque la palabra "4" suena muy similar a la utilizada para "morir". Como consecuencia, en Japón ningún artículo (ni siquiera las tazas de té o las piezas de fruta) se vende de cuatro en cuatro, sino en paquetes de cinco unidades.

Entre las distintas religiones, el número 33 ha sido especial durante mucho tiempo. Para los cristianos, es el número de los años que vivió Cristo en la Tierra. Para los judíos conocedores de su viejo Testamento, 33 es el número de años que reinó su rey David. Entre los musulmanes el 33 es conocido porque sus rosarios contar con tres grupos de 11 cuentas separados por un "testigo". Estas asociaciones reverenciales se mezclan en ocasiones con consideraciones más racionales.

Isaac Newton, cuyos Principia suelen considerarse el máximo exponente de la Revolución Científica, estaba fascinado por los números. Dedicó mucho tiempo y energía a calcular las dimensiones del "codo sagrado de los judíos" y escribió, además tres obras con sus cálculos sobre el tamaño y la estructura del templo de Salomón. No dejó ninguna pista acerca del significado de aquellos números, pero lo más probable es que estuvieran relacionados con su interés por la profecía. El biógrafo de Newton, R. S. Westfall, ha señalado que Newton empezó a estudiar hebreo a raíz de su estudio del templo de Salomón y los números relacionados con el tamaño y la estructura del mismo.

El Apocalipsis de San Juan y el Libro de Daniel abundan en referencias a números. Aparecen "siete ángeles" con "siete trompetas"; un tercio del mar se volvió sangre; hay "veinticuatro tronos y, sentados en ellos, veinticuatro ancianos". En el Apocalipsis los números están especialmente asociados a la "Bestia" que blasfema de Dios; se dice que la Bestia tiene "diez cuernos y siete cabezas".

En Apoc. 13, 18 se dice que los números representan el nombre de un hombre, y que el valor numérico de las letras del nombre de la Bestia asciende a 666. Annemarie Schimmel, una especialista que ha dedicado toda la vida al estudio de los números y sus usos, observa que el número 666 "ha alimentado la imaginación de generaciones de cristianos, y aún genera mucha discusión en la actualidad".

Dos numerólogos, en particular, han entrenado sus fantasías para convertir nombres en números. Petrus Bungus (?-1601) es autor de un popular tratado numerológico titulado Numerorum Mysteria (Los Misterios de los números) que se publicó por primera vez en 1585, y que llamó la atención lo bastante como para dar lugar a dos ediciones nuevas en 1591 y 1618.

En el sistema de Bungus (bonito apellido), los números se asignaban a las letras del siguiente modo:

(A-1) (B-2) (C-3) (D-4) (E-5) (F-6) (G-7) (H-8)
(I o J-9) (K-10) (L-20) (M-30) (N-40) (O-50)
(P-60) (Q-70) (R-80) (S-90) (T-100)
(U o V-200) (X-300) (Y-400) (Z-500)

Como buen católico, Bungus (en serio, que gran apellido) quiso mostrar que si se convertían en número las letras del nombre de Martín Lutero, sumaban 666. Las letras de Martín encajaban del siguiente modo:

M 30
A 1
R 80
T 100
I 9
N 40

El total asciende a 260. Lutero (Luther en alemán) recibía entonces el mismo tratamiento.

L 20
U 200
T 100
H 8
E 5
R 80

El resultado es de 413. La suma de ambas cifras es 673, siete unidades más que el objetivo de 666. Como todos los numerólogos, Bungus (¿he dicho ya que me encanta ese apellido?) falseó los números hasta llegar al resultado deseado. Su método consistió en latinizar el apellido de Luther (Lutera). El resultado fue:

M A R T I N L U T E R A
30 1 80 100 9 40 20 200 100 5 80 1

que suman el deseado número de 666.

Michael Stifel, o Stifelius (1487-1567), ofreció otra identificación numérica para la "Bestia". La obra de Stifelius encierra un significado especial porque sirvió como el texto de base a Benjamin Franklin para construir sus "cuadrados mágicos". En 1554 Stifelius publicó una edición nueva de un libro de álgebra que fue uno de los primeros en el que usaron los signos "+" y "-". En aquella edición, Stifelius incluyó sus propios cálculos del número de la Bestia. Dirigió su punto de vista hacia el Papa León X, y se propuso traducir ese nombre a números usando su forma latina: LEO DECIMUS.

Stifelius dio al nombre del papa el mismo tratamiento que había empleado Bungus (voy a cambiarme el apellido) con Martín Lutero, y encontró que la suma de los números ascendía a 416, es decir, faltaban 250 para reunir 666, de modo que, siguiendo el método de los numerólogos, empezó a falsear las cifras. Se apartó del sistema de Bungus (llamadme Ignatius Bungus), y sólo seleccionó del nombre del papa las letras L, D, C, I, M y V (puesto que U = V), es decir, las letras que también representan numerales romanos. Entonces, eliminó la M con el argumento de que significa mysterium (misterio), y que por tanto debía descartarse (vaya mierda explicación). Por último, añadió una X, que representa el "diez" de León X. Colocando los numerales romanos en orden descendente, Stifelius obtuvo DCLXVI (500 + 100 + 50 + 10 + 5 + 1), o 666. De modo que, mediante la manipulación oportuna, consiguió mostrar que el nombre de León X podía significar el signo de la Bestia.

Cuentan que esta evidencia contra el papado le dio el último empujón para convertirse del catolicismo al protestantismo. Cuando Lutero aceptó a Stifelius en su redil, lo instó a abandonar la numerología. En cambio, Stifelius continuó buscando en los textos del profeta Daniel la fecha del fin del mundo; anunció que el evento ocurriría el 3 de octubre de 1533. Cuando llegó el día y el mundo siguió existiendo, sólo la intercesión de Lutero protegió a Stifelius de la ira de sus feligreses.

***

En otro orden de cosas, como buen numerólogo que soy, y siguiendo la correspondencia biunívoca de la tabla de Bungus, yo, Ignatius Bungus, he descubierto el anticristo de nuestra época.



Sí, lo sé: da 672. Pero 672 - 6 = 666. Y es que el maligno, aunque intente ocultar sus huellas, nunca lo hace completamente: 666(6).

Si no os convence, lo siento, soy numerólogo, ergo falseador.

5 comentarios:

Raúl dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Raúl dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Silvia_D dijo...

Qué hace mi foto ahí??!!!

Buenas noches, niño, sólo paso a saludarte y a decirte que cuentes conmigo para lo que sea, será un placer :)

Mañana te elo. ciaooo!!

Besoss

Silvia_D dijo...

Jajajajaj, genial del todo, niño, me ha encantado.

Perdona que no viniera hasta ahora, es que a ti hay que leerte o no tiene gracia y necesitaba un ratillo.

Desde luego que mira que eran cabritos, todo lo que fuera con tal de llevar razón.

Me he tirado un rato para sacar un 666, me doy por vencida!! jajajaaj

Besoss

Fdo: Dianna666

JOAKO dijo...

Te juro que he dado un respingo al ir leyendo y aparecer la cara de la tipa esta de las tetazas prefabricadas (el alcehimer me impide acordarme de su nombre).
En una ocasión me tragé el libro de las profecias de Nostradamus, no saqué nada en claro, salvo la grandisima imaginación del pollo en cuestión, y la capacidad de algunos para adaptar la realidad a cualquier cosa, Martín Lutera! que cachondo el tío.