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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Man Made God (11)

Dudar o no de la existencia de Dios es como dudar o no de la existencia de la mente: un mero acto ocioso. Allí donde hay ausencia de definiciones precisas, hay confusión conceptual. Y donde hay confusión conceptual, ni siquiera hay una cuestión abierta. Defíname qué es Dios o qué es la mente, y podremos empezar a discutir; podremos, por tanto, decir que hay una cuestión. Si no, sólo tendremos prolegómenos. Esto es, sólo tendremos filosofía. La ciencia no se distingue de la filosofía por su objetividad; es más bien que la primera opera con criterios de diferenciación en tanto que la segunda los fabrica. Pero los fabrica mediante otros criterios de diferenciación. La objetividad o ausencia de ella es una marca producto de nuestras distinciones, así como la objetividad o ausencia de ella presupone ella misma una marca para la propia diferenciación. Barreras para delimitar las barreras. Una pregunta filosófica es de la forma: "¿qué fue antes, el huevo o la gallina?" Y la respuesta filosófica más inteligente sería: "¿antes de qué?" (Lo cual, dicho sea de paso, no constituye respuesta alguna.)

Si un problema filosófico puede permanecer en el panteón de los problemas filosóficos, mejor así que en uno creado por el hombre, en el caso de que uno y otro sean cosas distintas. Que un enigma filosófico no tenga consecuencias prácticas es lo mejor que nos puede pasar a todos. Una boca menos a la que alimentar.

¿Dios es omnipotente?
¿Dios es bueno?
¿Dios es concupiscente?

A nadie debería importarle. El problema real no surge cuando alguno de esos predicados sirve para delimitar las propiedades del objeto, surge cuando el objeto, delimitado o no, sirve para poderes fácticos. Una religión que empiece y termine en una sinagoga, iglesia o mezquita no es un problema real. Pero lo problemático es constituido por el hecho de que en una sinagoga, iglesia o mezquita no sólo hay objetos inanimados, también hay creencias, deseos y temores, todos ellos portados por objetos animados. Estos son el verdadero foco de nuestras preocupaciones; el ojo del tornado.

A veces me desanima vivir en el siglo XXI. Siento que lo más importante ya ha sido hecho, tanto en materia intelectual o artística como material. Nuestras vidas como personas acomodadas del mundo industrializado carecen del acicate que en otras épocas podrían haber adquirido. Al final terminan reduciéndose a lo de siempre, a lo que en todas las épocas ha predominado, a nuestra constante biológica: exparcir la simiente. Lo duro es que a esa constante cada vez hay menos variables que añadirle, menos indeterminaciones, menos fluctuaciones. El camino cambia, en otras épocas era empedrado y ahora quizá sea adoquinado. Da igual, el horizonte es siempre el mismo.

Dios no creó al hombre, el hombre creó a Dios. Pero el hombre no es Dios, jamás lo será.


3 comentarios:

JOAKO dijo...

¡ Carajo con la reflexión!
Puedes hacer como los teologos, enfrascarte en una eterna discusión sobre el porqué del silencio de Dios...y de paso no cerrar el círculo, creo que estamos al principio de un apasionante viaje, no al final como pareces creer...por fin se puede decir, csi sin coste social, que dios no existe, que solo existe el hombre, en lo tocante a entelequia...esto solo nos puede llevar a la gloria...o al desastre...¿qué pasará?...y yo que no lo veré...

Silvia_D dijo...

Pura paradoja :)

Cómo estás? te dejo besos!

Ignatius Reilly dijo...

Ey, cuánto tiempo, aver si me paso por tu blog. Cuídate mucho.

Joako, y yo que sólo quería hacer algo introductorio para la canción, que por cierto, no la presento, aunque se presenta ella sóla. La verdad es que como dice Silvia, es pura paradoja la entrada. Está mejor escrita que pensada, y por supuesto que argumentada. No me lo tomes en serio. De todas formas, en lo tocante al "viaje", no sé si estamos al principio o al final, pero lo que está claro es que no hay entelequia alguna ni dentro ni alrededor de él.